La escuela de la vida

 

En este eje verteré la sínstesis educativa que extraigo de la semana; vertiendo en ella las conclusiones que extraigo de las situaciones e intercambios de información y conocimiento en las que he participado. Una especie de síntesis de lo más importante de cada módulo, a partir de la cual construir una panorámica global.

Etiquetas: Bitácora, Cuaderno de Campo, Diario

Recuerdos que me recuerdan

A

recuerdos que me recuerdan.png

"Saber es poder"



Desde hace algunos años, vengo analizando y cuestionando "el poder". Voy a hacer una confesión, un tanto arriesgada e íntima: Una gran parte de mi ser se considera ácrata. Sin embargo, pido porfavor que no se extraígan conclusiones precipitadas de mi persona, pues antes de ello, invito a que me conozcáis personalmente, con todas mis virtudes y mis defectos, mis coherencias y contradicciones.

Este ser ácrata se tradujo desde mi temprana adolescencia en una cierta tenacidad a la hora de cuestionar y relevarme ante el poder establecido, bien a nivel macro, bien en las relaciones más micropolíticas.

Esta manera de ser me ha suscitado ciertos problemas, pero sobretodo, muchos aprendizajes.

Aprendizajes como analizar con lupa y bisturí, la sociedad, la educación y las relaciones personales desde la óptica del poder.

Este anális me ha hecho descubrir, desvelar, y sacar a la luz de mi conciencia una importante dimensión de fenómenos educativos, epistemológicos y sociales. Hablo del poder, como un elemento que permite comprender parte del complejo entramado del sistema educativo, de la concepción epistemológica del conocimiento y de la concepción política, social y antropológica a la que sirven los anteriores componentes, en manos de los distintos grupos de poder.

Un aprendizaje muy relevante

 


A lo largo de estos últimos años de carrera, he venido realizando un profundo desarrollo personal, debido, entre otras cosas, a que he pasado por algunas crisis de ansiedad. Estas crisis de ansiedad se disparaban por muy diversas razones, entre ellas:


- Miedos y preocupaciones.


- Altas expectativas sobre mi propio desempeño académico, imponiéndome metas irracionales en términos de posibilidad de realización; acompañadas de:


· Un componente en personalidad de excesivo perfeccionismo y autoexigencia.


· La incapacidad para sintetizar y ser más efectivo en muchas de mis creaciones.


· Una serie de circunstancias personales y familiares.


Y otras más que voy a ir contando a continuación; y que en definitiva, constituían un cóctel molotov para mi persona, del cual no sé como he salido tan bien parado y fortalecido.


Pues bien, al poco de empezar el máster, debido a todo ello, y a otros factores volví a agobiarme y a sentir ansiedad:


- Creí que había que leer el capítulo 3 del libro de Ángel Pérez, cuando no era necesario. Esto me llevó mucho tiempo; lo que supuso un retraso para el resto de capítulos respecto del ritmo de clase.


- Creí que habíamos de leer todas las guías de Bolonia.


- Sentía que no iba a ser capaz de gestionar el máster y llevar adelante el proyecto de Jaulas Abiertas y otro proyecto laboral cooperativo en el que empecé a colaborar “Librechip”. Y ciertamente, no me faltaban razones.


- Quería llevar un diario pormenorizado de cada módulo, semana por semana.


Pues bien, como iba diciendo, estas crisis de ansiedad han sido precisamente las que me han impulsado a realizar un profundo análisis consciente de los hábitos, causas, actitudes, pensamientos y circunstancias que me conducían a ellas.


Fruto de ello, a día de hoy, he aprendido a mantener una posición atenta y consciente ante todo ello. Es por ello que al cabo de unos días de tener esos sentimientos; comencé a analizar qué me lo estaba causando; y a tomar decisiones al respecto.


Así, fui consciente de que las metas que yo mismo me estaba imponiendo eran irracionales, cosa que me generaba ansiedad y sensación de impotencia.


De manera paralela, tuve la suerte de leerme dos libros, uno sobre el movimiento slow, y otro sobre la autoestima. Del primero extraje la firme convicción de que hacer menos y de manera más lenta es necesario y saludable. Del segundo aprendí lo importante que es quererne a uno mismo y cuidarse, lo que pasa por ser más permisivo y flexible con uno mismo, menos exigente, y a construir expectativas más racionales y deseables.


Así, comenzó un proceso de priorización. Primero, a recuperar mi salud y equilibrio interior: meditaciones, buena alimentación, ejercicio... Segundo, a ir pasito a pasito, posponiendo el proyecto de Jaulas Abiertas para el segundo módulo, momento en el que tendría menos carga lectiva; dejando a un lado el proyecto de LibreChip; y tomándome las cosas con mucha filosofía.


Hay un fragmento de uno de mis libros favoritos, Momo, escrito por Michael Ende, que me resulta muy revelador a este respecto:


A Beppo le gustaban estas horas antes del amanecer, cuando la ciudad todavía dormía. Le gustaba su trabajo y lo hacía bien. Sabía que era un trabajo muy necesario. Cuando barría las calles, lo hacía despaciosamente, pero con constancia; a cada paso una inspiración y a cada inspiración una barrida. Paso – inspiración – barrida. Paso – inspiración – barrida. De vez en cuando, se paraba un momento y miraba pensativamente ante sí. Después proseguí a paso – inspiración – barrida. […] Ves, Momo – le decía, por ejemplo - las cosas son así: a veces tienes ante ti una calle larguísima. Te parece tan terriblemente larga, que nunca crees que podrás acabarla.


Miró un rato en silencio a s u alrededor; entonces siguió:


- Y entonces te empiezas a dar prisa, cada vez más prisa. Cada vez que levantas la vista, ves que la calle no se hace más corta. Y te esfuerzas más todavía, empiezas a tener miedo, al final estas sin aliento. Y la calle sigue estando por delante. Así no se debe hacer.


Pensó durante un rato. Entonces siguió hablando:


- Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez, ¿entiendes? Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente, en la siguiente barrida. Nunca nada más que en el siguiente.


- Volvió a callar y reflexionar, antes de añadir.


- Entonces es divertido; eso es importante, porque entonces se hace bien la tarea. Y así ha de ser.


Después de una larga interrupción, siguió:


- De repente se da uno cuenta de que paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta cómo ha sido, y no se está sin aliento. Asintió en silencio y dijo, poniendo punto final:


- Eso es importante.” (Momo, pp. 38-39).

Hoy me siento Peter Pan



Esta tarde he tenido la enorme suerte de encontrarme con un viejo amigo, al que hacía mucho tiempo que no veía. Me he sentido muy contento. Venía con su hijo, de cinco años, al que he visto ir creciendo poco a poco. La tarde de hoy ha sido preciosa, pues los tres hemos estado jugando toda la tarde. De pronto, mi casa se ha convertido en un lugar mágico, llenos de conjuros, rincones escondidos por explorar, secretos magos y brujas. He logrado reconectar con mi niño interior como hacía tiempo que no lo conseguía, a medida que iba acompañando a este niño, me iba maravillando con sus respuestas, preguntas, apreciaciones, reacciones y emociones. Realmente, son maestros, y tienen mucho que enseñarnos.

Cuando veo a un niño, veo un ser que vive la vida en conexión con la vida misma, en alma y cuerpo. La inocencia, la capacidad de imaginar casi sin límites, la manera en cómo se abren al juego, su empatía, las preguntas tan lúcidas y profundas que se plantean, su afán por descubrir e investigar, cómo se maravillan ante los descubrimientos que van haciendo.

Yo que a veces me he podido llegar a quemar un poco con la humanidad, cuando pienso en niños, cuando les veo reir, jugar, llorar, inmediatamente me siento lleno de amor, ilusión y esperanza, porque en sus ojos veo lo que en mi mirada no encuentro.

Sin embargo, no sé muy bien qué ocurre, que después de esa etapa, siento un vacío, un cambio cualitativo. Pasamos de esa manera de ser, de sentir la vida, de estar en conexión con uno mismo y con sus propias necesidades y deseos, de esa espontaneidad; a otras cosas. De repente, nos sentimos muy avergonzados ante comportamientos “alocados” (cuando en un niño es de lo más normal expresarse sin tapujos, tabúes ni limitaciones, con total naturalidad); pasamos a vivir en el juicio, la etiqueta y el estereotipo; nos preocupan tanto tantas cosas, y nos cuesta tanto ser felices... Atormentados por las prisas, las obligaciones, las presiones.... Nos perdemos. Acabamos por convertirnos en seres grises.

Y entonces nos pasa que nos pasa la vida, y ni nos damos cuenta. Vamos por ahí como autómatas, actuando en base a hábitos programados de manera automática, por un contexto social, escolar y cultural que de alguna manera ha dado como resultado ese ser humano un tanto alienado de sí mismo. A través de tantas órdenes externas que hemos recibido, matamos a nuestro niño interior, y acabamos por actuar en base a inercias y mandatos que no provienen de nosotros.

Nos pasa entonces, que el deber se convierte en lo que va marcando nuestro día a día. Un deber que de alguna manera se siente como impuesto, bien sea porque nos lo impone el contexto (laboral, académico, social...), bien porque uno mismo se impone las cosas. Esa sensación de deber suele ir acompañada a fechas de entrega y finalización, a un afán de productividad, de hacer más y más... El resultado es que vamos corriendo, con la lengua fuera, pero sin saber hacia donde nos dirigimos.

Muchos días actuamos sin preguntarnos realmente acerca del sentido de lo que hacemos, del sentido propio de la vida que cada uno encuentra... No lo sabemos, porque nos hemos perdido, y ni siquiera somos conscientes.

Nos sentimos insatisfechos con la vida que tenemos. El mundo, que cuando pequeños nos resultaba fascinante, lleno de color, va llenándose de gris. O peor aún, llegamos a insensibilizarnos de tal modo, que ni sentimos ni padecemos. Nos volvemos máquinas que repetimos diariamente unas mismas rutinas, sin atender a nuestros sentimientos más profundos, a nuestras necesidades auténticas y esenciales. Y hasta tal punto nos perdemos en el camino, que a veces nos suicidamos, tanto de manera literal como figurada. Vendemos nuestra alma a la inercia, a la apatía, al miedo, a la desidia.
Sin embargo, si en algo os habéis sentido identificadas e identificados con esto que he dicho,  yo desde aquí quiero hacer un llamamiento a que despertemos, y desde ahí nos vayamos adentrando en la búsqueda del sentido de lo que hacemos, de lo que somos y hacia donde vamos. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuánto hace que no me acuesto sintiéndome lleno de ilusión, de vida, de amor? ¿Siento que estoy desarrollando mi pasión?

Nos animo a que hagamos esa búsqueda con una lente emocional favorable, que nos permita querer emprender la aventura de la vida con optimismo, apertura y alegría; pues desde ahí, podremos ir encontrando aquello que nos puede hacer vibrar. Nos animo, en definitiva, a que tomemos con tiento la vela de este barco que es la vida, y nos adentremos a explorar, a descubrir, a reír y a sentir; y desde ahí, vayamos reconectando con nuestro niño interior, con nuestra humanidad dormida. Hagamos, en definitiva, de este mundo y de nuestro ser, un lugar habitable, en el que vivir desde un estado consciente y sereno.

Quizás, así, todos y todas seamos un poquito tan felices, y no nos veamos impelidos a fastidiar la vida ajena y la propia, sino a agradecerla y valorarla. Quizás así, nos enamoremos de la vida y comencemos a darle mucha más importancia a lo que tenemos, somos y hacemos que a aquello de lo que carecemos.

Rumbo a Freeland

Martes, 15 de Octubre

 

Desde hace días tengo una cierta desazón interna. Una desazón que surge a partir de una sensación de impotencia y frustración ante la perpeción de mi propia incapacidad para asimilar e integrar la gran cantidad de información y nuevas ideas que en cuestión de dos semanas han entrado en contacto con mi ser a través de este máster: Lecturas, debates, situaciones, tareas...

Muchas ideas, muchas...; algunas de las cuáles son las estrellas de este universo conceptual, alredor de las cuáles danzan en una hermosa melodía compuesta a partes iguales por caos y armonía.

Incapacidad para poder transcribir en mi portafolio toda la cantidad de reflexiones, ideas, apuntes, que orbitan a mi alrededor, y dentro de mí...

Incapacidad para ahondar en profundidad en cada una de ellas, y extraer las consecuencias de cada una de ellas, comprendiendo así cómo se trasladan a la práctica de una manera coherente.

Incapacidad para comprender la complejidad de un sistema holístico de conceptos interdependientes y realidades dinámicas.

Incapacidad para acceder desde mi relativa ignorancia a la comprensión tan profunda y compleja que tiene profesorado de este máster...

ADEMÁS, esa sensación de incapacidad se une a un defecto patológico que he sido capaz de pescar en mi actuación. Me refiero a un componente de esa "gestalt" de la que habla Ángel, que rige mi manera de percibir y actuar.

"La sucesión de asociaciones de estímulos externos, organizados en función del espacio cultural de la comunidad, y su vinculación con las necesidades e intereses del individuo, así como de las reacciones emocionales que provocan, van formando en cada individuo, esquemas, mapas mentales de interpretación y reacción, que se constituyen en las plataformas básicas que rigen las siguientes interpretaciones y reacciones. Tales plataformas provisionales cargadas de cognición y emoción potencian tanto como limitan las posibilidades futuras del individuo humano.
Estas plataformas, denominadas Gestalt, por KORTHAGEN, o Habitus por BOURDIEU, constituyen los esquemas intuitivos de interpretación y acción del sujeto, y acaban consolidándose como creencias básicas y convicciones que no cuestionamos, factores permanentes de organización, filtros de la nueva información y de las nuevas experiencias. Son evidentemente necesarios y útiles para gestionar el comportamiento pero sin duda condicionan, filtran y sesgan todas las futuras experiencias y encuentros, sin que los percibamos como tales. Del mismo modo que el ojo no puede verse a sí mismo y que el pez no ve el agua, nuestros anclajes y marcos cognitivos de interpretación más básicos y primitivos escapan a nuestra conciencia.
Ahora bien, el proceso no tiene necesariamente que ser determinista. Desde el esquema intuitivo que rige la Gestalt, mediante la reflexión, el contraste detenido y sistemático con nuevas informaciones y experiencias, puede ir construyéndose un esquema más reflexivo y más informado.
(Gómez, 2012, capítulo 3, sección 3.5)

 Pues bien, hablo de mi tendencia a autoflagelarme, desvalorizarme y castigarme, en el momento en que no soy capaz de cumplir las metas irracionales que yo mismo me impongo (irracionales en tanto que son metas demasiado ambiciosas, o poco realistas).

“Una elevada autoexigencia producirá estándares de funcionamiento altos y rígidos. Sin embargo, si bien es importante mantener niveles de exigencia personal relativa o moderadamente altos para ser competentes, el "corto circuito" se produce cuando estos niveles son irracionales, demasiado altos e inalcanzables. La idea irracional de que debo destacarme en casi todo lo que hago, debo ser el mejor a toda costa y que no debo equivocarme, son imperativos que llegan a volverse insoportables. Colocar de manera absoluta la felicidad en las metas, es sacarla de tu dominio personal. […] Las personas que hacen del éxito un valor, que son extremadamente competitivas y manejan estándares rígidos de ejecución, viajan mal. Se han montado en el vagón equivocado. Quizás la felicidad no esté en ser el mejor vendedor, la mejor mamá, o el mejor hijo, sino en intentarlo de manera honesta y tranquila, disfrutando mientras se transita hacia la meta. Un nivel exagerado de auto-exigencia genera patrones estrictos de auto-evaluación. Si posees criterios estrictos para auto-evaluarte, siempre tendrás la sensación de insuficiencia. Tu organismo comenzará a segregar más adrenalina de lo normal y la ansiedad interferirá con el rendimiento necesario para alcanzar las metas. Entrarás al círculo vicioso de los que aspiran cada día más y tienen cada día menos. Esta secuencia autodestructiva puede verse mejor en la siguiente gráfica: […] Los estándares irracionales harán que tu conducta nunca sea suficiente. Pese a tus esfuerzos, las metas serán inalcanzables. Al sentirte incapaz, tu auto-evaluación será negativa. Este sentimiento de ineficacia y la imposibilidad de controlar la situación, te producirán estrés y ansiedad, los que a su vez afectarán tu rendimiento alejándote cada vez más de las metas.”
(Riso, 2003)

Sin embargo, me encuentro en un proceso de toma de conciencia y transformación, y, ¿acaso no es precisamente eso la esencia de la Educación?

Hablo de ser capaz de reconstruir de manera consciente y reflexiva todo ese entramado de creencias, emociones, habilidades, actitudes...; que componen mis sistemas de interpretación y actuación.

En ese proceso de indagación, reflexión y construcción, decido conscientemente (entendiendo que la conciencia no es un ente aséptico y neutro reducido a la concepción del pensamiento cartesiana, sino un complejo sistema de emociones, vivencias, interpretaciones, conciencias, que forma un todo con elementos más inconscienets); llevar a la coherencia las ideas que más resuenan en mi interior dentro de todo ese cosmos del que hablaba antes.

Hablo de coherencia, es decir, de ser capaz de aprehender, no ya conceptualmente, sino desde mi propia experiencia (en una interacción dialógica entre teoría y vivencia); las ideas pedagógicas que voy sintiendo como deseables para mi criterio.

¿Cómo voy a pretender defender, construir y promover una educación basada en la visión global y holística del ser humano, en la libertad y autonomía, en el disfrute, en la cooperación, en la profundización; si en mi propia formación vivo desde el estrés, la preocupación por la calificación, el sentimiento de impotencia, etcétera?

Así pues, decido intentar ser más coherente, para así, desde una manera vivencial (tal y como propone el enactivismo), ir asimilando con todo mi ser todo este conjunto de ideas, teorías y prácticas; que calan en lo más hondo con mi ser.

Eso parte, entre otras cosas, de escribir sobre lo que siento, pienso y apetece; más que autoflagelarme autoritariamente con la autoimposición de tareas que no puedo ni quiero abarcar. POR CIERTO QUE UNA IDEA DE TFM SERÍA ESTUDIAR COMO VOY SIENDO CAPAZ DE INTEGRAR EN MI PRÁCTICA, EN MIS GESTALT, AQUELLAS IDEAS QUE ME PARECEN MÁS RELEVANTES DE LAS QUE VAMOS ESTUDIANDO.

Así pues, decido darle un nuevo enfoque a las entradas de mi diario, para que en ellas tengan cabida la espontáneaidad, el sentimiento concreto del presente, y desde ahí, ir narrando las vivencias, apuntes, conocimiento, poco a poco. Sin presiones.

Quiero aprender desde el disfrute, desde la sensación de libertad y realización de mi proyecto personal y enriquecimiento de mi persona. Sin quitar la disciplina y el compromiso fuertes; que en conjunción con los anteriores elementos, darán pie a una conjución orgásmicamente pedagógica.

Doy comienzo a una serie de reflexiones, a pequeños artículos a través de los cuáles ir expresando mis sentimientos, reflexiones y aprendizajes. Sin prisas, sin estrés. Con disfrute, calma, esponténaidad, creatividad y libertad.

Este cambio se lo debo en parte a Carla, a la cual manifiesto mi agradecimiento, porque a través de sus entradas, he comprendido que este enfoque a la hora de expresar mis vivencias  puede ser mucho más liberador para mí y enriquecedor para el portafolios. Gracias Carla, por tu frescura y originalidad.

Este último hecho, me "demuestra" que efectivamente, aprendemos, crecemos y construimos nuestra identidad en interacción dinámica y simbólica con las personas y el contexto.

Bibliografía

 · Gómez, Á. I. P. (2012). Educarse en la era digital. Ediciones Morata, S.L.

· Riso, W. (2003). Aprendiendo a quererse a sí mismo. Editorial Norma.

.

Frustración, aprendizaje y resiliencia

Martes, 15 de Octubre

Me siento frustrado. Después de escribir más de dos páginas en las que precisamente me desahogaba sobre mis sentimientos relacionados con el máster, de pronto, coge el procesador y se me cierra...

Vaya, que momento más oportuno.

Y ahí está un gran aprendizaje de la vida, que no es la primera vez que lo encuentro: Cuando algo en lo que has invertido tu tiempo y energía, de pronto se borra y se va al carajo, dejándote con cara de estúpido: Resignate, y vuelve a empezar.

Quizás ahora sea más sintético.

Bueno, voy a intentarlo:

Desde hace una semana y media aproximadamente, he comenzado a agobiarme en el máster. Muchas tareas que sentía que se me iban acumulando: leer las guías, elaborar el portafolios, leer dos capítulos y medio del libro de Ángel Pérez Gómez, elaborar una propuesta de diseño de investigación y preparar un teatro para presentarla, leer todas las guías (máster, prácticas, portafolios...); transcribir toda la información de mis apuntes, mis sensaciones, reflexiones, aprendizajes, conclusiones...

Paralelamente, sentía como el tiempo volaba, las mañanas pasaban volando. Yo intentaba afrontar todo, mientras me bombardeaban el teléfono para ayudar a un familiar que precisaba de mi ayuda; tenía que hacer todas las cosas propias de la independencia (cocinar, lavar la ropa, limpiar mi casa...).

Entonces sucede una ecuación un tanto... retorcida:

Tiempo que vuela + tareas que se acumulan = ansiedad + bloqueo + frustración + impotencia + agobio + desencanto + pérdida de ilusión

ansiedad + bloqueo + frustración + impotencia + agobio + desencanto + pérdida de ilusión = más tareas que se acumulan, y el tiempo aún parece ir más rápido.

Entonces -> Baja autoestima, pierdo el sentido de la vida y las ganas y energía que me suelen acompañar...

Un círculo vicioso muy, muy retorcido y laberíntico. Vamos, toda una anaconda que me estragula sin piedad.

Además de tareas, lecturas, diarios; toda la información de las clases, de las lecturas, comienza a formar una caótica nebulosa de conceptos y proposiciones que me marean, que no sé dónde integrar. Y claro, de esa manera, difílmente puedo sentir relevancia, utilidad y sentido de esa información.

A todo esto, hay que sumar que estoy desarrollando un proyecto de investigación-acción participativa ((J)aulas Abiertas); además de que quiero continuar editando unos vídeos que llevan aguardando todo el verano. Lo primero me apasionaba, porque era la materialización de mis ideas, en las que me sentía como único, creativo, emprendedor y original. Sentía muchísimo potencial en el proyecto: ilusión, muchas posibilidades... De los vídeos, quería mejorar mi capacidad de producir contenidos audiovisuales.

Sin embargo, con la ecuación anterior, todo comienzo a sentirlo como una pasada carga sobre mis hombros. Lo que de otra manera me daría vida, oxígeno, sentido vital, propósito e Identidad; de pronto me hace todo lo contrario: hastío, sinsentido, sensación de ahogo, frustración e impotencia.

Y mientras tanto, leo el capítulo 3 del libro de Ángel Pérez: Educarse en la Era digital.

Y de toda esa nebulosa de informaciones, teorías, palabras, conceptos abstractos; de la que antes hablaba; comienzan a tomar forma algunas ideas fuerza: menos es más, lo importante es que el aprendizaje sea relevante y tenga sentido para los proyectos que las personas desarrollan; se aprende por y para la acción, a través de redes la creación y participación de/en redes de intercambio; el conocimiento ha de ser selectivo, original, profundo...

Así pues, después de todo lo expuesto, y tras tocar fondo... un fondo que me apena, porque sé todo lo hermoso que aquí hay; después de sentir que toda mi identidad se fue con por el desagüe, junto con mi energía e lusión...

Convaleciente, resiliente; al igual que cuando se me borraron las páginas que había escrito en un momento de desbordamiento; me levanto, extraigo los aprendizajes que puedo, como esa persona que mientras que su casa arde, coge lo más importante, o más bien, lo que puede rescatar, y se escapa, para sobrevivir.

Y decido:

- Que la calificación no me importe en absoluto. No va a ser una presión que me agobie. He venido a aprender y a crecer como persona, no a pretender aprender innovación educativa mientras que me coacciono a mí mismo con un mecanismo propio del antagonismo de la innovación educativa.

- Que menos es más. No puedo pretender abarcar todo lo que me gustaría a la vez. Hay que ir poco a poco, profundizando en las cosas; porque ya se sabe, que quien mucho abarca, poco aprieta.

- Que voy a hacer mi proyecto de TFM sobre el proyecto de Jaulas Abiertas, y todo lo que aprenda quiero que me sirva para este proyecto. De esta manera, podré seleccionar aquello que me resulte más relevante, y dotarlo de sentido para la acción y la creación de esta red que estoy creando.