Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Portafolios

Página creada para la construcción del portafolios del Máster de Políticas y Prácticas de Innovación Educativa.

Bienvenid@s

Guía para navegar por mi cosmos:

 

En un momento inicial del máster mi intención era recoger información de manera diaria, para luego ir volcándola. Con el tiempo, esta intención y autoexigencia quedó relegada a un segundo plano, siendo una meta un tanto irracional, teniendo en cuenta todos los procesos paralelos a los que he ido atendiendo.

Por eso, he decidido cambiar el concepto de diario por el de bitácora, ya que este me permite ir recogiendo las piezas del púzzle que he podido elaborar, para a partir de ahí, construir esa reflexión final que de alguna manera condense todo ese proceso.

Estructura de mi bitácora:

Páginas para:

· Los módulos:

Una página para cada uno de los módulos. En ellos recojo alguna de las huellas que he podido rescatar.

· La escuela de mi vida:

Página en la que recojo reflexiones y escritos muy cercanos a mi proceso vivencial a lo largo de este máster.

· Jaulas Abiertas:

Página en la que he volcado algunos de los materiales informativos de Jaulas Abiertas que he creado a lo largo del trancurso del proyecto.

· El Martinet:

En ella recojo las producciones que he elaborado en relación a mis prácticas y a mi T.F.M., en torno a la escuela "El Martinet".

· Master Classes:

En ella recojo dos producciones que elaboré tras asistir a los seminarios de Alfredo Hoyuelos y Laura Dutzchatsky.

· El portafolios:

Es esta página. En ella vuelvo la reflexión final del máster, junto con las huellas y producciones más relevantes para mí.

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Reflexión Final

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Reflexión¿final? (Conflicto de codificación Unicode)

Reflexión¿final? (Conflicto de codificación Unicode)

1 2 3 4 Gracias por esta oportunidad, por todo vuestro

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Mi relato de Prácticas

Quiero compartir con vosotros y vosotras mi relato de prácticas.

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Mi relato maquetado

Mi relato maquetado

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El río de mis aprendizajes

Habitar con sentido:

 

Sentido

 

Hermosa palabra.

 

Sentir lo que hacemos, hacer lo que sentimos.

 

Caminar con sentido, avanzar con sentido.

 

Creo que es una palabra tan hermosa como peligrosa, pues nos lleva a las siguientes preguntas:

 

¿Tiene sentido esto que estoy haciendo? ¿Para quién? ¿Lo hago porque tiene un sentido propio para mi persona? ¿Lo hago para conseguir otra cosa? ¿Lo hago porque sí, sin plantearme nada?


¿Qué sentido tienen las guerras? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué sentido tiene mi habitar en sociedad? ¿Qué sentido tiene esto que estoy escribiendo?

 

A lo largo de mi formación académica, más de una vez me he preguntado qué sentido tenían ciertas cosas. Unas veces el sentido era la actividad en sí. Otras tantas la consecución de un título. En un caso vibraba con lo que hacía, en el otro se producía una desarmonía.

 

Y así, hubieron momentos en los que mi sed de sentido, más allá de la consecución de un título, de un sentido real, para mi persona, para la sociedad, y no solo para obtener un estatus o un empleo con el que sobrevivir; me llevaba a querer huir, a la tristeza e incluso al enfado.

 

En esos momentos, me planteaba el todo o nada, lo blanco o negro. El deber o el querer.

 

Sin embargo, con el tiempo, he ido logrando canalizar esa sed de sentido hacia el encuentro del mismo, dentro de mi formación y de mi labor como educador, persona y agente social; en un equilibrio a veces complicado.

 

Una búsqueda que me ha llevado al encuentro con mi actual propósito vital, el de ser feliz, el de ser buena persona, buen educador, y el de hacer, de este mundo, con mi presencia, con mi tesón y constancia, un lugar mejor. Desde ahí encuentro pleno sentido a lo que hago, aunque a veces la responsabilidad y la incertidumbre me puedan; aunque tenga que aprender a convivir con ello, simplificando lo que hago sin dejar de hacerlo bien, ser indulgente conmigo mismo sin dejar de intentar dar lo mejor de mí.

 

Viviendo con sentido, encuentro que como educador, he de buscar que lo que haga también tenga sentido para otros, o más bien, ayudar a que los otros encuentren el sentido de lo que hacen. Desde ahí, me embarqué en la aventura de Jaulas Abiertas, en la cual ya llevaba caminando más de un año, pero esta vez, con el firme y claro propósito de dotar a la formación de educadores y educadoras de sentido, coherencia, globalidad, experiencia y saber. Llevar a la práctica las bellas intenciones no es tan sencillo como esgrimir verbal o textualmente dichas intenciones. Pero es ese el reto que asumo, y el propósito de mi formación, o al menos eso pienso yo.

 

En ese proceso, a veces me ahogo, a veces me encuentro. Pero abocado por mi vocación, como diría María Zambrano, habitando la paradoja de encuentrar mi libertad en la obediencia, a aquello que me llama. Ese llamado que siento, desde hace años, de querer hacer de este mundo un lugar más sano, más justo, más humano. Ese querer contribuir a que los niños y niñas, puedan habitar con pleno sentido su infancia, juventud y madurez.

 

El sentido de poner mis virtudes al servicio de la evolución, aunque me cueste a veces la misma piel.

 

El sentido de conectar con mi esencia, y de ayudar a otros en el camino, a que conecten con la suya.

 

El sentido de servir a los demás, desde el amor a mi misión.

 

El sentido de sentir la vida, de morir satisfecho, porque he sabido aprovecharla, porque supe valorar el regalo que me fue dado.

 

Desde ahí, te invito a preguntarte, sin miedo, o incluso con él.

 

¿Qué sentido tiene esto que estoy haciendo? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿Qué pienso hacer con este día, que no volverá? ¿Qué pienso hacer con esta vida, antes de que se extinga?¿Cómo puedo contribuir a que las criaturas construyan su sentido de vivir?

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Trabajo, labor y acción, Hanna Arendt.

 

La pregunta por el sentido vengo haciéndomela desde que tomé conciencia de cómo vivíamos muy alienados, dominados por la mente, por la futurización, por los medios de comunicación. Desde esta toma de conciencia, gran parte de mi ser ha ido en la búsqueda de sí mismo, de mí.

 

Con Nieves, la búsqueda se ha convertido en re-encuentro, a través de las lágrimas, las risas, las emociones y aperturas pedagógicas que se nos abrían en cada sesión. Aperturas que se producían en el diálogo, en la mirada, en cada uno de los poemas que abrían las sesiones, en cada una de las conversaciones con el pasado, con la tradición: María Zambrano, Hanna Arendt...

 

Hanna, con su clasificación de la actividad humana, nos ayudó a distinguir entre Trabajo, labor y Acción. Labor, sería aquello relacionado con la subsistencia. Trabajo, guardaría relación con la producción, la creación y la transformación de cara a la satisfacción de nuestras necesidades más fisiológicas. Acción, sería un nivel más allá, que tiene que ver con un actuar en relación con las demás personas, para la libertad.

 

Como educador, pienso que lo esencialmente mío es la acción, es ese entrar en relación conmigo mismo y con el otro, desde y para la libertad. Mi misión es contribuir a que el otro que viene al mundo, sea capaz de hacer algo nuevo y singular, llegue a ser una persona libre, a construirse a sí misma como alguien única y singular. Mi preocupación por tanto, como educador segundo, como persona primero, es una preocupación porque el otro crezca, porque el otro sea.

 

Esto se traslada a cómo concebimos la Educación. Si concebimos la Educación como una homogeneización, estamos cosificando, y por lo tanto, no estamos actuando, sino trabajando.

 

Claro que, para ayudar al otro a ser alguien, a mediar entre lo antiguo y lo nuevo, yo también he de constituirme como un sujeto singular e insustituible (que no quiere decir imprescindible).

 

Sin embargo, la industrialización, la cosificación, la alienación y burocratización propias de los tiempos que nos han tocado vivir; muchas veces nos llevan a ser meros engranajes, meras máquinas, piececitas perfectamente sustituibles. Bajo una concepción tenocrática de los educadores y educadoras, y de nuestra formación; acabamos actuando como autómatas.

 

Y así, para lo único que serviremos, es para alienar a los demás, para hacer que los niños, seres llenos de vida, espontaneidad y autenticidad, acaben por ser seres grises, apáticos y egoístas. Si realmente queremos ayudar a que brille la humanidad y autenticidad de las personas, hemos de comenzar un proceso de reflexión, indagación y acción, sobre la propia práctica; para desde ahí, construir relaciones que nos permitan ser mediadores entre lo dado y lo nuevo de las personas que caen a nuestro cargo.

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Relación y autoridad

 

La mayoría de las escuelas han borrado las relaciones de su seno. Como en Matrix, las personas suelen permanecer aisladas, lobotimazadas, robotizadas. El docente, como un autómata dominado por la inercia de la cultura escolar y social, por las exigencias de familias y mercados; mantiene a las criaturas en la misma situación de dominación.

Desde ahí, ¿cómo vamos a hacer libres a las personas?

No es posible educar, a no ser que sea a través de las relaciones. Relaciones entre personas, de persona a persona, de corazón a corazón. Así que vamos a cerrar los libros de texto, vamos a dejar los pupitres a un lado, y partamos en la búsqueda del encuentro con la mirada, con el tacto, con el alma de las otras personas.

Solo construyendo relaciones auténticas, como seres humanos, entre el educador y los educandos, o mejor aún, entre los maestrices, como diría mi amigo Pablo Torres, podemos llegar a construirnos como seres humanos libres, únicos y capaces.

El ingrediente mágico de esas relaciones es la autoridad. Pero hablamos de una autoridad que no es poder, sino confianza en que el otro nos quiere hacer crecer, que nos acepta como somos, que nos quiere y quiere lo mejor para nosotros. Que está ahí cuando lo necesitamos. Una autoridad que es concedida, que es frágil. Una autoridad que se gana día a día, solamente si como maestrices somos capaces de ver al otro desde el amor y el respeto a su persona e historia vital.

La autoridad, cuando se nos da, es un tesoro por el cual hemos de velar. No podemos aspirar a ganárnosla, ni esperar a que nos la den. Lo más maravilloso de ella, es que como tal, nos recuerda que somos personas, impredecibles, libres y únicas.

 

La relación con el conocimiento

 

Enseñamos con una materia, no enseñamos una materia.

 

Cuando hablamos de establecer relaciones en la Educación, no solo hablamos de relaciones entre las personas, sino también de relaciones con el conocimiento. Relacionarse con el conocimiento es mucho más que memorizar, que aprobar exámenes, que hacer ejercicios.

Relacionarse con el conocimiento, es hacerse preguntas, es hacerse persona, es tener curiosidad. Para ello, el primer paso que hemos dar, como siempre, empieza en los maestrices (educadores y educadoras, pero también aprendices). No podemos pretender que las criaturas establezcan relaciones con el conocimiento enriquecedoras, sino nosotras no hemos un crado con esa cultura, con ese conocimiento. Nadie que enseñe algo en lo que no cree puede despertar entusiasmo en los demás. Por tanto, no se trata solo de saber enseñar, o de saber aprender, sino del tipo de preguntas y respuestas que nos hemos hecho respecto a la materia o asignatura en cuestión.

Mientras más centrada está la identidad en el conocimiento, más necesario y arriesgado es preguntarse acerca de la relación con el conocimiento, ya que una de las respuestas que se puede encontrar es la de que muchas de las cosas que antes considerabas muy relevantes, ya no lo son.

Cuando hablamos de relaciones con el conocimiento, la distinción entre autoridad y poder también cobra mucho sentido. Una materia pierde autoridad en la medida en que la materia te domina, cuando subordinamos todo a la lógica de la materia.

La relación con el conocimiento gana autoridad a medida que se prioriza la relación del alumnado con el conocimiento, con su sentido, con sus vidas.

Cuando te planteas qué sentido tiene lo que quieres enseñar, y qué quieres enserñar, se abre un proceso de diálogo con el conocimiento, que puede llevar a una reordinación del mismo.

La misión esencial del profesorado, es precisamente ser ese puente que facilita la conexión de los estudiantes con el conocimiento:

 

Entendiendo que, mi libertad no acaba donde empieza la tuya, sino que empieza donde empieza la tuya, porque la libertad es algo que multiplica.


Recordando que, hay un raticida universal en nuestra labor, que es la falta de expectativas ante el otro.


Desarrollando constantemente nuestra capacidad de autoanálisis, de estar alerta ante ciertas cuestiones, de hacernos preguntas, aunque sean incómodas.Aceptando que, lo importante en este proceso es la pregunta hacia ese sentido, es la actitud intencional de búsqueda, no lo es tanto la cantidad de respuestas que encontremos, o llegar a la meta. ES HACERSE LA PREGUNTA, algo a lo que se puede llegar desde muchos lugares y caminos. Desde la necesidad, desde el deseo de cambio...





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Epistemología Femenina

Epistemología Femenina

 

Desde hace años vengo practicando la meditación, leyendo y experimentando acerca de herramientas para el autonoconocimiento, el bienestar y el crecimiento personal. Experiencias que me han llevado a una vida cada vez más consciente, más presente. En esas experiencias, uno de alguna manera ya intuye cuando está junto a personas y corrientes que acompañan de alguna manera experiencias y procesos similares.

 

Relacionado con esos procesos, algo bastante presente en esos círculos, es un análisis y reivindicación de la vivencia en términos de género y patriarcado. Fue hace ya unos años cuando comencé a descubrir qué era eso de lo “femenino” y lo “masculino”; cómo lo femenino había sido oprimido, ninguneado y ocultado por lo masculino, en una sociedad patriarcal; y de qué manera podía yo equilibrar mi lado femenino junto al masculino, todo un reto para un hombre.

 

Creo que este análisis, esta manera de comprender y de estar en el mundo, para reconstruir mi ser a partir de dicha comprensión, ha sido una de las cosas que más me ha marcado como educador en los últimos años.

 

Esta comprensión comenzó, fundamentalmente a través de Claudio Naranjo, y su libro “Cambiar la Educación para Cambiar el Mundo”. Adjunto dos producciones que elaboré a partir de dicha lectura, que repito, me marcó profundamente. Gracias a ella pude entender muchas cosas:

 

- Que podemos hablar de diferentes dimensiones: Masculino, femenino e infantil.

 

- Que a cada una de ellas les corresponde una esencia, una manera de ser, unos valores... Lo masculino se relaciona con la razón, el intelecto, la abstracción, la palabra, la futurización, el individuo, la competitividad... Lo femenino, la acción, la emoción, la comunidad, los cuidados, lo concreto, pequeño y presente... Y lo infantil, con el instinto, el placer, el goce, lo impulsivo.

 

- Que en la sociedad patriarcal, lo masculino se ha impuesto sobre lo femenino y lo infantil, produciendo un desequilibrio, tal que, los valores masculinos degeneran en destructivos, alienantes y opresores, mientras los femeninos e infantiles no pueden mostrar su potencial enriquecedor.

 

Fue a partir de esa comprensión como me lancé en la búsqueda del equilibrio de ambas partes en mi ser. Así, comenzó un proceso realmente complejo, pues en una sociedad fuertemente patriarcal, dicho equilibrio es todo un desafío: cómo estar en el presente y atender a lo concreto, sin dejarse llevar por la futurización constante y el deber ser; cómo cuidar de los otros, en un marco de alta competitividad, individualismo y egoísmo; cómo conciliar el placer y el instinto con el deber y la razón; cómo encarnar mis pensamientos en mis acciones, más allá de discursos vacíos y abstraídos de lo concreto...

 

Y en esa búsqueda, me encontré acompañado, con muchos colectivos, movimientos sociales y personas que caminaban por senderos paralelos. Descubrí la defensa de la personalidad holística propuesta por Ángel Pérez, los movimientos del feminismo de la diferencia que pugnan por reconocer, visibilizar, compartir y valorizar aquellas dimensiones “femeninas”: dejar entrar las emociones en los procesos educativos, construir relaciones basadas en los cuidados, el cuidado de la estética, la habitabilidad, la belleza, los detalles, lo concreto, lo pequeño...

 

Y es esta, la misma fragancia, la misma búsqueda, el mismo encuentro que sentí en el Martinet, que sentí con Pepe Contreras, con Nieves Blanco y con Eduardo Sierra; esta vez, con sus correlatos académicos y educativos.

 

Y es esta fragancia, la gran lección, el gran aprendizaje que extraigo del módulo de Nieves. Un módulo que me ha llevado a un giro radical respecto a mi manera de entenderme como educador e investigador; a través de un abordaje sutil de conceptos de esos que una vez que se interiorizan, te transforman y expanden. Conceptos como autoridad, relación, saber, cultura, vocación, mediación... Narrar cómo sentía estas sesiones con Nieves me resulta muy pero que muy difícil.

 

¿Cómo expresar con palabras sentimientos tan hondos, maneras tan sutiles?

 

Espero, a través de los siguientes textos, que poco a poco pueda mediar entre ese sentir y tu comprensión.

 

Eduardo Sierra (7 de Febrero):

 

El día Miércoles 7 de Febrero, salía de la clase de Nacho Rivas, cuando me encontré con mi amigo Eduardo Sierra, quién me dijo que venía precisamente a hablar sobre su tesis en la clase de Nieves.

 

Yo, que había querido asistir a la defensa de la misma, decidí quedarme. Bastó esta sesión para querer cambiarme a este módulo, cosa que hice gracias a la flexibilidad de Nieves, quién me dijo que no había problema, que el módulo recién había empezado.

 

A lo largo de la sesión con Eduardo, una de las cosas que más me impactó, y que ha formado parte de manera continua a lo largo de todo el módulo, es la esencia humanizadora que podía sentir en él, en Pepe Contreras y en Nieves Blanco. Constantemente, percibía como una fragancia sutil en todos ellos, que les reconocía como común, y que me resonaba fuertemente.

 

Una fragancia que olía a humano, a femenino, a vivo...

 

Vamos a abordar esta fragancia desde la dimensión epistemológica, y más concretamente, en su manifestación en la actividad investigadora:

 

Investigación femenina:

 

Investigar desde ese equilibrio, desde esa esencia de la que llevo hablando hasta ahora, supone una humanización de la actividad investigadora. Esta humanización se caracteriza por centrarse en el encuentro con lo vivo, y en el caso de las ciencias sociales, con las personas.

 

Ese encuentro con las personas no puede producirse a menos que el investigador parta de habitar su propia persona, de exponerse desde sí. Por tanto, los fenómenos a investigar no se realizarán como abstracciones y objetivizaciones de las teorías; sino que iremos en la búsqueda de cómo las personas viven, sienten y construyen dichos fenómenos.

 

Un ejemplo muy claro de esto nos lo muestra Eduardo Sierra, que con su tesis, pasó de tratar el fracaso escolar como algo objetivo, conceptualizable, a algo que tiene historias detrás, algo que viven las personas.

 

Descubrimos entonces personas, concretas, que viven y sienten. No hablamos ya de meras abstracciones, de pensamientos proyectos y construidos desde la fantasía y la proyección mental y racional del investigador; sino de un encuentro genuino, cercano y humano con las personas, sus historias y vivencias.

Paradójicamente, ocurre que es a través de esas historias concretas, de esas vivencias, de lo pequeño, cómo podemos ahondar en la profundidad de dichos fenómenos, ; y desde ahí, abrir las reflexiones educativas.

 

Pero para que se produzca ese encuentro con lo concreto, lo pequeño, lo real y lo vivo; uno tiene que limpiar la mirada, la manera de acercase y abordar la relación investigadora. Para que esto se de, el investigador tiene que aprender a reconocerse a sí mismo en esa relación, y a habitarla conscientemente. A través del reconocimiento de lo propio, es cómo uno puede acercarse al otro, mediar con su mundo, sin las proyecciones, prejuicios, juicios de valor y esquemas de comprensión cerrados que nos acompañan como investigadores.

 

Y desde ahí, trascendiendo los juicios de valor, los miedos e incluso el deseo de salvar, de curar, de transformar; buscamos una comprensión; evitando que nuestro bagaje, la mochila de lo conocido se

se sobreponga sobre esa mirada; y logrando, así, abrirnos a la comprensión de lo desconocido, ver aquello que está ahí, y no en nosotros. Se trata, en definitiva, de observar, receptivamente, la realidad, desde una actitud meditativa, capaz de atender al presente.

 

Se trata, en definitiva, de tener una disposición diferente hacia lo que vamos a conocer, una mirada más limpia, hacia encontrarnos no con un fenómeno cosificado, sino con personas. Nosotros tenemos un propósito, algo que abre, y desde ahí vamos a conocer a las personas, a las experiencias, hacia lo incierto, sin saber adonde vamos a llegar.

 

Para que esto ocurra, el investigador no solo debe hacer presente al otro, sino también habitar ese proceso, meditando, reflexionando, preguntándose. Y también, sintiéndose, porque a lo largo de la investigación, iremos percibiendo cosas: que nos inquietan, que nos remueven, que nos irritan... Cosas todas ellas, que pueden ser una oportunidad para una mirada hacia el interior, ¿por qué siento esto? Y, ¿qué hago con ello respecto a la relación y actividad investigadora?

 

La fenomenología, la investigación narrativa, la documentación audiovisual; vendrían a ser claros catalizadores de todo lo dicho hasta ahora. Profundizo más en esta “Investigación Femenina” en los escritos que produje tras los seminarios de Laura Duschatzky, Pepe Contreras, Alfredo Hoyuelos, Juan Sánchez Enciso.

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Yo, me Relato

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Relato, 8 de Enero

Relato, 8 de Enero

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Renacimiento

Yo, me Construyo

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Relato, 5 de Febrero

Relato, 5 de Febrero

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Sobre lo público y lo privado

 

Vivimos tiempos convulsos. El dinero, la codicia, el materialismo y el individualismo más egoísta son los cimientos que sustentan nuestros proyectos de sociedades, en un marco cada vez más globalizador. En esta convulsión, surge una pugna, entre el capitalismo y otras propuestas alternativas.

Maximización de beneficios, priorización de la rentibilidad económica sobre otros tipos de rentabilidades (social, medioambiental, cultural...); en un modelo de desarrollo impuesto, esclavo de los grandes lobbys económicos. Un modelo que esclaviza, que ata, que nos suicida. Un modelo cuya riqueza se basa en cuántos “bienes” materiales se tengan, y no en la felicidad, la salud...

Y así, esta lógica maníaca, exhacerbada, que corrompe, que margina, que destruye; se impone sobre otros modelos que persiguen la equidad, la justicia, la libertad, la felicidad de la sociedad, el desarrollo sostenible.

A través de discursos deslegitimadores, de estrategias maquiavélicas para el control de la población y la economía, de represión y violencia sistemáticas ante quién se rebela...; vuelven a imponer su Neoliberalismo, dinamitando a golpe de decreto nuestros derechos más básicos, privatizando y externalizando constantemente, cada una de las instituciones públicas.

Ante esta situación, ciertos colectivos salimos en defensa de lo público, ya que entendemos que los beneficios han de ser para todos y todas, y no para empresas particulares. Entendemos que derechos como la Educación, la Sanidad, la Vivienda, el Alimento y la Cultura deben ser derechos universales e inalienables. Dentro de estos movimientos encontramos diferentes posicionamientos (como es tradicional en las izquierdas...).

Uno de los posicionamientos que más extendido está es el de culpabilizar y responsabilizar a los “de arriba”, es decir, a los gobernantes; y esperar a que ellos nos brinden las respuestas, las soluciones. Suele esta posición ir acompañada de una concepción estatalizada de la sociedad del Bienestar.

Personalmente, estoy de acuerdo en que ciertas cuestiones y derechos deben ser garantizadas por todos y todas, y no por la caridad y la voluntad de determinadas personas y grupos. Sin embargo, pienso que la sociedad somos todos y todas, y de todos y todas es la responsabilidad y la capacidad de cambiar, de transformar, de defender y construir lo público. Si culpabilizamos únicamente a los de arriba, no solo nos olvidamos del papel que jugamos en la problemática, sino que además, les cedemos todo nuestro poder.

Lo público, para mí, no es lo estatal, sino la construcción y el empoderamiento colectivo de lo común, en la búsqueda del bienestar, la equidad y la libertad de todos y todas. Por tanto, ya no basta con quedarnos en la queja, en el discurso vacío.


“Miren ya sus cálculos y empiecen a ver el presente.

Este mundo somos todos, y todas somos la gente”

 

 

Hay que pasar a la acción, a sentirnos partes de lo común, y a tomar responsabilidad y participación en los asuntos que afectan a nuestras vidas y comunidades.

Por tanto, si realmente queremos defender lo público, dejemos la cultura de la queja, hagamos redes horizontales de resistencia y creación, de apoyo mutuo y solidaridad. Dificilmente si no podremos llegar a cambiar algo en un contexto como el nuestro.

Ciertas personas piensan que solo puede cambiarse algo cuando uno está arriba, en el poder. Para mí, más allá de toda su retórica, creo que se equivocan de lleno cuando piensan que es la única manera. Como educadores y educadoras, y como ciudadanos, hemos de empoderarnos de las instituciones públicas. Este empoderamiento se produce esencialmente desde las bases, a través de la asamblea y la autogestión. Sin embargo, en estos procesos, quién esté en los puestos de poder de las instituciones puede facilitar u obstaculizar dichos procesos. El poder, las instituciones, han de servir para fomentar, facilitar y propiciar que eso se de. Han de ser en cualquier caso guardianes de la libertad, de la equidad, de la amorquía; y nosotras, personas, sea el que sea nuestro ámbito; hemos de aprovechar las posibles alianzas, entendiendo que ellos y ellas, políticos y políticas, ténicas y aserores, no son más que personas, cuyo papel es servirnos a todos y a todas, al igual que cada una de nosotras y nosotros hemos de servir a los demás.

Más allá del rol de funcionario o funcionaria, de empresa privada o institución pública, mi sentido de lo público trasciende todas esas dualidades y las integra, en una concepción, en la que todos y todas, sean a través de iniciativas reguladas por las administraciones gubernamentales o no, contribuimos en la construcción de la sociedad, con esa mirada de ahondar en nuestro interior, en la búsqueda de ese compromiso de querer dar y darnos, de encontrar un propósito que nos dignifique y ayude a crear de este un mundo mejor.

En este sentido, me parece que las crisis que estamos viviendo son un buen revulsivo. Hasta ahora, pareciera que anduviéramos dormidos y dormidas. En nuestras burbujas de bienestar material, nos olvidamos de cuestiones fundamental: ¿Qué pasa con los otros países? ¿Y con nuestro entorno natural? ¿Quiénes nos planteamos estas cuestiones, sino una minoritaria masa crítica, activa y reivindicativa? Me alegro de que esto nos sirva para reducir nuestra espiral de consumo, para comprender la insostenibilidad y no deseabilidad de un modelo económico neoliberal, para tomar conciencia de que o tomamos parte de los asuntos colectivos, o estamos vendidos; y para pasar al compromiso, la acción y la construcción, en el día a día, de un mundo de paz, de felicidad, de amor, realización y sentido.

Me alegro de que se haya cuestionado este Estado de Bienestar, que no dejaba de ser un modelo paternalista y muy insuficiente, en el que solo ciertas cuestiones se consideraban inalienables; mientras la especulación, el desastre ecológico y las reglas del mercado seguían dominando otros tantos derechos y deberes: la vivienda, la alimentación, la energía, los medios de comunicación...

La mayoría de la sociedad quiere vivir en paz, con amor y justicia. Pero, hemos de dar el paso a mojarnos. Las guerras, el mal reparto de la riqueza, la insostenibilidad... Todo ello forma parte de una problemática compleja y profunda, cuya raíz, a mi parecer, está presente en cada uno de nosotros y nosotras. Dejar el fatalismo a un lado, abandonar los discursos vacíos y la palabra, y pasar a encarnar en nuestro entorno, en nuestro día a día, una ética de los cuidados, una presencia de las emociones, la ternura y el cariño; es, a mi parecer, el camino que puede dar la vuelta a toda esta ficción neoliberal; una realidad ficticia financiara que no tiene más sustento en la realidad que en sí misma; apostando, en nuestro consumo, en nuestra elección, por una Economía Real y sostenible, lo que algunos de mis amigos y yo convenimos en denominar “Ecosínuestra”: Bancas y Cooperativas de crédito éticas (Fiare, Triodos Bank, Coop57), cooperativas de energía verde (Coopsum...), grupos de consumo ecológico y local, tiendas de segunda mano, monedas locales (Málaga Común...) consumir menos, vivir mejor,; y un sin fin de cosas por hacer y disfrutar ayudando y cuidando a las demás personas y a nosotras mismas.

 

¿A qué esperamos?


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Manifiesto en defensa de la Educación Inclusiva

Manifiesto en defensa de la Educación Pública

Romper los barrotes, aprender a volar

 

Vivimos alienados, bajo una lógica alienante. Al servicio de nadie. El ser humano se esclaviza a sí mismo, y acaba por ser como máquinas. Todo eso de la democracia, el bienestar... Pura mentira, al igual que la democracia, una mentira. Mi percepción de la realidad es que estamos inmersos en una gran farsa, dando vueltas como hámster en una rueda, y además, enjaulados. Vamos corriendo de acá para allá, muchas veces sin saber porqué, o sabiendo que ese porqué es externo: nos motiva competir, sobrevivir, mantener un empleo...; pero, ¿cuánto de lo que hacemos parte de una motivación interna, por lo que hacemos en sí? ¿Cuánto hacemos porque los demás nos dicen?

 

Hemos creado un entramado tan complejo: tecnología, autopistas, internet, ordenadores, televisores, problemas que parecen irresolubles. Y todo con una problemática tan grande... Da la sesnsación de que corregir el curso, es tan complicado... Todo se complica, educar mejor, construir otro modelo ecosinóstrico... Y sin embargo, a veces tengo la sensación de que todo es mucho más simple...

 

Creo que hemos perdido una parte esencial de nuestro ser, que es somos animales, que somos naturaleza. Desde ahí, hemos creado una forma de vida ultra artificial, entre comillas, pues lo humano que puede tener, se esfuma al momento en que sometemos esa faceta (capacidad de hablar, de producir, de crear...), a un constante ir de allá para acá, teniendo que atender a muchos objetivos paralelos, competir... Y así, nos cuesta tanto ser felices. De hecho, lo que no nos cuesta en absoluto, es complicarnos la vida, es hacernos infelices.

Perdida nuestra capacidad de conectar con el presente, con lo auténtico de nuestro ser, con nuestras necesidades más biológicas, con la vida, con la naturaleza, con lo sencillo...; nos encontramos perdidas, desorientados. Todo comienza desde la escuela, con todas sus tareas impuestas, sus deberes carentes de sentido... Perdemos la curiosidad, las ganas de vivir, la iniciativa, la autogestión de nuestro propio proceso de aprendizaje.

 

Ese aparcelamiento que hacemos de nuestra vida, del conocimiento y de nuestro ser. Ese postergar lo importante para el final, y sobreponer todos los deberes... Todo ello nos hace vivir en una continua esquizofrenia.

De esa manera, en lugar de conectar con lo que realmente nos mueve, nos inquieta, aquello con lo que nos comprometemos desde el interior, que sentimos como nuestro propósito, deseo, necesidad... ; acabamos actuando desde el deber, casi siempre. Y esa parte está bien, es decir, el ser capaz de tener cierta disciplina y no hacer siempre lo que uno quiere; pero para según qué cosas, no tiene porqué ser la norma de nuestra acción. Me refiero por ejemplo, a cómo la escuela concibe el motor del aprendizaje, o a la labor del ser humano en la sociedad.


Quien lo quiera y se siente bien en una rutina mecanizada, estupendo; pero existimos personas a las que nos cuesta encajar en la obligatoriedad, en según qué rutinas; nos gusta sentirnos libres, crear, hacer lo que amamos, y amar lo que hacemos; necesitamos atender a nuestra llamada interna, a nuestras necesidades y motivaciones. Y eso no se puede cercenar sin más, bajo ninguna excusa, y menos ser la pauta que guíe nuestra existencia. Podemos aportar mucho más desde la libertad y el hacer lo que amamos.

 

Ni la escuela ni las familias se deben creer con autoridad moral para castrar y limitar a las criaturas, con deberes rutinarios, mecanizados; desde edades más tempranas. Han de propiciar la motivación, el sentido. No debe moralizar a las criaturas a través de los deberes y la exposición pública en clase de si lo han hecho o no. No deben domesticarse ni el cuerpo ni el alma de las criaturas, sino todo lo contrario, expandirlas, nutrirlas, liberarlas...

¿Por qué cosas como ser feliz se han convertido en cosas minoritarias, innovadoras? La felicidad debe ser el fin último de la escuela, la sociedad, puesto que lo es del ser humano. No pueden sobreponerse ni el éxito ni la productividad. Los maestros y maestras tienen la oportunidad de construir y llevar a cabo proyectos integrados, motivadores, con sentido para las criaturas.

El reto está en hacer que esos deberes sean quereres. Pero claro, una cosa que me pregunto es: ¿Cómo van a ser capaces los maestros y maestras de plantearse estas cuestiones, si a lo largo de toda su formación académica han estado sometidos a la misma lógica, teniendo que hacer deberes y proyectos simultáneos, con un valor de cambio, y no de uso la mayoría de ellos? La carrera se convierte así en una carrera hacia el título, en una sensación de querer que se acabe, de querer pasar a otro punto. Y así, llegamos a ser maestros, y reproducimos... Queriendo que todo se vuelva a acabar, queriendo jubilarnos. Y cuando nos jubilamos, querremos volver atrás, pero ya es tarde.

En realidad, la cosa es bastante sencilla. Cuando actuamos de manera serena, con tiempos suficientes, con posibilidad de profundizar con tranquilidad, comprendiendo el sentido y relevancia de lo que hacemos; con amor, libertad, aceptación y respeto de nuestra individualidad y autenticidad; entonces crecemos, florecemos, sonreímos, amamos, queremos lo que hacemos y hacemos lo que queremos.


Y ahora, una pregunta que me hago, y que comparto con vosotras y vosotros: Ahora que me planteo todo esto..., ¿qué hago con aquello cuando me siento oprimido por las tareas? ¿Qué hago cuando siento que me lleva la competitividad?

 

Siento que si no busco la coherencia, la congruencia entre lo que pienso, siento y hago, no valdrá de nada todo lo que diga, y es más, quizás no llegue a ser feliz. Si la revolución no la hacemos desdes nuestras prácticas cotidianas, no vendrá por muchas palabras hermosas que lancemos. Por ello mi búsqueda, es contribuir en la construcción de ese cambio. Un cambio en la manera en que vivimos, nos relacionamos y nos educamos. El reto es grande y el desafío es largo, cuando se trata de ser coherente con las intenciones. Pero el proceso puede ser muy gratificante.

 

Menudo desafío, este de llegar a conectar con el potencial de nuestra humanidad, el de ser auténticos, el de rebelarnos ante la alienación. Pero qué estimulante, cuánta valentía requiere..

 

Y tú, ¿cómo sientes todo esto?

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Educar es construir sociedad

 

La intromisión de las políticas neoliberales en las políticas educativas, supone, en la práctica, la transmisión de las políticas organizativas propias de las empresas trasladadas al ámbito público de las Universidades. Una transmisión tan persistente, que acaba pareciendo lo natural, lo incambiable, la norma del sentido común.

Pues bien, trasladar esas políticas organizativas a las instituciones educativas, se basa, entre otras cosas en:

· Intervención desde la óptica desde la racionalización de los recursos.

· Búsqueda de eficiencia por encima de la profundidad.

Para lograrlo, implementan una serie de mecanismos de control, implantación jerarquizada de programas; sin tener en cuenta el sentido y la valoración que tiene para el profesorado, el cual muchas veces recurre a “hacer trampas” para producir “indicadores” con los que “conseguir recursos” y mantener una patraña, en definitiva. De esa manera, las personas que formamos parte de dichas instituciones, ejecutamos la gran simulación. La simulación de la apariencia: no importa cual es el contenido. Importa que te sitúes en el cumplimiento de los indicadores: cuantos artículos produces, a cuantos congresos asistes, cuántos cursos eres capaz de sumar a tu currículum para la obtención de puntos...

La excelencia, la mediocracicación de los sistemas públicos, la imposición de un modelo racionalistas, productivista, eficientitista; ¿por qué no se mide la felicidad?

Todos estos recursos y programas, toda esta política, se financia por instituciones como el banco mundial, el banco interamericano del desarrollo, el FMI.... A cambio claro, de perder el dominio y la independencia, y a pasar a estar en manos de reformas y decisiones externas. Algo que, de hecho, ha ocurrido en muchísimos países (¿os suena?).

Y yo me pregunto, más allá de la patraña, de la academia que se sostiene a sí misma: ¿qué razón de ser tiene una institución como puede ser la universitaria? ¿Y la escolarización?

Nos enseñan a movilizarnos desde motivaciones externas, a hacer cosas sin sentido propio, y desde ahí, vamos aprendiendo el teatro de la vida, el de actuar en búsqueda de dinero, con el que comprar cosas y sobrevivir, pero siempre, con la pregunta: ¿qué sentido tienen las cosas que hacemos

¿Dónde queda la autenticidad? La universidad, por mucho que sea de la vanguardia, muchas veces no deja de estar aislada de realidad, de práctica. Cuando hablamos de selección del profesorado, ¿no habría que hacer énfasis en la formación, en llegar a consolidar una formación llena de estímulos políticos, sociales, culturales, intelectuales y vivenciales?

En el 68, la Universidad jugaba un papel como transformadora de la sociedad. Claro que a cambio, toda la eficiencia, la titulitis, cobraba mucha menos importancia. Hoy en día, ¿qué nos importa más? Si para tres días de huelga que hay al año, nos la tomamos para hacer los deberes de la universidad, o para ir a la playa...; y además nos creemos que no podemos hacer nada (cuando ni siquiera hemos movido un dedo, cuando podemos hablar, organizarnos y expresarnos mucho más fácil y libremente que hace décadas). ¿Qué quedó de la posición crítica y radical de la universidad?

A lo largo de mi formación, no siempre he pensado esto. Han habido ciertos conceptos, vivencias y dinámicas que, junto con mi formación social y política me han ayudado a pensar y decir precisamente todo esto, por muy paradójico que resulte. En cualquier caso, hay que dar pasos mucho más allá, y entender que la formación más relevante, es aquella que persigue el saber que emerge de la experiencia, tras un proceso de análisis y aprendizaje constante y compartido.

En esa impostura muchas veces nos encontramos, con sendos dilemas, a poco que pensemos sobre ello con cierta conciencia. El reto, para mí, es ir liberándome de estas imposturas, hasta alcanzar espacios desde los que propiciar la crítica, la reflexión, la vivencia y el saber desde la experiencia, lleno de sentido; y contribuir en la creación de una Universidad para la VIDA, que solo imparta una Licenciatura: Licenciatura de la VIDA; para desde ahí, formar a la persona para que aprenda a aprender, pudiendo entonces aprender lo que se proponga.

Al Educar construimos un proyecto de sociedad, que se concreta en lo local. Pues bien, tenemos que hacer ingeniería genética para hacer un nuevo proyecto de sociedad. Transformar la escuela y la Universidad, es querer transformar la sociedad.

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“El encuentro con la propia voz (en el texto)”



El día 12 de Febrero de 2014 tuve la suerte de asistir a un taller de escritura creativa, de la mano de Laura Duschatzky, invitada por Nieves Blanco, profesora de la Universidad de Málaga. Digo suerte, porque de nuevo sentí la magia que se despierta en mí, cuando me enamoro de la vida, y de la Educación. Fruto de este taller, y de este amor, comparto con vosotras y vosotros este escrito.


Lo complicado de lo sencillo es encontrar tu esencia.


A veces me despierto, aún dormido, y me acompaña esa sensación hasta que duermo, aún despierto.   

Y mientras tanto, camino sobre una delgada cuerda, que es la tensión, entre el querer y el deber, entre la vida y la muerte. Sé que mañana moriré, no en un mañana literal (espero), pero sí figurado.

Puedes pensar que soy muy joven para pensar esto, pero no lo puedo evitar, es más, no quiero. La vida es un instante efímero, fugaz, atemporal: veinte, treinta, sesenta años..., no son más que un instante, presente,  incomnensurable, que solo puede ser vivido, sentido y amado.

Consciente de que un día la cuerda se romperá, quiero aprender a caer, quiero volar.

Sobre la cuerda, miro a mi alrededor:, me envuelve un espacio insondable, sobrecogedor, sublime. Innumerables estrellas me susurran, esbozando con sus multiversos la poesía cósmica. ¡Que espectáculo tan hermoso, como me gustaría poder tocarlas sin quemarme!

El universo hace el amor mientras el sol aparece en el horizonte. Mi corazón palpita, mi pecho llora, tengo miedo, pero me acaricia ese calor tan delicioso.

Respiro hondo, me siento más agradecido y vivo que nunca.

Está bien, la vida apremia. Miro hacia abajo. A mis pies, un hermoso planeta. Senos oceánicos, vientres continentales... Es la madre tierra. Estoy nervioso, vibra un cosquilleo en mi estómago. Siento ganas, ilusión y esperanza. Estoy tan asustado como eufórico, es el momento. Voy a hacerlo, quiero saltar.  

 ¡¡¡¡Salto!!!!  

Al llegar, moriré, volveré a ser polvo de estrellas. Pero al menos, ahora vuelo, hacia lo profundo de mi existencia, hacia lo autentico.

Vuelo tan rápido, que rompo las leyes del universo y viajo junto a los rayos de luz... El tiempo se acelera, mi pasado comienza a alejarse, tanto tanto..., que me pierdo. Abro mi mochila, en busca de un paracaídas, y mis recuerdos quedan atrás. Y quedo yo, casi sin identidad. Solo conservo mi personalidad, mis emociones. Me busco y me busco, pero no me encuentro.

De nuevo, busco en mi mochila. Nada que me identifique, solo un papel lleno de garabatos y un lápiz sin punta.

Solo me queda narrarme, romper las barreras entre la ficción y la realidad, el sueño y la vigilia, lo imaginado y lo posible.

Busco desesperadamente una goma y un sacapuntas, pero no tengo. A medida que caigo, y me acerco a la vida, van ardiendo todas mis ropas, mi mochila, el paracaídas. No encuentro, no encuentro... Solo, mi cuerpo desnudo.

Desesperado, desesperado de querer escribir y no poder, de sentir la pulsión de crear y encontrar barreras... Lanzo un grito desgarrador,  y de manera instintiva, seco las lágrimas con la hoja, y descubro, que aunque no esté en blanco, me quedan los márgenes para escribir. Así que, como animal que soy, afilo el lápiz con mis dientes, a bocados. Y tosca pero firmemente, con suavidad, comienzo a pincelar trazos, mientras me digo a mí mismo, tranquilo, que la vida es eso, disfruta el regalo.

Imposible, malo, la vida es dura, no hay alternativa. Corre, corre, tienes muchas cosas que hacer. No hay tiempo para ver atardeceres, ni para saborear esa comida.

¡Oh no, quien habla no soy yo!.

¿Pero, ¿por qué? Intento articular fonemas con mi boca, pero no salen. Cuando salté, perdí mi identidad, y con ella, la voz. Y lloro, desesperadamente, como un bebé que se siente desprotegido, que abre los ojos sin saber quién es, hacia donde va.

Mi sabia y anciana alma me consuela, me besa, me acaricia. Me tranquiliza, diciendo que esa no era mi voz, y que la identidad, era una máscara carente de rostro.

Perder algo, aunque no sea propio, duele un poco. Duele porque es tiempo, porque son emociones, recuerdos, aprendizajes, aunque en parte nos cubran.

Pero más doloroso es, que no duela mucho, porque significa que lo que se perdió no es nuestro, que no estábamos ahí. Algo así como comer y no saborear, como saberse afortunado y no sentirlo, como hacer el amor y no fundirse con el placer y el amor mismo.

Dice un proverbio chino, que si duele, es porque cura. Cura saberse perdido, alienado, ausente; cura quererse libre, sentirse pájaro enjaulado...

Pero lo que más cura, lo que más cura es forjar la presencia, encontrarse con el mundo, y a través de ese encuentro, descubrirse a uno mismo.



Y eso es para mí, el encuentro con mi propia voz.



Amasando las ideas



El relato que he escrito a modo de preámbulo, de alguna manera contiene lo que me ha resonado de este taller, en una síntesis muy personal. Para poder desmembrarla con vosotros y vosotras, voy a pasar a un estilo menos literario, aunque no por ello mi voz e historia van a dejar de estar presentes.

Dos fenómenos he venido observando en mi vida en los últimos años.

Uno de ellos es que, desde que la idea de anarquía penetró en mi ser, he mantenido una cierta lucha interna, entre guiar mi vida desde dictados internos, y obedecer a mandatos ajenos.

El otro es, que, tanto en un caso como en otro, he sentido desde hace tiempo una profunda conexión mágica con el cosmos. Cada vez que me planteaba un dilema, como este, una pregunta, y me adentraba en la búsqueda, se daban situaciones, personas, lecturas, que entraban en diálogo conmigo, y poco a poco, me iban ofreciendo nuevos interrogantes.

Pues bien, hace aproximadamente una semana, esa pulsión libertaria comenzó a latir en mí con fuerza, ante la percepción de que mis deberes ahogaban mis quereres, y lo que es peor, de que lo que podían ser quereres, se convertían en deberes.

Una larga lista de tareas se me comenzaba a acumular. El estrés asomaba a mi puerta, y con él, cierta ansiedad, acompañada de bloqueos internos que aumentaban la lista de tareas, entrando en un círculo un tanto vicioso.

Un círculo de arenas movedizas, en el que mi ser comenzaba a ahogarse. Me sentía alienado, como si no estuviera presente. El tiempo volaba. Los días se sucedían uno tras otro, muy rápidamente. Y en toda esta mezcolanza, me sentía perdido, desorientado. ¿Qué hago con todas estas tareas, lecturas y artículos? ¿Cómo integro todas estas informaciones? ¿Qué relevancia pueden tener para mi vida?

El descontento comenzó a desaparecer con Alfredo Hoyuelos, otro ponente que me marcó profundamente, sobre cuyo seminario escribí la semana pasada. Con él, volvió a arder en mí la llama de la vida, el deseo de vivir desde la autenticidad de mi ser, disfrutando y divirtiéndome con el propósito que decidiera para mi vida, llevando la conciencia y la belleza a mis actos, a mi proyecto existencial.

Después, comencé a leer un oportuno libro que “casualmente” hacía tiempo había llegado a mi vida,  y estos días, “no sé muy bien porqué, estaba llamando a mi puerta”. El libro se llama Transurfing, y aunque su lectura no es de lo más agradable (repetición innecesaria de ideas, falta de síntesis en algunos puntos, algunas ideas que chocan), no esté de acuerdo al 100% con determinadas ideas, y me cause ciertos dilemas; he extraído diversas pinceladas con las que pintarme.

Pinceladas que, sintetizándolas, vendrían a decir algo así: La realidad no es única, sino múltiple. Existen infinitas variaciones de las misma. De alguna manera, en potencia, todas ellas acontecen a la vez. Son algo así como universos paralelos.

Nosotras, las personas, ejercemos un papel decisivo a la hora de que se materialicen unas posibilidades y no otras. Y en esta dinámica, nuestros pensamientos, sentimientos y acciones actúan como moduladores.

El problema, es que las más de las veces, estamos a merced de otras estructuras (dinero, medios de comunicación, trabajos, estrés, presiones...), que acaban por manipular y someter nuestra mente y cuerpo, y por tanto nuestra realidad.

Entonces, desconectadas, perdemos nuestra presencia y encarnamos guiones que no han sido escritos por nosotras mismas. La vida se vuelve gris, los sabores no saben, el amor no ama, el placer no satisface y la aventura tiene miedo.

Así pues, consciente de esta situación, me dispuse a darle la vuelta a todo ese sinsentido, y habitar mi mundo.

Mientras, otros sucesos iban añadiéndose a la pócima mágica. Por fin fui al cine a ver una película que mi compañera de vida, Esther, me había recomendado “La vida secreta de Walter Mitty”. En ella, se narra la historia de un hombre que vive una existencia un tanto gris y rutinaria, soñando despierto, como un refugio ante una vida vacía e insustancial. Comienzan a confabularse una serie de circunstancias que anima a Walter a descubrir en su propia piel, tras una serie de aventuras, viajes y hermosas vivencias, el lema de la revista para la que trabaja:


Ver mundo, afrontar peligros, traspasar muros, encontrarse, acercase a los demás y sentir. Ese es el propósito de la vida.



De nuevo, “casualmente”, justo cinco minutos antes del comienzo de la película me acababa de comprar por fin un saco de dormir, y había decidido lanzarme a recorrer aventuras por el mundo. Es más, de camino al cine, venía precisamente hablando con mi pobre madre, de mi deseo de saltar en paracaídas, de viajar lejos... Al salir de la película, me sentía conmovido, emocionado, como en ese momento del relato en el que voy a saltar de la cuerda.

Hoy por hoy, días después, y con más perspectiva, me doy cuenta de que esa sed de aventuras, ese querer saltar y volar, es algo literal, pero también metafórico, pues representan una nueva disposición en mí, para estar presente de una manera genuinamente viva.

Desde entonces, vibro en un nuevo plano, me siento nuevo, abierto, capaz, ilusionado.

Y como en ese momento del relato en el que encuentro mi ausencia, me dispongo a escribir mi propia historia, más allá de voces ajenas, de creencias limitantes destructivas, de programaciones obsoletas y hábitos poco provechosos; para, a través del encuentro con mi propia voz, escribirme a mí mismo y a mi guión.

De esta manera, hoy, gracias a Laura, Nieves, y a todas mis compañeras y compañeros, he descubierto que la escritura es un ejercicio espiritual idóneo para dicho propósito. La escritura, a través del encuentro con la propia voz, desde una disposición de apertura a la vida y al mundo, se convierte en una herramienta para el propio descubrimiento, para la reconstrucción personal, y lo mejor, para la creación de lo nuevo, de lo inexistente.


Gracias a la escritura, hoy me he sentido encontrado y enamorado, a pesar de sentirme perdido. Quiero seguir haciendo este camino, esta estela en el mar; y que mi propósito, aquello que me apasione, esté relacionado con inspirar esta ilusión y este deseo a otras personas. Despertar en ellas, en vosotras, en mí, las ganas de saltar, una y otra vez.


 ¿Hay propósito más hermoso para una producción, sea o no académica, que la búsqueda de aquello que nos conmueva a cambiar, a ser, a sentir; y en definitiva, a saltar y volar?


La escritura


No hablamos de escribir sin más, pero tampoco de un tipo de escritura. Escribir es un acto personal y único; y categorizarlo fríamente sería matar ipso facto la hermosa esencia que nos puede llevar al encuentro y a la libertad de crear/nos.


No obstante, hay ciertas ideas fuerza, con las que podemos tejer un tapiz, que nos oriente. Sirvan estas ideas, pues, tanto para la escritura como ejercicio, en un sentido literal, como en el sentido metafórico y espiritual como encuentro y transformación de nuestro ser y del mundo.

 

Escribir desde la propia voz.


Escribir desde la propia voz supone la búsqueda de uno mismo, de la propia historia y subjetividad, de un estado de consciencia presente. Supone por tanto partir de un encuentro con uno mismo, para desde ahí, escribir, crear, o vivir, según se entienda.


Para ello, al escribir, al igual que al vivir, de lo que se trata es de estar presente en cuerpo y alma, con presencia, en el acto de lo que estoy haciendo. Y al mismo tiempo, hemos de utilizar esta presencia para tomar conciencia de todos los escombros que nos impiden fluir en la escritura de un texto, de nuestra persona, o del mundo. Escombros como el de vivir más predispuestos que dispuesto, más desde la intención que desde el acto.


No se trata por tanto, el buscar la propia voz, de una intencionalidad de buscar la propia voz, sino una disposición abierta hacia ello, que se logra desde el propio acto de escribir, a pesar de los miedos, las incertidumbres, el vació y las tensiones que nos podamos encontrar. Quitar los escombros, en este caso, es pasar de la mente, al alma, de la predisposición, a la disposición, de la inteción, al acto, de la búsqueda, al encuentro. No hemos de esperar a que el miedo se vaya, a que nos venga la inspiración; sino que hemos de escribir incluso desde la desesperación.


De esta manera, iremos adentrándonos en un estado de presencia, que nos enriquecerá muchísimo. La escritura, enfocada de esta manera, se llega a convertir en un acto de liberación, libertad y goce.


Esto vendría a representarse en mi relato en ese momento en que me busco a mí mismo, más allá de voces que no son mías, para poder escribirme.


En la escritura, esto supone no ser meros trasncriptores, es decir, no vomitar sin más palabras y palabras, no copiar y pegar de una manera mecanizada; sino partir de lo que nos resuena, de los hilos que queremos utilizar para tejer nuestra propia historia. Supone pasar de la copia y reproducción, al acto de trazar, tejer, de dar pinceladas.

Hay que hacer un esfuerzo por no querer abarcarlo todo; sino dejarse ir, vaciarse. Y para eso, hay que matar al loro interno, a esa palabra vomitada.

Pero no solo hay que soltar al loro interno para que se vaya. También al policía, es decir, a la autoridad externa interiorizada, la voz del deber, que acaba dictando nuestros actos a través de órdenes que no son propias, de expectativas ajenas que erróneamente hacemos nuestras. Soltando por tanto ese “deber hacer”, y más allá, “ese deber hacer bien, perfecto”; es como nos encontramos con el potencial de nuestra capacidad personal.

Escribir es un arte, al igual que nuestra propia vida. Por tanto, requiere mimo, cuidado, detalle, elaboración. A diferencia de otras maneras de expresión, al escribir perdemos el cuerpo y la escritura del lenguaje hablado. Ya no hay entonación sonora, gestos no verbales que acompañen. Por tanto, hemos de buscar otro cuerpo para la escritura, que se da a través de la conjunción adecuada de la forma y el fondo, de lo que se dice y del cómo.

La belleza, la sencillez, la musicalidad, la capacidad de evocación, provocación y sugerencia se convierten entonces en pilares, principios y retos del arte de la escritura. 

Texto, etimológicamente, viene de tejido, y en ese tejer, hay que dar tiempo, seleccionar las palabras con acierto, hilándolas. Para lograrlo, podemos recurrir a diversas estrategias, entre ellas, la de ser capaces de ir y venir, escribir, leer, reescribir y releer, siendo capaces de elaborar un tapiz propio, bien tejido, capaz de hacer volar, de evocar y suscitar universos en los vacíos que existen entre el lector y la palabra.

Podemos también leer en voz alta lo que hemos escrito, ver la musicalidad, la cadencia de los sonidos, su armonía. Así, estaremos generando un proceso de desalienación, en el que de manera consciente iremos siendo capaces de volcarnos, reflexionar sobre lo volcado, deconstruyendo y volviendo a construir.

A través de esta manera de escribir, libre y consciente, bella y sosegada, iremos creando/nos, desde algo que antes no existía. Es por tanto un acto de libertad, de emancipación, de desalienación el de pasar de reproducir, de repetir de manera incosnciente, insabora e ingrata, a la creación de algo propio, único y bello; como puede ser nuestro destino.

Supone por tanto, pasar de esa llamada del deber a la del placer, sustituida por algo mucho más enriquecedor y constructivo, que es la firme determinación, y el compromiso con lo que hacemos, buscando que en nuestra vida esté mucho más presente nuestra voz (partiendo del hermoso hecho de que nuestra voz siempre será una elaboración fruto de la confabulación de muchas voces, que a su vez han sido forjadas por otras muchas voces).



Por ser producto de tu historia y de tu experiencia, tu mirada es única. Esa exclusividad y esa autenticidad es la que te guía durante la escritura, es la que da tono a tu propia voz.” (Michele Petit).

 

Mirar al mundo con ojos nuevos


No obstante, a pesar de que nuestra historia y experiencia hacen que nuestra mirada sea única, otro reto que nos proponemos es el de cuidar nuestra manera de estar en el mundo, y de mirar. Se trata de aprender a mirar de una manera limpia de prejuicios, etiquetas y juicios previos; para acercarnos a descubrir los matices de las cosas, todo lo que estas tienen que ofrecernos, que desconocemos; haciendo así que poco a poco, nuestra alma se expanda.


Escribir, nos ayuda de esta manera a canalizar nuestros pensamientos, sentimientos y emociones, a través de una expresión que nos haga crecer.

Claro que para ello, hemos de dejarnos influir y afectar por las experiencias; pues como decía Nuria, ¿cómo va acompañar mi mano al bolígrafo en el trazo de sus palabras si no las siente?

Sentir, adentrarse en la experiencia, desde esa mirada, es crucial para el encuentro con uno mismo, y con la propia voz.  Se trata de una actitud que nos acerca a querer tocar lo vivo, como cuando un niño repara por primera vez en su propia sombra.

Estar abierto a lo vivo es querer llenarme de ello, es ir a descubrir, a conocer, a encontrarse con el otro, con lo otro, sin odio, sino desde el amor a la propia voz.

Me despido con una cita de la película de Léolo, que nos enseña, que a través de la escritura, podemos encontrar un refugio para nosotros mismos, incluso en las situaciones más difíciles; y que a través de la escritura, podemos llegar a ser más autores/protagonistas de nuestra propia vida, dueñas de nuestros  actos.



Lo único que le pido a un libro es que inspire energía y valor. Que me diga que hay más vida de la que puedo abarcar, que me recuerde la urgencia de actuar”.

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Inspirado (Alfredo Hoyuelos)

 

Gracias, Alfredo


Hoy he tenido la enorme fortuna de asistir a un seminario con Alfredo Hoyuelos, responsable de los Talleres de las Escuelas Infantiles municipales de Pamplona, y un gran conocedor de los planteamientos educativos de las escuelas de Reggio Emilia (Italia) y de Loris Malaguzzi.

Y quiero compartir con vosotros y vosotras la impresión tan honda que este hombre ha causado en mí.

Gracias a Alfredo, me he vuelto a enamorar de la vida, de los niños y las niñas, y de mi misión, la Educación. Qué hermoso tener la oportunidad de sentir amor por el camino que uno recorre, e ilusión.

Con él, me he dado cuenta de muchas cosas:

Lo hermoso que tiene mi labor, nuestra labor, la de todos y todas, que es la de educarnos y ayudar a otras personas a educarse.

Lo hermoso que es vivir la vida poéticamente, haciendo de nuestra vida hermosa poesía, viendo la auténtica belleza que nos rodea, la esencia tan mágica que hay en lo sutil.

Y todo eso me lo enseña Alfredo, pero realmente, la suya es la voz de los niños y las niñas, o mejor dicho, del conocimiento que seres como él, lúcidos, sensibles, reflexivos y conscientes pueden aprehender de las criaturas.

Niños y niñas que tienen tanto que enseñarnos... Ellas y ellos son seres maravillosos, con hermosos y tremendos potenciales que casi no podríamos ni imaginar. Nuestra tarea es pues desarrollar la capacidad y la sensibilidad para poder ver todo eso, y vivir con ellos esos procesos, desde la libertad, adentrándonos en experiencias que escapan de nuestro control, sumergiéndonos en la incertidumbre propia de la vida, de su hacer, de su ser.

Y ahí la Educación tiene mucho que hacer, y que dejar de hacer, casi que más.

¿Por qué criaturas con tanta creatividad, con tanta capacidad de vivir desde la intensidad y la emoción por experimentar, conocer y descubrir; pasan luego a ser seres grises, sin imaginación, incapaces?

Pues bien, parte de la respuesta a esa pregunta, pasa por la Educación que desde las familias y desde las escuelas se les ofrece: Inmovilidad, tareas mecánicas, alienantes, repetitivas, directivas... Estrés, presión, competitividad... Falta de sensibilidad, incompetencia de los adultos...

Poco a poco, nos vamos dando cuenta, despertando a esta realidad, y construyendo desde ahí nuevas propuestas, de cambio, de evolución, de armonía y amor por la vida y por los seres humanos y su potencial para vivir desde la máxima expresión de lo que somos, de lo que nos define, o mejor, de lo que jamás podrá definirnos, que es nuestra capacidad de reinventarnos, de crearnos, de transformar, de sentir la vida penetrar en nuestros poros, de emocionarnos y llorar contemplando la belleza que nos rodea, de amar como la vida se ama a sí misma, y a su existencia.

Construyendo procesos educativos basados en el respeto a las criaturas, desde el querer conocer y favorecer todos esos potenciales que ya de por sí traen en su bagaje al mundo.

Cuidando y fundamentando cada detalle, cada decisión; donde el educador y educadora pasa a acompañar respetuosa, consciente y reflexivamente.

Por ello esto es un llamado a que nos enamoremos de lo que hacemos, descubramos la misión y el sentido de nuestro estar en el mundo y de nuestro hacer educativo.

Es una invitación a habitar, como diría Heidegguer, poéticamente en la vida. Como este filósofo decía, al hablar, de alguna manera es como si dibujáramos la realidad, el mundo. Pues bien, nos invito a hablar desde nuevos lenguajes, con y sin palabras, de manera figurativa y no figurativa, conectando con las emociones, el arte.

A través de las imágenes, tomadas consciente, hermosa y reflexivamente, podemos llegar a amplificar nuestra mirada, para tomar lugar a nuevas interpretaciones, que nos acerquen a la compleja y sencilla, pero fascinante manera de ser, sentir, conocer, hacer y pensar de las criaturas1.

Nos invito a disfrutar con lo que hacemos, a encontrar diversión; y a que dejemos de lado todas esas palabras y hábitos que mecánicamente nos impiden actuar desde la autenticidad del momento y el lugar. Si nuestra profesión nos aburre, nos aliena, dejémosla, encontremos nuestra pasión, cambiemos, en definitiva.

Los docentes, educadores y educadoras, no suelen quedar al margen de este aburrimiento. Estresad@s, amargad@s algunas veces, transmiten lo que sienten a las criaturas, creyendo que no existen otras posibilidades, y de creerlo, a veces se sienten incapaces de ejercer el cambio, o lo que es peor, no queriendo asumir el compromiso y la responsabilidad que supone, y que por supuesto, la infancia se merece.

Y esos sentimientos, esa manera de ser y de estar, están muy relacionados con un modelo educativo que pretende empaquetar a las criaturas, como si fueran tábulas rasas en las que hay que escribir un montón de datos y datos carentes de sentido, además de desarrollar habilidades mecánicas y robóticas. Tendencia que se agudiza, en estos tiempos de competitividad, desde edades cada vez más tempranas.

Producir y producir, rentabilidad, eficacia....  Una lógica patriarcal que nos impone la muerte en vida, la lógica de las cosas sobre la de los seres. Parece que nos importa más que aprendan a leer a que en el transcurso odien la lectura; que aprendan a dibujar dentro de las líneas a que desarrollen su alma artística, poética y creativa.

Un modelo que programa objetivos, que quiere que las criaturas desarrollen, todas por igual, en un modelo fabril y febril, propio de la involución industrial. Dejando de lado toda su magia, su capacidad de jugar, de recrear al universo en sus sonrisas, de maravillarse con sus descubrimientos como si un propio dios se contemplara a sí mismo.

Programas que provienen del deseo y la lógica adulta, que a su vez está desconectada de sí misma, al servicio de una economía y una sociedad patológicamente enfermas.

“Yo he decidido que quiero divertirme en mi trabajo”.

Ante esto, lo que proponemos es trasubir sin programaciones, acompañando a las criaturas con confianza en su propio desarrollo, confiando en que ya vienen ala vida con mucho de lo necesario para desplegar capacidades que ya hace mucho que desgraciadamente dejamos atrás, o que de hecho, quizás ni siquiera llegamos a desarrollar a no ser que nuestros ambientes lo propicien.

Partiendo de la incertidumbre, sorprendernos con ellas, con sus logros, siguiéndolas desde atrás, observando cómo construyen su identidad, y cómo internalizan y transforman el mundo a medida que lo van aprehendiendo, deconstruyendo y reconstruyendo.

“Y hacerlo valientemente, desde una posición de absoluto descontrol sobre lo que va a suceder. Eso es confianza, eso es fe (fundamentada) en la humanidad.”

Desde ahí, descubrimos tantas cosas... Por ejemplo, que las criaturas, con sus neuromas espejo, aprenden con el otro, mirando, imitando creativamente, observando su rostro, cómo se sienten.

Loris Malaguzzi, solía decir quelo que no se ve no existe. Por su parte, George Orwell nos señalaba como a veces cuesta mucho esfuerzo llegar a ver de verdad lo que tenemos frente a nuestros ojos.

Y ahí, la documentación narrativa del proceso tiene mucho que decirnos, para reflexionar, reivinidicar, transformar y mostrar esa infancia capaz, hermosa, poderosa, que nos conecta con nuestra esencia, nuestra capacidad de maravillarnos y vivir con naturalidad e intensidad; de recobrar nuestro contacto con la parte más auténtica y profunda de nuestro ser.

Y en esa documentación, la imagen cobra mucha importancia. Imágenes que capten esos momentos, lo sutil, lo relevante; que muestren los procesos, con toda su diversidad y riqueza; en contextos de exploración y juego libre y autónomo; en ambientes favorecedores, hermosos, habitables, transparentes y cálidos.

A través de la fotografía, acompañamos los procesos, captando esos instantes relevantes que suceden en la cotidianidad. Imágenes que nos muestren qué objetivos persiguen las criaturas, qué sienten, qué descubren. Y desde ahí, ir forjando una cultura de la infancia, conociendo sus atributos y características psicológicas y evolutivas.

Captamos los momentos esenciales, y desde ahí, vamos narrando, con poesía, con lírica; intentando hacer que la persona que accede a la documentación palpe la emoción de las criaturas.

Y para lograr eso, el adulto propone, nunca  impone. Entonces, el flujo de la vida se sucede por sí mismo. Y nos permite asistir a tiernos y reveladores momentos de diálogos, de miradas y encuentros con complicidad, sensibilidad y mucho, mucho amor.

Lograr eso, entre otras cosas, parte de que nutramos nuestro ser con todo lo que nos haga evolucionar y crecer, tanto en extensión como en profundidad, y tener contacto con lo más hermosos de nuestra existencia: la música, la cultura, la pintura, la emoción, el conocimiento, la creación, el descubrimiento...

Simplemente, salgamos con las criaturas, a pasear, pero sin tener un rumbo determinado. Un viaje hacia ninguna parte en el que simplemente observar, volver a conectar con nuestra infancia.

Y desde ahí, documentemos, documentemos...

Para dar visibilidad a nuestros trasubos con las criaturas, y desde ahí, hacer público que son seres muy capaces y dignos de respeto y admiración.
Documentemos, sirvámonos de las imágenes para visualizar lo que queremos, para transformar, para educar, sensibilizar, mostrar...

Las imágenes y la narración, acompañados de procesos de investigación, acción y reflexión. Con rigor, estético, ético, educativo y artístico.

Desde ahí, conozcamos la especifidad y potencialidad de la infancia. ¿Cuánto estrés le generamos? ¿Cuanta amargura innecesaria? ¿Cuántos traumas? ¿Qué clase de mundo y de personas?

Las criaturas tienen derecho a experimentar, a ir despacio, a vivir con intensidad, descubrir por ellas mismas, a mancharse... Y tienen derecho a hacerlo jugando, de manera libre y lúdica.

Documentemos lo que acontece cotidianamente, y encontraremos pleno sentido a todos esos discursos pedagógicos tan hermosos, y a veces tan contradictorios, encerrados en programaciones incoherentes que no dan cuenta de la realidad educativa. Dejémonos de tanta palabrería, y bajemos del verbo a la carne, a la vida, a la palabra encarnada.

Técnicamente, esto supone ir entrenándonos para saber enfocar, seleccionar planos, tener paciencia, esperar, estar sin alterar los procesos, cuidar el ruido de las imágenes para que nos e pierdan los mensajes que queremos transmitir. Vayamos a documentar como quien va a pescar, pero también como quien va a cazar momentos, ideas, principios...

Y luego, cuando tengamos nuestras fotografías, hagamos una criba:

¿Qué imagen de escuela muestro?

¿Qué imagen de infancia?

¿Qué imagen de adulto?

Y por último, ¿qué mensaje está dando la fotografía?

Y desde ahí, hagamos un esfuerzo por desarrollar nuestra metainterpretación, es decir, esa capacidad de interpretar lo que el otro está interpretando, viviendo, sintiendo... Documentemos para poner el peso en los procesos, y no tanto en los productos. Los procesos tienen mucho pero mucho que enseñarnos.

Dejemos de lado ciertas palabras y hábitos que repetimos de manera banal y sin sentido; y comencemos a elegir bien y a actuar valorando individualmente a cada criatura, sin rutinas repetitivas e insaboras, sino poniendo nuestra salsa existencial en aquello que hacemos, somos y decimos.

Y poco a poco, vayamos adquiriendo conciencia de las consecuencias, a veces tan nefastas, que pequeños detalles tienen en el desarrollo de las criaturas. Seamos capaces de dirigir nuestra mirada hacia esos pequeños detalles. Por ejemplo:

- Si cuando nos enseñan algo que hace,  o simplemente cuando hacen algo, les decimos que está bien o que está mal, de alguna manera estamos añadiendo una carga moral innecesaria. Además, solemos decirlo de manera automática. Esto probablemente les irá poco a poco encerrando en un mundo de bien y mal, haciéndoles dependientes de la valoración externa para actuar; y por otro lado actuarán en base a lo que sientan que los adultos quieren, para así contentarlos, y recibir su amor.

- Si cuando aprenden a erguirse, a caminar; forzamos o aceleramos esos procesos, estamos contribuyendo a que actúen en base a nuestro deseos y no a los suyos propios; estamos generando una situación de dependencia y desequilibrio al caminar, y de alguna manera, de forma muy sutil, esto se internalizará en la estructura vital de las criaturas, a lo largo de su vida.

Y así, podemos poner muchos ejemplos.

Así, poco a poco, iremos asistiendo al desarrollo de maravillosos y fascinantes seres humanos, que no solo no pierdan ciertas capacidades asombrosas que florecen en la tierna infancia, sino que además irán desarrollando otras tantas. Capacidades como las de ser creativa y artísticamente, la de estar en conexión con el universo y con el presente, la de guiarse por la propia esencia interior....

Cuidemos lo sutil, lo pequeño... Y descubriremos lo mágico de la vida, con todos sus milagros que nos envuelven. Y sirvámonos de a documentación como herramienta pedagógica. Para educarnos a nosotros mismos, como educadores y educadoras; para educar a las familias, y hacerlas partícipes de los procesos y descubrimientos que las criaturas desarrollan en la escuela; para concienciar y sensibilizar a profesionales, políticos, familiares, de la enorme capacidad y potencialidad de las criaturas, de sus derechos para ser por ellas mismas.

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That´s me!

Foto del perfil de Adrian Soto Salmeron

Licenciado en Pedagogía, ecologista, emprendedor y enamorado de la Educación. Mi labor educativa se canaliza fundamentalmente a través de la transformación social desde la investigación-acción participativa.

Actualmente desarrollando el proyecto "Jaulas Abiertas en la UMA"

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Procesos y experiencias de innovación educativa

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Naturaleza y sentido de la innovación educativa

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Metodología de la Investigación Cualitativa en Educación

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Política curricular y prácticas educativas

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La escuela de mi vida

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Jaulas Abiertas

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El Martinet

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Master Classes

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Mensaje en una botella

 

Querido compañero que estás a punto de iniciar este viaje junto a Nieves, quiero decirte algunas cosas.

 

Lo único que sé, es que estoy seguro de no saber hacia dónde conducirá tu trayecto. Es un viaje hacia lo desconocido, en el que ni Nieves ni tú marcaréis la meta. Ambos seréis mediadores, entre lo que traéis, y lo nuevo que aún está por llegar. Esa es la grandeza de la Educación, y de tu ser (porque recuerda, eres un ser humano, no una máquina, y estás aquí para mucho más que para tomar de un power point, que más tarde vomitarías en un examen. Eres educador, o educadora, y tienes un compromiso muy fuerte, todo un desafío. O lo asumes, o quizás, mejor vete. Hablo del compromiso de educar, de ayudar a las personas a ser más auténticas, a mediar en su relación con el conocimiento, consigo mismas y con el mundo; que presupone el compromiso mayor, que es actuar en relación a tu propia persona, para ofrecer algo auténtico.

 

¿Te quedas?

 

Estupendo, ¡valiente!

 

Sigamos.

 

Quiero decirte más sobre ese viaje a Ítaca, en el que sin saberlo muy bien, ya te has embarcado.

 

Será un viaje hacia tu interior, navegarás por el río de tu vida, y estarás acompañada de otras personas, en un contacto directo y desnudo con el alma de tus compañeros y compañeras, y de tu maestra.

 

A lo largo de ese viaje, es muy posible que llores, que rías, e incluso que te emborraches. Mientras las emociones afloran, irán entrecruzándose constantemente con la reflexión más profunda sobre las bases pedagógicas y filosóficas de nuestra vocación educativa.

 

Quiero avisarte, de que es probable que en algunos momentos te pierdas, que no termines de captar ciertos conceptos. No te preocupes, ten paciencia, y no tengas miedo de preguntar. Pero al mismo tiempo, no quieras entenderlo todo, y menos con la mente. Abre el corazón, pues solo así podrás llegar a disfrutar realmente de estas clases, y a comprender todo su potencial.

 

Sé constante, haz las lecturas. Posiblemente alguna te resulte dura de leer, e incluso confronte con tus ideas. No importa, se constante. Ya verás como en clase, con Nieves, tus compañeros y compañeras, haréis una maravillosa alquimia, hasta llegaros a enamorar de mujeres como María Zambrano y Hanna Arendt.

 

Ojalá disfrutes del módulo como yo lo he hecho. Te lo deseo de todo corazón. Se consciente de que cada uno de los días que compartáis no volverán, son un regalo único para llegar a ser más y mejor persona y educadora. Si te dejas guiar, si regalas tu confianza, si abres tu mente y dejas a un lado prejuicios que puedas tener, descubrirás una sabiduría y una sensibilidad deliciosas, que solo una presencia femenina como la de Nieves puede llegar a crear.

 

Disfruta de los poemas que abrirán tus sesiones, y por favor, encuentra algún poema que te diga algo, que te mueva por dentro, que te toque el alma, y compártelo. Invitadme a una de vuestras clases, por favor, que quiero volver a vivir esta experiencia.


Para estar presente con vosotras y vosotros, os mando esta carta. Un abrazo de lo más sincero, impulsado con todo el amor que fraguamos compartiendo momentos únicos en clase.

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Un instante en la escuela

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Recuerdos que me recuerdan

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Paradojas

A veces, me agobia la sensación de querer retener todas las reflexiones, ideas y conceptos que he ido encontrando en este máster, y en toda mi carrera. Sin embargo, no puedo, claro. Como dijo sabiamente Nieves en clase, aceptar nuestros propios límites nos capacita, pues nos libera de la impotencia y la frustración que se derivan de creernos ilimitados. Sin embargo, es en esa limitación, precisamente dónde encuentro algo maravilloso, y es que, como educador, no puedo aspirar más que a llenar mi vida de sentires, nutrientes culturales, experiencias de todo tipo, reflexiones, lecturas... Con ese mejunje, me voy construyendo, y de ahí, luego sale algo nuevo, algo que solo puedo hacer yo, que es resultado de todas las vivencias, lecturas y experiencias que me ha tocado vivir. Es por tanto, mi limitación, la que me hace único, la que me hace libre, la que quiere liberar.

 

Gracias a Nieves, me llevo uno de los mayores aprendizajes de mi vida, una gran liberación. Como educador que se pregunta por el sentido de lo que hace, que se conoce con sus limitaciones, lo importante no es ser capaz de retener todos los conceptos y teorías, sino llegar a ser más y mejor persona. No es tener conocimiento, sino ser sabio. Desde ahí, siento que puedo, siento que soy, siento que quiero.


La libertad no es una ausencia de límites. No es ser todopoderoso. Libertad está relacionada con cómo nos relacionamos con los límites que nos encontramos.

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Hoy me siento Peter Pan



Esta tarde he tenido la enorme suerte de encontrarme con un viejo amigo, al que hacía mucho tiempo que no veía. Me he sentido muy contento. Venía con su hijo, de cinco años, al que he visto ir creciendo poco a poco. La tarde de hoy ha sido preciosa, pues los tres hemos estado jugando toda la tarde. De pronto, mi casa se ha convertido en un lugar mágico, llenos de conjuros, rincones escondidos por explorar, secretos magos y brujas. He logrado reconectar con mi niño interior como hacía tiempo que no lo conseguía, a medida que iba acompañando a este niño, me iba maravillando con sus respuestas, preguntas, apreciaciones, reacciones y emociones. Realmente, son maestros, y tienen mucho que enseñarnos.

Cuando veo a un niño, veo un ser que vive la vida en conexión con la vida misma, en alma y cuerpo. La inocencia, la capacidad de imaginar casi sin límites, la manera en cómo se abren al juego, su empatía, las preguntas tan lúcidas y profundas que se plantean, su afán por descubrir e investigar, cómo se maravillan ante los descubrimientos que van haciendo.

Yo que a veces me he podido llegar a quemar un poco con la humanidad, cuando pienso en niños, cuando les veo reir, jugar, llorar, inmediatamente me siento lleno de amor, ilusión y esperanza, porque en sus ojos veo lo que en mi mirada no encuentro.

Sin embargo, no sé muy bien qué ocurre, que después de esa etapa, siento un vacío, un cambio cualitativo. Pasamos de esa manera de ser, de sentir la vida, de estar en conexión con uno mismo y con sus propias necesidades y deseos, de esa espontaneidad; a otras cosas. De repente, nos sentimos muy avergonzados ante comportamientos “alocados” (cuando en un niño es de lo más normal expresarse sin tapujos, tabúes ni limitaciones, con total naturalidad); pasamos a vivir en el juicio, la etiqueta y el estereotipo; nos preocupan tanto tantas cosas, y nos cuesta tanto ser felices... Atormentados por las prisas, las obligaciones, las presiones.... Nos perdemos. Acabamos por convertirnos en seres grises.

Y entonces nos pasa que nos pasa la vida, y ni nos damos cuenta. Vamos por ahí como autómatas, actuando en base a hábitos programados de manera automática, por un contexto social, escolar y cultural que de alguna manera ha dado como resultado ese ser humano un tanto alienado de sí mismo. A través de tantas órdenes externas que hemos recibido, matamos a nuestro niño interior, y acabamos por actuar en base a inercias y mandatos que no provienen de nosotros.

Nos pasa entonces, que el deber se convierte en lo que va marcando nuestro día a día. Un deber que de alguna manera se siente como impuesto, bien sea porque nos lo impone el contexto (laboral, académico, social...), bien porque uno mismo se impone las cosas. Esa sensación de deber suele ir acompañada a fechas de entrega y finalización, a un afán de productividad, de hacer más y más... El resultado es que vamos corriendo, con la lengua fuera, pero sin saber hacia donde nos dirigimos.

Muchos días actuamos sin preguntarnos realmente acerca del sentido de lo que hacemos, del sentido propio de la vida que cada uno encuentra... No lo sabemos, porque nos hemos perdido, y ni siquiera somos conscientes.

Nos sentimos insatisfechos con la vida que tenemos. El mundo, que cuando pequeños nos resultaba fascinante, lleno de color, va llenándose de gris. O peor aún, llegamos a insensibilizarnos de tal modo, que ni sentimos ni padecemos. Nos volvemos máquinas que repetimos diariamente unas mismas rutinas, sin atender a nuestros sentimientos más profundos, a nuestras necesidades auténticas y esenciales. Y hasta tal punto nos perdemos en el camino, que a veces nos suicidamos, tanto de manera literal como figurada. Vendemos nuestra alma a la inercia, a la apatía, al miedo, a la desidia.
Sin embargo, si en algo os habéis sentido identificadas e identificados con esto que he dicho,  yo desde aquí quiero hacer un llamamiento a que despertemos, y desde ahí nos vayamos adentrando en la búsqueda del sentido de lo que hacemos, de lo que somos y hacia donde vamos. ¿Por qué hacemos lo que hacemos? ¿Cuánto hace que no me acuesto sintiéndome lleno de ilusión, de vida, de amor? ¿Siento que estoy desarrollando mi pasión?

Nos animo a que hagamos esa búsqueda con una lente emocional favorable, que nos permita querer emprender la aventura de la vida con optimismo, apertura y alegría; pues desde ahí, podremos ir encontrando aquello que nos puede hacer vibrar. Nos animo, en definitiva, a que tomemos con tiento la vela de este barco que es la vida, y nos adentremos a explorar, a descubrir, a reír y a sentir; y desde ahí, vayamos reconectando con nuestro niño interior, con nuestra humanidad dormida. Hagamos, en definitiva, de este mundo y de nuestro ser, un lugar habitable, en el que vivir desde un estado consciente y sereno.

Quizás, así, todos y todas seamos un poquito tan felices, y no nos veamos impelidos a fastidiar la vida ajena y la propia, sino a agradecerla y valorarla. Quizás así, nos enamoremos de la vida y comencemos a darle mucha más importancia a lo que tenemos, somos y hacemos que a aquello de lo que carecemos.

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Rumbo a Freeland

Martes, 15 de Octubre

 

Desde hace días tengo una cierta desazón interna. Una desazón que surge a partir de una sensación de impotencia y frustración ante la perpeción de mi propia incapacidad para asimilar e integrar la gran cantidad de información y nuevas ideas que en cuestión de dos semanas han entrado en contacto con mi ser a través de este máster: Lecturas, debates, situaciones, tareas...

Muchas ideas, muchas...; algunas de las cuáles son las estrellas de este universo conceptual, alredor de las cuáles danzan en una hermosa melodía compuesta a partes iguales por caos y armonía.

Incapacidad para poder transcribir en mi portafolio toda la cantidad de reflexiones, ideas, apuntes, que orbitan a mi alrededor, y dentro de mí...

Incapacidad para ahondar en profundidad en cada una de ellas, y extraer las consecuencias de cada una de ellas, comprendiendo así cómo se trasladan a la práctica de una manera coherente.

Incapacidad para comprender la complejidad de un sistema holístico de conceptos interdependientes y realidades dinámicas.

Incapacidad para acceder desde mi relativa ignorancia a la comprensión tan profunda y compleja que tiene profesorado de este máster...

ADEMÁS, esa sensación de incapacidad se une a un defecto patológico que he sido capaz de pescar en mi actuación. Me refiero a un componente de esa "gestalt" de la que habla Ángel, que rige mi manera de percibir y actuar.

"La sucesión de asociaciones de estímulos externos, organizados en función del espacio cultural de la comunidad, y su vinculación con las necesidades e intereses del individuo, así como de las reacciones emocionales que provocan, van formando en cada individuo, esquemas, mapas mentales de interpretación y reacción, que se constituyen en las plataformas básicas que rigen las siguientes interpretaciones y reacciones. Tales plataformas provisionales cargadas de cognición y emoción potencian tanto como limitan las posibilidades futuras del individuo humano.
Estas plataformas, denominadas Gestalt, por KORTHAGEN, o Habitus por BOURDIEU, constituyen los esquemas intuitivos de interpretación y acción del sujeto, y acaban consolidándose como creencias básicas y convicciones que no cuestionamos, factores permanentes de organización, filtros de la nueva información y de las nuevas experiencias. Son evidentemente necesarios y útiles para gestionar el comportamiento pero sin duda condicionan, filtran y sesgan todas las futuras experiencias y encuentros, sin que los percibamos como tales. Del mismo modo que el ojo no puede verse a sí mismo y que el pez no ve el agua, nuestros anclajes y marcos cognitivos de interpretación más básicos y primitivos escapan a nuestra conciencia.
Ahora bien, el proceso no tiene necesariamente que ser determinista. Desde el esquema intuitivo que rige la Gestalt, mediante la reflexión, el contraste detenido y sistemático con nuevas informaciones y experiencias, puede ir construyéndose un esquema más reflexivo y más informado.
(Gómez, 2012, capítulo 3, sección 3.5)

 Pues bien, hablo de mi tendencia a autoflagelarme, desvalorizarme y castigarme, en el momento en que no soy capaz de cumplir las metas irracionales que yo mismo me impongo (irracionales en tanto que son metas demasiado ambiciosas, o poco realistas).

“Una elevada autoexigencia producirá estándares de funcionamiento altos y rígidos. Sin embargo, si bien es importante mantener niveles de exigencia personal relativa o moderadamente altos para ser competentes, el "corto circuito" se produce cuando estos niveles son irracionales, demasiado altos e inalcanzables. La idea irracional de que debo destacarme en casi todo lo que hago, debo ser el mejor a toda costa y que no debo equivocarme, son imperativos que llegan a volverse insoportables. Colocar de manera absoluta la felicidad en las metas, es sacarla de tu dominio personal. […] Las personas que hacen del éxito un valor, que son extremadamente competitivas y manejan estándares rígidos de ejecución, viajan mal. Se han montado en el vagón equivocado. Quizás la felicidad no esté en ser el mejor vendedor, la mejor mamá, o el mejor hijo, sino en intentarlo de manera honesta y tranquila, disfrutando mientras se transita hacia la meta. Un nivel exagerado de auto-exigencia genera patrones estrictos de auto-evaluación. Si posees criterios estrictos para auto-evaluarte, siempre tendrás la sensación de insuficiencia. Tu organismo comenzará a segregar más adrenalina de lo normal y la ansiedad interferirá con el rendimiento necesario para alcanzar las metas. Entrarás al círculo vicioso de los que aspiran cada día más y tienen cada día menos. Esta secuencia autodestructiva puede verse mejor en la siguiente gráfica: […] Los estándares irracionales harán que tu conducta nunca sea suficiente. Pese a tus esfuerzos, las metas serán inalcanzables. Al sentirte incapaz, tu auto-evaluación será negativa. Este sentimiento de ineficacia y la imposibilidad de controlar la situación, te producirán estrés y ansiedad, los que a su vez afectarán tu rendimiento alejándote cada vez más de las metas.”
(Riso, 2003)

Sin embargo, me encuentro en un proceso de toma de conciencia y transformación, y, ¿acaso no es precisamente eso la esencia de la Educación?

Hablo de ser capaz de reconstruir de manera consciente y reflexiva todo ese entramado de creencias, emociones, habilidades, actitudes...; que componen mis sistemas de interpretación y actuación.

En ese proceso de indagación, reflexión y construcción, decido conscientemente (entendiendo que la conciencia no es un ente aséptico y neutro reducido a la concepción del pensamiento cartesiana, sino un complejo sistema de emociones, vivencias, interpretaciones, conciencias, que forma un todo con elementos más inconscienets); llevar a la coherencia las ideas que más resuenan en mi interior dentro de todo ese cosmos del que hablaba antes.

Hablo de coherencia, es decir, de ser capaz de aprehender, no ya conceptualmente, sino desde mi propia experiencia (en una interacción dialógica entre teoría y vivencia); las ideas pedagógicas que voy sintiendo como deseables para mi criterio.

¿Cómo voy a pretender defender, construir y promover una educación basada en la visión global y holística del ser humano, en la libertad y autonomía, en el disfrute, en la cooperación, en la profundización; si en mi propia formación vivo desde el estrés, la preocupación por la calificación, el sentimiento de impotencia, etcétera?

Así pues, decido intentar ser más coherente, para así, desde una manera vivencial (tal y como propone el enactivismo), ir asimilando con todo mi ser todo este conjunto de ideas, teorías y prácticas; que calan en lo más hondo con mi ser.

Eso parte, entre otras cosas, de escribir sobre lo que siento, pienso y apetece; más que autoflagelarme autoritariamente con la autoimposición de tareas que no puedo ni quiero abarcar. POR CIERTO QUE UNA IDEA DE TFM SERÍA ESTUDIAR COMO VOY SIENDO CAPAZ DE INTEGRAR EN MI PRÁCTICA, EN MIS GESTALT, AQUELLAS IDEAS QUE ME PARECEN MÁS RELEVANTES DE LAS QUE VAMOS ESTUDIANDO.

Así pues, decido darle un nuevo enfoque a las entradas de mi diario, para que en ellas tengan cabida la espontáneaidad, el sentimiento concreto del presente, y desde ahí, ir narrando las vivencias, apuntes, conocimiento, poco a poco. Sin presiones.

Quiero aprender desde el disfrute, desde la sensación de libertad y realización de mi proyecto personal y enriquecimiento de mi persona. Sin quitar la disciplina y el compromiso fuertes; que en conjunción con los anteriores elementos, darán pie a una conjución orgásmicamente pedagógica.

Doy comienzo a una serie de reflexiones, a pequeños artículos a través de los cuáles ir expresando mis sentimientos, reflexiones y aprendizajes. Sin prisas, sin estrés. Con disfrute, calma, esponténaidad, creatividad y libertad.

Este cambio se lo debo en parte a Carla, a la cual manifiesto mi agradecimiento, porque a través de sus entradas, he comprendido que este enfoque a la hora de expresar mis vivencias  puede ser mucho más liberador para mí y enriquecedor para el portafolios. Gracias Carla, por tu frescura y originalidad.

Este último hecho, me "demuestra" que efectivamente, aprendemos, crecemos y construimos nuestra identidad en interacción dinámica y simbólica con las personas y el contexto.

Bibliografía

 · Gómez, Á. I. P. (2012). Educarse en la era digital. Ediciones Morata, S.L.

· Riso, W. (2003). Aprendiendo a quererse a sí mismo. Editorial Norma.

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Comentarios

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Vivi
27 mayo 2014, 11:45

Adrián, por mucho que quisiera comentar...el lenguaje se queda corto. Simplemente me encantas! Gracias por ese espacio "Jaulas Abiertas"

1 comentario