Colección: EVALUACIÓN COMO APRENDIZAJE

LA EVALUACIÓN COMO APRENDIZAJE: cuando evaluar dejó de ser calificar

por Irene Rincon García
Etiquetas: Evaluación, Miguel Ángel Santos Guerra

Aprendiendo a manipular el sistema

Evaluación ¿igual para todos?

HABLANDO DE EVALUACIÓN

 

La evaluación es un elemento con mucha influencia en el desarrollo de la vida académica, pues la condiciona y determina (determinados sistemas de evaluación van unidos a ciertas metodologías…). Se trata de un instrumento de comprobación y validación de las estrategias didácticas desarrolladas en el proceso de enseñanza – aprendizaje. Pero, además,  tal como señala Ángel Pérez Gómez, “la evaluación confiere reconocimiento social a los productos de la escuela”.

En los últimos años se ha dado mayor importancia a la evaluación en todos los ámbitos, considerándola requisito esencial para la mejora educativa.

Pero, dependiendo de enfoque curricular desde el que nos situemos se entenderá y pretenderá diferentes cosas de la evaluación.

El tipo de evaluación al que estamos acostumbrados es la sumativa, que es un medio de selección y control, tanto de alumnos como de profesorado, y que no ayuda en nada al aprendizaje.  Cuando los aprendizajes dependen de la nota los alumnos aprenden “que  lo importante es aprobar, aunque esto no conlleve aprendizajes, ya que  en la evaluación se evalúan otras cosas” (Jackson).

Con la evaluación sumativa se utiliza como principal herramienta el examen, con el que se mide lo que el alumno ignora, pero no se le ayuda a comprender, por eso , en palabras de Álvarez Méndez “el suspenso ni educa, ni forma, ni estimula, ni sirve de escarmiento”, por lo que aprender deja de ser un valor. Este tipo de “aprendizaje” dependiente de la nota, crea sumisión e irresponsabilidad en el alumnado (y también en el docente).

Stenhouse (1984) señala en esta línea que un proceso de enseñanza “jamás puede ser dirigido al examen como objetivo, sin que pierda calidad”.

Pero esta labor selectiva de la escuela sirve para muy poco, si no es para perpetuar la división social, la potenciación de la cultura dominante, seguir las reglas del juego, ser sumisos, y para ser un elemento de control tanto de alumnos como de profesores y centros pero son los alumnos quienes cargan con el peso del éxito o fracaso escolar (que marcará el éxito o fracaso social).

Por eso debemos resistirnos a ella y tomar conciencia de la responsabilidad del maestro en el cambio hacia un nuevo paradigma educativo. Tomar conciencia de que la responsabilidad del maestro es crear el clima favorable para el aprendizaje y asegurarse de que los contenidos dados merecen la pena y, sobre todo, crear ciudadanos críticos.

Conseguir un cambio en la evaluación sería el paso más importante en el cambio de las estructuras del sistema educativo, pues significaría dejar de utilizar el conocimiento como arma de control represivo.

La evaluación no debe ser control, sino información sobre el progreso, que ayude y oriente en el proceso.

Desde esta perspectiva, la evaluación no se realiza desde fuera, sino que se entiende como interacción entre profesor y alumno, en la que se apoya al alumno en su proceso y se le orienta, se le aportan as informaciones necesarias para corregir errores….Se trata, por tanto de un proceso de enriquecimiento y desarrollo intelectual, afectivo, social…, lo cual incidirá positivamente en los futuros aprendizajes del alumno.

El éxito de la educación, en esta línea residirá, no en las calificaciones (meros instrumentos de selección y control) sino en la capacidad para innovar, crear y evaluar, es decir la investigación en el aula para la comprensión del mundo y no la simple transmisión de datos.

Para esta comprensión, el ritmo de aprendizaje dependerá del sujeto (no del programa prefijado), lo que hace imprescindible la interacción profesor-alumno. Por ello, no podemos entender el  error como elemento de castigo, sino como un factor de aprendizaje.

Pero esto no lo conseguiremos si mantenemos la nota, la calificación, pues la influencia del currículum oculto (lo que cuenta al final es aprobar) pesará más, demostrando que se evalúan otras cosas, además de lo que se ha aprendido. La nota es un instrumento burocrático y no del saber.

La evaluación debe atenerse al juicio del trabajo que va realizando el alumno y en tratar de ayudar a superar las dificultades, orientándole al mismo tiempo para futuros aprendizajes. Esto supondría que los alumnos perdieran el miedo a equivocarse, lo que les ayudará tremendamente a mejorar los aprendizajes (sin tantas dudas, sin tanto condicionamiento de la nota final, sin miedo cuestionarse).

Pero no debemos quedar en la simple comprensión, sino que desde esta perspectiva evaluadora se requiere intención de transformación en la praxis.

En esta misma línea se entiende “la evaluación educativa como un proceso de recogida y organización de información relevante para ponerla al servicio de los participantes (profesores, usuarios y responsables sociales y políticos) a fin de facilitarles la comprensión y mejora de la acción”. Por consiguiente, la evaluación se entiende como un acto más de aprendizaje. Por ello debe ser realizada por los participantes en el proceso de enseñanza y aprendizaje, “y sólo adquiere su verdadera dimensión mediante la negociación de los significados libremente expresados y críticamente valorados” tal como apunta Fernández Sierra (1994). Esto ha de ser así, pues los sujetos implicados son los únicos capaces de comprender en profundidad los aspectos que intervienen en el proceso.

Todo ello implica que los alumnos se impliquen en el proceso evaluador, ya que como actividad práctica requiere que tanto alumnos como padres y docentes sean jueces de sus propias acciones.

Además la evaluación debe ser formativa, ayudando a mejorar en el aprendizaje y guiando para los futuros aprendizajes; debe fomentar ante todo la autoevaluación (tanto de profesores como de alumnos) pues es la autoevaluación reflexiva la evaluación más relevante en el aprendizaje. La evaluación debería servir  como aprendizaje de la autoevaluación, porque esta ayuda a aprender y a la formación integral del alumno. Por eso debe ser constructiva y positiva, porque se está evaluando a la persona en su conjunto.

Este concepto de evaluación no sólo abarca lo aprendido, sino que también realiza un análisis crítico de las interacciones que se producen y a ayudan a rediseñar y mejorar la práctica, evidenciando y descubriendo las contradicciones y haciendo análisis y crítica continua del proceso.

Situándonos en esta perspectiva, entendiendo la evaluación como instrumento para la mejora y comprensión de la acción, deja de entenderse como restringida al alumno, sino que tiene que ser una evaluación a todo el sistema educativo, se evalúan procesos de enseñanza, instituciones educativas… pues sólo entendiéndolo podemos comprender los procesos que se desarrollan en el aula. Por ello, y para una mayor contextualización que nos permita conocer el medio en que se desarrolla el proceso de enseñanza- aprendizaje, debemos centrar nuestra atención evaluadora en el centro, siendo los maestros los agentes a evaluarlo.

Otra característica fundamental que debe cumplir la evaluación es la coherencia entre el discurso y la realidad, en la que se ven incluidos los métodos, instrumentos, actitudes, por ello los profesores/evaluadores deben tener clara la perspectiva desde la que se sitúan y e l proyecto pedagógico que desean llevar a cabo.

Todo ello implica una interacción permanente entre evaluación y acción. Al entenderla como formativa, y por tanto fuente de interacción, es obvio que debe considerarse también como necesariamente negociada a lo largo de todo el proceso. Esta negociación debe basarse en la flexibilidad y la igualdad, porque si no sería imposición. La evaluación debe ser siempre comprensiva, indagando en lo que ocurre en el aula y la vida académica para llegar al fondo de los problemas y ser motivadora, mostrando  siempre los aspectos positivos y las alternativas o caminos para encontrarlas.

Además debe emplear fundamentalmente métodos cualitativos de recogida y análisis de información, no puede reducirse a la aplicación de instrumentos de medición ya que hablamos sobre información sobre aspectos sociales complejos. Aunque bien es cierto, que es beneficioso el empleo de diferentes métodos, para conseguir así la mayor información de fuentes diversas, lo que mejorará la evaluación.

Pero ante todo, hemos de recordar que la evaluación es un acto de reflexión y que como tal debe estar regido por la ética. El para qué evaluar es tanto o más importante que el cómo evaluar o qué evaluar. 

 

El profesor se convierte en evaluador crítico del sistema, pero ¿está preparado para ello?

La evaluación, hoy día,  se sigue reduciendo al alumno y esto supone que no se acepta a profesores y centros como agentes dinámicos para la innovación, ya que es mediante la evaluación como se conseguiría el avance y mejora de la escuela. Con esta evaluación global se podría llegar al análisis del sistema educativo, los valores económicos subyacentes… Pero para ello deben cambiar el concepto de evaluación y también el rol que profesor y alumno tienen en ella.

Esta reconceptualización de la evaluación supone una innovación ya que prima el aprendizaje activo y la construcción del conocimiento, además cuestiona la uniformidad y propone el cambio al pensamiento abierto y reflexivo, con el cambio consiguiente en la evaluación, enfatizando la participación del alumno en proceso de enseñanza – aprendizaje a través del diálogo y la reflexión con el docente y con sus compañeros.

 

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