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Educar es construir sociedad

 

La intromisión de las políticas neoliberales en las políticas educativas, supone, en la práctica, la transmisión de las políticas organizativas propias de las empresas trasladadas al ámbito público de las Universidades. Una transmisión tan persistente, que acaba pareciendo lo natural, lo incambiable, la norma del sentido común.

Pues bien, trasladar esas políticas organizativas a las instituciones educativas, se basa, entre otras cosas en:

· Intervención desde la óptica desde la racionalización de los recursos.

· Búsqueda de eficiencia por encima de la profundidad.

Para lograrlo, implementan una serie de mecanismos de control, implantación jerarquizada de programas; sin tener en cuenta el sentido y la valoración que tiene para el profesorado, el cual muchas veces recurre a “hacer trampas” para producir “indicadores” con los que “conseguir recursos” y mantener una patraña, en definitiva. De esa manera, las personas que formamos parte de dichas instituciones, ejecutamos la gran simulación. La simulación de la apariencia: no importa cual es el contenido. Importa que te sitúes en el cumplimiento de los indicadores: cuantos artículos produces, a cuantos congresos asistes, cuántos cursos eres capaz de sumar a tu currículum para la obtención de puntos...

La excelencia, la mediocracicación de los sistemas públicos, la imposición de un modelo racionalistas, productivista, eficientitista; ¿por qué no se mide la felicidad?

Todos estos recursos y programas, toda esta política, se financia por instituciones como el banco mundial, el banco interamericano del desarrollo, el FMI.... A cambio claro, de perder el dominio y la independencia, y a pasar a estar en manos de reformas y decisiones externas. Algo que, de hecho, ha ocurrido en muchísimos países (¿os suena?).

Y yo me pregunto, más allá de la patraña, de la academia que se sostiene a sí misma: ¿qué razón de ser tiene una institución como puede ser la universitaria? ¿Y la escolarización?

Nos enseñan a movilizarnos desde motivaciones externas, a hacer cosas sin sentido propio, y desde ahí, vamos aprendiendo el teatro de la vida, el de actuar en búsqueda de dinero, con el que comprar cosas y sobrevivir, pero siempre, con la pregunta: ¿qué sentido tienen las cosas que hacemos

¿Dónde queda la autenticidad? La universidad, por mucho que sea de la vanguardia, muchas veces no deja de estar aislada de realidad, de práctica. Cuando hablamos de selección del profesorado, ¿no habría que hacer énfasis en la formación, en llegar a consolidar una formación llena de estímulos políticos, sociales, culturales, intelectuales y vivenciales?

En el 68, la Universidad jugaba un papel como transformadora de la sociedad. Claro que a cambio, toda la eficiencia, la titulitis, cobraba mucha menos importancia. Hoy en día, ¿qué nos importa más? Si para tres días de huelga que hay al año, nos la tomamos para hacer los deberes de la universidad, o para ir a la playa...; y además nos creemos que no podemos hacer nada (cuando ni siquiera hemos movido un dedo, cuando podemos hablar, organizarnos y expresarnos mucho más fácil y libremente que hace décadas). ¿Qué quedó de la posición crítica y radical de la universidad?

A lo largo de mi formación, no siempre he pensado esto. Han habido ciertos conceptos, vivencias y dinámicas que, junto con mi formación social y política me han ayudado a pensar y decir precisamente todo esto, por muy paradójico que resulte. En cualquier caso, hay que dar pasos mucho más allá, y entender que la formación más relevante, es aquella que persigue el saber que emerge de la experiencia, tras un proceso de análisis y aprendizaje constante y compartido.

En esa impostura muchas veces nos encontramos, con sendos dilemas, a poco que pensemos sobre ello con cierta conciencia. El reto, para mí, es ir liberándome de estas imposturas, hasta alcanzar espacios desde los que propiciar la crítica, la reflexión, la vivencia y el saber desde la experiencia, lleno de sentido; y contribuir en la creación de una Universidad para la VIDA, que solo imparta una Licenciatura: Licenciatura de la VIDA; para desde ahí, formar a la persona para que aprenda a aprender, pudiendo entonces aprender lo que se proponga.

Al Educar construimos un proyecto de sociedad, que se concreta en lo local. Pues bien, tenemos que hacer ingeniería genética para hacer un nuevo proyecto de sociedad. Transformar la escuela y la Universidad, es querer transformar la sociedad.