Sobre lo público y lo privado en Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Sobre lo público y lo privado

 

Vivimos tiempos convulsos. El dinero, la codicia, el materialismo y el individualismo más egoísta son los cimientos que sustentan nuestros proyectos de sociedades, en un marco cada vez más globalizador. En esta convulsión, surge una pugna, entre el capitalismo y otras propuestas alternativas.

Maximización de beneficios, priorización de la rentibilidad económica sobre otros tipos de rentabilidades (social, medioambiental, cultural...); en un modelo de desarrollo impuesto, esclavo de los grandes lobbys económicos. Un modelo que esclaviza, que ata, que nos suicida. Un modelo cuya riqueza se basa en cuántos “bienes” materiales se tengan, y no en la felicidad, la salud...

Y así, esta lógica maníaca, exhacerbada, que corrompe, que margina, que destruye; se impone sobre otros modelos que persiguen la equidad, la justicia, la libertad, la felicidad de la sociedad, el desarrollo sostenible.

A través de discursos deslegitimadores, de estrategias maquiavélicas para el control de la población y la economía, de represión y violencia sistemáticas ante quién se rebela...; vuelven a imponer su Neoliberalismo, dinamitando a golpe de decreto nuestros derechos más básicos, privatizando y externalizando constantemente, cada una de las instituciones públicas.

Ante esta situación, ciertos colectivos salimos en defensa de lo público, ya que entendemos que los beneficios han de ser para todos y todas, y no para empresas particulares. Entendemos que derechos como la Educación, la Sanidad, la Vivienda, el Alimento y la Cultura deben ser derechos universales e inalienables. Dentro de estos movimientos encontramos diferentes posicionamientos (como es tradicional en las izquierdas...).

Uno de los posicionamientos que más extendido está es el de culpabilizar y responsabilizar a los “de arriba”, es decir, a los gobernantes; y esperar a que ellos nos brinden las respuestas, las soluciones. Suele esta posición ir acompañada de una concepción estatalizada de la sociedad del Bienestar.

Personalmente, estoy de acuerdo en que ciertas cuestiones y derechos deben ser garantizadas por todos y todas, y no por la caridad y la voluntad de determinadas personas y grupos. Sin embargo, pienso que la sociedad somos todos y todas, y de todos y todas es la responsabilidad y la capacidad de cambiar, de transformar, de defender y construir lo público. Si culpabilizamos únicamente a los de arriba, no solo nos olvidamos del papel que jugamos en la problemática, sino que además, les cedemos todo nuestro poder.

Lo público, para mí, no es lo estatal, sino la construcción y el empoderamiento colectivo de lo común, en la búsqueda del bienestar, la equidad y la libertad de todos y todas. Por tanto, ya no basta con quedarnos en la queja, en el discurso vacío.


“Miren ya sus cálculos y empiecen a ver el presente.

Este mundo somos todos, y todas somos la gente”

 

 

Hay que pasar a la acción, a sentirnos partes de lo común, y a tomar responsabilidad y participación en los asuntos que afectan a nuestras vidas y comunidades.

Por tanto, si realmente queremos defender lo público, dejemos la cultura de la queja, hagamos redes horizontales de resistencia y creación, de apoyo mutuo y solidaridad. Dificilmente si no podremos llegar a cambiar algo en un contexto como el nuestro.

Ciertas personas piensan que solo puede cambiarse algo cuando uno está arriba, en el poder. Para mí, más allá de toda su retórica, creo que se equivocan de lleno cuando piensan que es la única manera. Como educadores y educadoras, y como ciudadanos, hemos de empoderarnos de las instituciones públicas. Este empoderamiento se produce esencialmente desde las bases, a través de la asamblea y la autogestión. Sin embargo, en estos procesos, quién esté en los puestos de poder de las instituciones puede facilitar u obstaculizar dichos procesos. El poder, las instituciones, han de servir para fomentar, facilitar y propiciar que eso se de. Han de ser en cualquier caso guardianes de la libertad, de la equidad, de la amorquía; y nosotras, personas, sea el que sea nuestro ámbito; hemos de aprovechar las posibles alianzas, entendiendo que ellos y ellas, políticos y políticas, ténicas y aserores, no son más que personas, cuyo papel es servirnos a todos y a todas, al igual que cada una de nosotras y nosotros hemos de servir a los demás.

Más allá del rol de funcionario o funcionaria, de empresa privada o institución pública, mi sentido de lo público trasciende todas esas dualidades y las integra, en una concepción, en la que todos y todas, sean a través de iniciativas reguladas por las administraciones gubernamentales o no, contribuimos en la construcción de la sociedad, con esa mirada de ahondar en nuestro interior, en la búsqueda de ese compromiso de querer dar y darnos, de encontrar un propósito que nos dignifique y ayude a crear de este un mundo mejor.

En este sentido, me parece que las crisis que estamos viviendo son un buen revulsivo. Hasta ahora, pareciera que anduviéramos dormidos y dormidas. En nuestras burbujas de bienestar material, nos olvidamos de cuestiones fundamental: ¿Qué pasa con los otros países? ¿Y con nuestro entorno natural? ¿Quiénes nos planteamos estas cuestiones, sino una minoritaria masa crítica, activa y reivindicativa? Me alegro de que esto nos sirva para reducir nuestra espiral de consumo, para comprender la insostenibilidad y no deseabilidad de un modelo económico neoliberal, para tomar conciencia de que o tomamos parte de los asuntos colectivos, o estamos vendidos; y para pasar al compromiso, la acción y la construcción, en el día a día, de un mundo de paz, de felicidad, de amor, realización y sentido.

Me alegro de que se haya cuestionado este Estado de Bienestar, que no dejaba de ser un modelo paternalista y muy insuficiente, en el que solo ciertas cuestiones se consideraban inalienables; mientras la especulación, el desastre ecológico y las reglas del mercado seguían dominando otros tantos derechos y deberes: la vivienda, la alimentación, la energía, los medios de comunicación...

La mayoría de la sociedad quiere vivir en paz, con amor y justicia. Pero, hemos de dar el paso a mojarnos. Las guerras, el mal reparto de la riqueza, la insostenibilidad... Todo ello forma parte de una problemática compleja y profunda, cuya raíz, a mi parecer, está presente en cada uno de nosotros y nosotras. Dejar el fatalismo a un lado, abandonar los discursos vacíos y la palabra, y pasar a encarnar en nuestro entorno, en nuestro día a día, una ética de los cuidados, una presencia de las emociones, la ternura y el cariño; es, a mi parecer, el camino que puede dar la vuelta a toda esta ficción neoliberal; una realidad ficticia financiara que no tiene más sustento en la realidad que en sí misma; apostando, en nuestro consumo, en nuestra elección, por una Economía Real y sostenible, lo que algunos de mis amigos y yo convenimos en denominar “Ecosínuestra”: Bancas y Cooperativas de crédito éticas (Fiare, Triodos Bank, Coop57), cooperativas de energía verde (Coopsum...), grupos de consumo ecológico y local, tiendas de segunda mano, monedas locales (Málaga Común...) consumir menos, vivir mejor,; y un sin fin de cosas por hacer y disfrutar ayudando y cuidando a las demás personas y a nosotras mismas.

 

¿A qué esperamos?