Trabajo, labor y acción, Hanna Arendt. en Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Trabajo, labor y acción, Hanna Arendt.

 

La pregunta por el sentido vengo haciéndomela desde que tomé conciencia de cómo vivíamos muy alienados, dominados por la mente, por la futurización, por los medios de comunicación. Desde esta toma de conciencia, gran parte de mi ser ha ido en la búsqueda de sí mismo, de mí.

 

Con Nieves, la búsqueda se ha convertido en re-encuentro, a través de las lágrimas, las risas, las emociones y aperturas pedagógicas que se nos abrían en cada sesión. Aperturas que se producían en el diálogo, en la mirada, en cada uno de los poemas que abrían las sesiones, en cada una de las conversaciones con el pasado, con la tradición: María Zambrano, Hanna Arendt...

 

Hanna, con su clasificación de la actividad humana, nos ayudó a distinguir entre Trabajo, labor y Acción. Labor, sería aquello relacionado con la subsistencia. Trabajo, guardaría relación con la producción, la creación y la transformación de cara a la satisfacción de nuestras necesidades más fisiológicas. Acción, sería un nivel más allá, que tiene que ver con un actuar en relación con las demás personas, para la libertad.

 

Como educador, pienso que lo esencialmente mío es la acción, es ese entrar en relación conmigo mismo y con el otro, desde y para la libertad. Mi misión es contribuir a que el otro que viene al mundo, sea capaz de hacer algo nuevo y singular, llegue a ser una persona libre, a construirse a sí misma como alguien única y singular. Mi preocupación por tanto, como educador segundo, como persona primero, es una preocupación porque el otro crezca, porque el otro sea.

 

Esto se traslada a cómo concebimos la Educación. Si concebimos la Educación como una homogeneización, estamos cosificando, y por lo tanto, no estamos actuando, sino trabajando.

 

Claro que, para ayudar al otro a ser alguien, a mediar entre lo antiguo y lo nuevo, yo también he de constituirme como un sujeto singular e insustituible (que no quiere decir imprescindible).

 

Sin embargo, la industrialización, la cosificación, la alienación y burocratización propias de los tiempos que nos han tocado vivir; muchas veces nos llevan a ser meros engranajes, meras máquinas, piececitas perfectamente sustituibles. Bajo una concepción tenocrática de los educadores y educadoras, y de nuestra formación; acabamos actuando como autómatas.

 

Y así, para lo único que serviremos, es para alienar a los demás, para hacer que los niños, seres llenos de vida, espontaneidad y autenticidad, acaben por ser seres grises, apáticos y egoístas. Si realmente queremos ayudar a que brille la humanidad y autenticidad de las personas, hemos de comenzar un proceso de reflexión, indagación y acción, sobre la propia práctica; para desde ahí, construir relaciones que nos permitan ser mediadores entre lo dado y lo nuevo de las personas que caen a nuestro cargo.