Habitar con sentido: en Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Habitar con sentido:

 

Sentido

 

Hermosa palabra.

 

Sentir lo que hacemos, hacer lo que sentimos.

 

Caminar con sentido, avanzar con sentido.

 

Creo que es una palabra tan hermosa como peligrosa, pues nos lleva a las siguientes preguntas:

 

¿Tiene sentido esto que estoy haciendo? ¿Para quién? ¿Lo hago porque tiene un sentido propio para mi persona? ¿Lo hago para conseguir otra cosa? ¿Lo hago porque sí, sin plantearme nada?


¿Qué sentido tienen las guerras? ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué sentido tiene mi habitar en sociedad? ¿Qué sentido tiene esto que estoy escribiendo?

 

A lo largo de mi formación académica, más de una vez me he preguntado qué sentido tenían ciertas cosas. Unas veces el sentido era la actividad en sí. Otras tantas la consecución de un título. En un caso vibraba con lo que hacía, en el otro se producía una desarmonía.

 

Y así, hubieron momentos en los que mi sed de sentido, más allá de la consecución de un título, de un sentido real, para mi persona, para la sociedad, y no solo para obtener un estatus o un empleo con el que sobrevivir; me llevaba a querer huir, a la tristeza e incluso al enfado.

 

En esos momentos, me planteaba el todo o nada, lo blanco o negro. El deber o el querer.

 

Sin embargo, con el tiempo, he ido logrando canalizar esa sed de sentido hacia el encuentro del mismo, dentro de mi formación y de mi labor como educador, persona y agente social; en un equilibrio a veces complicado.

 

Una búsqueda que me ha llevado al encuentro con mi actual propósito vital, el de ser feliz, el de ser buena persona, buen educador, y el de hacer, de este mundo, con mi presencia, con mi tesón y constancia, un lugar mejor. Desde ahí encuentro pleno sentido a lo que hago, aunque a veces la responsabilidad y la incertidumbre me puedan; aunque tenga que aprender a convivir con ello, simplificando lo que hago sin dejar de hacerlo bien, ser indulgente conmigo mismo sin dejar de intentar dar lo mejor de mí.

 

Viviendo con sentido, encuentro que como educador, he de buscar que lo que haga también tenga sentido para otros, o más bien, ayudar a que los otros encuentren el sentido de lo que hacen. Desde ahí, me embarqué en la aventura de Jaulas Abiertas, en la cual ya llevaba caminando más de un año, pero esta vez, con el firme y claro propósito de dotar a la formación de educadores y educadoras de sentido, coherencia, globalidad, experiencia y saber. Llevar a la práctica las bellas intenciones no es tan sencillo como esgrimir verbal o textualmente dichas intenciones. Pero es ese el reto que asumo, y el propósito de mi formación, o al menos eso pienso yo.

 

En ese proceso, a veces me ahogo, a veces me encuentro. Pero abocado por mi vocación, como diría María Zambrano, habitando la paradoja de encuentrar mi libertad en la obediencia, a aquello que me llama. Ese llamado que siento, desde hace años, de querer hacer de este mundo un lugar más sano, más justo, más humano. Ese querer contribuir a que los niños y niñas, puedan habitar con pleno sentido su infancia, juventud y madurez.

 

El sentido de poner mis virtudes al servicio de la evolución, aunque me cueste a veces la misma piel.

 

El sentido de conectar con mi esencia, y de ayudar a otros en el camino, a que conecten con la suya.

 

El sentido de servir a los demás, desde el amor a mi misión.

 

El sentido de sentir la vida, de morir satisfecho, porque he sabido aprovecharla, porque supe valorar el regalo que me fue dado.

 

Desde ahí, te invito a preguntarte, sin miedo, o incluso con él.

 

¿Qué sentido tiene esto que estoy haciendo? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿Qué pienso hacer con este día, que no volverá? ¿Qué pienso hacer con esta vida, antes de que se extinga?¿Cómo puedo contribuir a que las criaturas construyan su sentido de vivir?