Epistemología Femenina en Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Epistemología Femenina

Epistemología Femenina

 

Desde hace años vengo practicando la meditación, leyendo y experimentando acerca de herramientas para el autonoconocimiento, el bienestar y el crecimiento personal. Experiencias que me han llevado a una vida cada vez más consciente, más presente. En esas experiencias, uno de alguna manera ya intuye cuando está junto a personas y corrientes que acompañan de alguna manera experiencias y procesos similares.

 

Relacionado con esos procesos, algo bastante presente en esos círculos, es un análisis y reivindicación de la vivencia en términos de género y patriarcado. Fue hace ya unos años cuando comencé a descubrir qué era eso de lo “femenino” y lo “masculino”; cómo lo femenino había sido oprimido, ninguneado y ocultado por lo masculino, en una sociedad patriarcal; y de qué manera podía yo equilibrar mi lado femenino junto al masculino, todo un reto para un hombre.

 

Creo que este análisis, esta manera de comprender y de estar en el mundo, para reconstruir mi ser a partir de dicha comprensión, ha sido una de las cosas que más me ha marcado como educador en los últimos años.

 

Esta comprensión comenzó, fundamentalmente a través de Claudio Naranjo, y su libro “Cambiar la Educación para Cambiar el Mundo”. Adjunto dos producciones que elaboré a partir de dicha lectura, que repito, me marcó profundamente. Gracias a ella pude entender muchas cosas:

 

- Que podemos hablar de diferentes dimensiones: Masculino, femenino e infantil.

 

- Que a cada una de ellas les corresponde una esencia, una manera de ser, unos valores... Lo masculino se relaciona con la razón, el intelecto, la abstracción, la palabra, la futurización, el individuo, la competitividad... Lo femenino, la acción, la emoción, la comunidad, los cuidados, lo concreto, pequeño y presente... Y lo infantil, con el instinto, el placer, el goce, lo impulsivo.

 

- Que en la sociedad patriarcal, lo masculino se ha impuesto sobre lo femenino y lo infantil, produciendo un desequilibrio, tal que, los valores masculinos degeneran en destructivos, alienantes y opresores, mientras los femeninos e infantiles no pueden mostrar su potencial enriquecedor.

 

Fue a partir de esa comprensión como me lancé en la búsqueda del equilibrio de ambas partes en mi ser. Así, comenzó un proceso realmente complejo, pues en una sociedad fuertemente patriarcal, dicho equilibrio es todo un desafío: cómo estar en el presente y atender a lo concreto, sin dejarse llevar por la futurización constante y el deber ser; cómo cuidar de los otros, en un marco de alta competitividad, individualismo y egoísmo; cómo conciliar el placer y el instinto con el deber y la razón; cómo encarnar mis pensamientos en mis acciones, más allá de discursos vacíos y abstraídos de lo concreto...

 

Y en esa búsqueda, me encontré acompañado, con muchos colectivos, movimientos sociales y personas que caminaban por senderos paralelos. Descubrí la defensa de la personalidad holística propuesta por Ángel Pérez, los movimientos del feminismo de la diferencia que pugnan por reconocer, visibilizar, compartir y valorizar aquellas dimensiones “femeninas”: dejar entrar las emociones en los procesos educativos, construir relaciones basadas en los cuidados, el cuidado de la estética, la habitabilidad, la belleza, los detalles, lo concreto, lo pequeño...

 

Y es esta, la misma fragancia, la misma búsqueda, el mismo encuentro que sentí en el Martinet, que sentí con Pepe Contreras, con Nieves Blanco y con Eduardo Sierra; esta vez, con sus correlatos académicos y educativos.

 

Y es esta fragancia, la gran lección, el gran aprendizaje que extraigo del módulo de Nieves. Un módulo que me ha llevado a un giro radical respecto a mi manera de entenderme como educador e investigador; a través de un abordaje sutil de conceptos de esos que una vez que se interiorizan, te transforman y expanden. Conceptos como autoridad, relación, saber, cultura, vocación, mediación... Narrar cómo sentía estas sesiones con Nieves me resulta muy pero que muy difícil.

 

¿Cómo expresar con palabras sentimientos tan hondos, maneras tan sutiles?

 

Espero, a través de los siguientes textos, que poco a poco pueda mediar entre ese sentir y tu comprensión.

 

Eduardo Sierra (7 de Febrero):

 

El día Miércoles 7 de Febrero, salía de la clase de Nacho Rivas, cuando me encontré con mi amigo Eduardo Sierra, quién me dijo que venía precisamente a hablar sobre su tesis en la clase de Nieves.

 

Yo, que había querido asistir a la defensa de la misma, decidí quedarme. Bastó esta sesión para querer cambiarme a este módulo, cosa que hice gracias a la flexibilidad de Nieves, quién me dijo que no había problema, que el módulo recién había empezado.

 

A lo largo de la sesión con Eduardo, una de las cosas que más me impactó, y que ha formado parte de manera continua a lo largo de todo el módulo, es la esencia humanizadora que podía sentir en él, en Pepe Contreras y en Nieves Blanco. Constantemente, percibía como una fragancia sutil en todos ellos, que les reconocía como común, y que me resonaba fuertemente.

 

Una fragancia que olía a humano, a femenino, a vivo...

 

Vamos a abordar esta fragancia desde la dimensión epistemológica, y más concretamente, en su manifestación en la actividad investigadora:

 

Investigación femenina:

 

Investigar desde ese equilibrio, desde esa esencia de la que llevo hablando hasta ahora, supone una humanización de la actividad investigadora. Esta humanización se caracteriza por centrarse en el encuentro con lo vivo, y en el caso de las ciencias sociales, con las personas.

 

Ese encuentro con las personas no puede producirse a menos que el investigador parta de habitar su propia persona, de exponerse desde sí. Por tanto, los fenómenos a investigar no se realizarán como abstracciones y objetivizaciones de las teorías; sino que iremos en la búsqueda de cómo las personas viven, sienten y construyen dichos fenómenos.

 

Un ejemplo muy claro de esto nos lo muestra Eduardo Sierra, que con su tesis, pasó de tratar el fracaso escolar como algo objetivo, conceptualizable, a algo que tiene historias detrás, algo que viven las personas.

 

Descubrimos entonces personas, concretas, que viven y sienten. No hablamos ya de meras abstracciones, de pensamientos proyectos y construidos desde la fantasía y la proyección mental y racional del investigador; sino de un encuentro genuino, cercano y humano con las personas, sus historias y vivencias.

Paradójicamente, ocurre que es a través de esas historias concretas, de esas vivencias, de lo pequeño, cómo podemos ahondar en la profundidad de dichos fenómenos, ; y desde ahí, abrir las reflexiones educativas.

 

Pero para que se produzca ese encuentro con lo concreto, lo pequeño, lo real y lo vivo; uno tiene que limpiar la mirada, la manera de acercase y abordar la relación investigadora. Para que esto se de, el investigador tiene que aprender a reconocerse a sí mismo en esa relación, y a habitarla conscientemente. A través del reconocimiento de lo propio, es cómo uno puede acercarse al otro, mediar con su mundo, sin las proyecciones, prejuicios, juicios de valor y esquemas de comprensión cerrados que nos acompañan como investigadores.

 

Y desde ahí, trascendiendo los juicios de valor, los miedos e incluso el deseo de salvar, de curar, de transformar; buscamos una comprensión; evitando que nuestro bagaje, la mochila de lo conocido se

se sobreponga sobre esa mirada; y logrando, así, abrirnos a la comprensión de lo desconocido, ver aquello que está ahí, y no en nosotros. Se trata, en definitiva, de observar, receptivamente, la realidad, desde una actitud meditativa, capaz de atender al presente.

 

Se trata, en definitiva, de tener una disposición diferente hacia lo que vamos a conocer, una mirada más limpia, hacia encontrarnos no con un fenómeno cosificado, sino con personas. Nosotros tenemos un propósito, algo que abre, y desde ahí vamos a conocer a las personas, a las experiencias, hacia lo incierto, sin saber adonde vamos a llegar.

 

Para que esto ocurra, el investigador no solo debe hacer presente al otro, sino también habitar ese proceso, meditando, reflexionando, preguntándose. Y también, sintiéndose, porque a lo largo de la investigación, iremos percibiendo cosas: que nos inquietan, que nos remueven, que nos irritan... Cosas todas ellas, que pueden ser una oportunidad para una mirada hacia el interior, ¿por qué siento esto? Y, ¿qué hago con ello respecto a la relación y actividad investigadora?

 

La fenomenología, la investigación narrativa, la documentación audiovisual; vendrían a ser claros catalizadores de todo lo dicho hasta ahora. Profundizo más en esta “Investigación Femenina” en los escritos que produje tras los seminarios de Laura Duschatzky, Pepe Contreras, Alfredo Hoyuelos, Juan Sánchez Enciso.