Inspirado (Alfredo Hoyuelos) en Portafolios - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Inspirado (Alfredo Hoyuelos)

 

Gracias, Alfredo


Hoy he tenido la enorme fortuna de asistir a un seminario con Alfredo Hoyuelos, responsable de los Talleres de las Escuelas Infantiles municipales de Pamplona, y un gran conocedor de los planteamientos educativos de las escuelas de Reggio Emilia (Italia) y de Loris Malaguzzi.

Y quiero compartir con vosotros y vosotras la impresión tan honda que este hombre ha causado en mí.

Gracias a Alfredo, me he vuelto a enamorar de la vida, de los niños y las niñas, y de mi misión, la Educación. Qué hermoso tener la oportunidad de sentir amor por el camino que uno recorre, e ilusión.

Con él, me he dado cuenta de muchas cosas:

Lo hermoso que tiene mi labor, nuestra labor, la de todos y todas, que es la de educarnos y ayudar a otras personas a educarse.

Lo hermoso que es vivir la vida poéticamente, haciendo de nuestra vida hermosa poesía, viendo la auténtica belleza que nos rodea, la esencia tan mágica que hay en lo sutil.

Y todo eso me lo enseña Alfredo, pero realmente, la suya es la voz de los niños y las niñas, o mejor dicho, del conocimiento que seres como él, lúcidos, sensibles, reflexivos y conscientes pueden aprehender de las criaturas.

Niños y niñas que tienen tanto que enseñarnos... Ellas y ellos son seres maravillosos, con hermosos y tremendos potenciales que casi no podríamos ni imaginar. Nuestra tarea es pues desarrollar la capacidad y la sensibilidad para poder ver todo eso, y vivir con ellos esos procesos, desde la libertad, adentrándonos en experiencias que escapan de nuestro control, sumergiéndonos en la incertidumbre propia de la vida, de su hacer, de su ser.

Y ahí la Educación tiene mucho que hacer, y que dejar de hacer, casi que más.

¿Por qué criaturas con tanta creatividad, con tanta capacidad de vivir desde la intensidad y la emoción por experimentar, conocer y descubrir; pasan luego a ser seres grises, sin imaginación, incapaces?

Pues bien, parte de la respuesta a esa pregunta, pasa por la Educación que desde las familias y desde las escuelas se les ofrece: Inmovilidad, tareas mecánicas, alienantes, repetitivas, directivas... Estrés, presión, competitividad... Falta de sensibilidad, incompetencia de los adultos...

Poco a poco, nos vamos dando cuenta, despertando a esta realidad, y construyendo desde ahí nuevas propuestas, de cambio, de evolución, de armonía y amor por la vida y por los seres humanos y su potencial para vivir desde la máxima expresión de lo que somos, de lo que nos define, o mejor, de lo que jamás podrá definirnos, que es nuestra capacidad de reinventarnos, de crearnos, de transformar, de sentir la vida penetrar en nuestros poros, de emocionarnos y llorar contemplando la belleza que nos rodea, de amar como la vida se ama a sí misma, y a su existencia.

Construyendo procesos educativos basados en el respeto a las criaturas, desde el querer conocer y favorecer todos esos potenciales que ya de por sí traen en su bagaje al mundo.

Cuidando y fundamentando cada detalle, cada decisión; donde el educador y educadora pasa a acompañar respetuosa, consciente y reflexivamente.

Por ello esto es un llamado a que nos enamoremos de lo que hacemos, descubramos la misión y el sentido de nuestro estar en el mundo y de nuestro hacer educativo.

Es una invitación a habitar, como diría Heidegguer, poéticamente en la vida. Como este filósofo decía, al hablar, de alguna manera es como si dibujáramos la realidad, el mundo. Pues bien, nos invito a hablar desde nuevos lenguajes, con y sin palabras, de manera figurativa y no figurativa, conectando con las emociones, el arte.

A través de las imágenes, tomadas consciente, hermosa y reflexivamente, podemos llegar a amplificar nuestra mirada, para tomar lugar a nuevas interpretaciones, que nos acerquen a la compleja y sencilla, pero fascinante manera de ser, sentir, conocer, hacer y pensar de las criaturas1.

Nos invito a disfrutar con lo que hacemos, a encontrar diversión; y a que dejemos de lado todas esas palabras y hábitos que mecánicamente nos impiden actuar desde la autenticidad del momento y el lugar. Si nuestra profesión nos aburre, nos aliena, dejémosla, encontremos nuestra pasión, cambiemos, en definitiva.

Los docentes, educadores y educadoras, no suelen quedar al margen de este aburrimiento. Estresad@s, amargad@s algunas veces, transmiten lo que sienten a las criaturas, creyendo que no existen otras posibilidades, y de creerlo, a veces se sienten incapaces de ejercer el cambio, o lo que es peor, no queriendo asumir el compromiso y la responsabilidad que supone, y que por supuesto, la infancia se merece.

Y esos sentimientos, esa manera de ser y de estar, están muy relacionados con un modelo educativo que pretende empaquetar a las criaturas, como si fueran tábulas rasas en las que hay que escribir un montón de datos y datos carentes de sentido, además de desarrollar habilidades mecánicas y robóticas. Tendencia que se agudiza, en estos tiempos de competitividad, desde edades cada vez más tempranas.

Producir y producir, rentabilidad, eficacia....  Una lógica patriarcal que nos impone la muerte en vida, la lógica de las cosas sobre la de los seres. Parece que nos importa más que aprendan a leer a que en el transcurso odien la lectura; que aprendan a dibujar dentro de las líneas a que desarrollen su alma artística, poética y creativa.

Un modelo que programa objetivos, que quiere que las criaturas desarrollen, todas por igual, en un modelo fabril y febril, propio de la involución industrial. Dejando de lado toda su magia, su capacidad de jugar, de recrear al universo en sus sonrisas, de maravillarse con sus descubrimientos como si un propio dios se contemplara a sí mismo.

Programas que provienen del deseo y la lógica adulta, que a su vez está desconectada de sí misma, al servicio de una economía y una sociedad patológicamente enfermas.

“Yo he decidido que quiero divertirme en mi trabajo”.

Ante esto, lo que proponemos es trasubir sin programaciones, acompañando a las criaturas con confianza en su propio desarrollo, confiando en que ya vienen ala vida con mucho de lo necesario para desplegar capacidades que ya hace mucho que desgraciadamente dejamos atrás, o que de hecho, quizás ni siquiera llegamos a desarrollar a no ser que nuestros ambientes lo propicien.

Partiendo de la incertidumbre, sorprendernos con ellas, con sus logros, siguiéndolas desde atrás, observando cómo construyen su identidad, y cómo internalizan y transforman el mundo a medida que lo van aprehendiendo, deconstruyendo y reconstruyendo.

“Y hacerlo valientemente, desde una posición de absoluto descontrol sobre lo que va a suceder. Eso es confianza, eso es fe (fundamentada) en la humanidad.”

Desde ahí, descubrimos tantas cosas... Por ejemplo, que las criaturas, con sus neuromas espejo, aprenden con el otro, mirando, imitando creativamente, observando su rostro, cómo se sienten.

Loris Malaguzzi, solía decir quelo que no se ve no existe. Por su parte, George Orwell nos señalaba como a veces cuesta mucho esfuerzo llegar a ver de verdad lo que tenemos frente a nuestros ojos.

Y ahí, la documentación narrativa del proceso tiene mucho que decirnos, para reflexionar, reivinidicar, transformar y mostrar esa infancia capaz, hermosa, poderosa, que nos conecta con nuestra esencia, nuestra capacidad de maravillarnos y vivir con naturalidad e intensidad; de recobrar nuestro contacto con la parte más auténtica y profunda de nuestro ser.

Y en esa documentación, la imagen cobra mucha importancia. Imágenes que capten esos momentos, lo sutil, lo relevante; que muestren los procesos, con toda su diversidad y riqueza; en contextos de exploración y juego libre y autónomo; en ambientes favorecedores, hermosos, habitables, transparentes y cálidos.

A través de la fotografía, acompañamos los procesos, captando esos instantes relevantes que suceden en la cotidianidad. Imágenes que nos muestren qué objetivos persiguen las criaturas, qué sienten, qué descubren. Y desde ahí, ir forjando una cultura de la infancia, conociendo sus atributos y características psicológicas y evolutivas.

Captamos los momentos esenciales, y desde ahí, vamos narrando, con poesía, con lírica; intentando hacer que la persona que accede a la documentación palpe la emoción de las criaturas.

Y para lograr eso, el adulto propone, nunca  impone. Entonces, el flujo de la vida se sucede por sí mismo. Y nos permite asistir a tiernos y reveladores momentos de diálogos, de miradas y encuentros con complicidad, sensibilidad y mucho, mucho amor.

Lograr eso, entre otras cosas, parte de que nutramos nuestro ser con todo lo que nos haga evolucionar y crecer, tanto en extensión como en profundidad, y tener contacto con lo más hermosos de nuestra existencia: la música, la cultura, la pintura, la emoción, el conocimiento, la creación, el descubrimiento...

Simplemente, salgamos con las criaturas, a pasear, pero sin tener un rumbo determinado. Un viaje hacia ninguna parte en el que simplemente observar, volver a conectar con nuestra infancia.

Y desde ahí, documentemos, documentemos...

Para dar visibilidad a nuestros trasubos con las criaturas, y desde ahí, hacer público que son seres muy capaces y dignos de respeto y admiración.
Documentemos, sirvámonos de las imágenes para visualizar lo que queremos, para transformar, para educar, sensibilizar, mostrar...

Las imágenes y la narración, acompañados de procesos de investigación, acción y reflexión. Con rigor, estético, ético, educativo y artístico.

Desde ahí, conozcamos la especifidad y potencialidad de la infancia. ¿Cuánto estrés le generamos? ¿Cuanta amargura innecesaria? ¿Cuántos traumas? ¿Qué clase de mundo y de personas?

Las criaturas tienen derecho a experimentar, a ir despacio, a vivir con intensidad, descubrir por ellas mismas, a mancharse... Y tienen derecho a hacerlo jugando, de manera libre y lúdica.

Documentemos lo que acontece cotidianamente, y encontraremos pleno sentido a todos esos discursos pedagógicos tan hermosos, y a veces tan contradictorios, encerrados en programaciones incoherentes que no dan cuenta de la realidad educativa. Dejémonos de tanta palabrería, y bajemos del verbo a la carne, a la vida, a la palabra encarnada.

Técnicamente, esto supone ir entrenándonos para saber enfocar, seleccionar planos, tener paciencia, esperar, estar sin alterar los procesos, cuidar el ruido de las imágenes para que nos e pierdan los mensajes que queremos transmitir. Vayamos a documentar como quien va a pescar, pero también como quien va a cazar momentos, ideas, principios...

Y luego, cuando tengamos nuestras fotografías, hagamos una criba:

¿Qué imagen de escuela muestro?

¿Qué imagen de infancia?

¿Qué imagen de adulto?

Y por último, ¿qué mensaje está dando la fotografía?

Y desde ahí, hagamos un esfuerzo por desarrollar nuestra metainterpretación, es decir, esa capacidad de interpretar lo que el otro está interpretando, viviendo, sintiendo... Documentemos para poner el peso en los procesos, y no tanto en los productos. Los procesos tienen mucho pero mucho que enseñarnos.

Dejemos de lado ciertas palabras y hábitos que repetimos de manera banal y sin sentido; y comencemos a elegir bien y a actuar valorando individualmente a cada criatura, sin rutinas repetitivas e insaboras, sino poniendo nuestra salsa existencial en aquello que hacemos, somos y decimos.

Y poco a poco, vayamos adquiriendo conciencia de las consecuencias, a veces tan nefastas, que pequeños detalles tienen en el desarrollo de las criaturas. Seamos capaces de dirigir nuestra mirada hacia esos pequeños detalles. Por ejemplo:

- Si cuando nos enseñan algo que hace,  o simplemente cuando hacen algo, les decimos que está bien o que está mal, de alguna manera estamos añadiendo una carga moral innecesaria. Además, solemos decirlo de manera automática. Esto probablemente les irá poco a poco encerrando en un mundo de bien y mal, haciéndoles dependientes de la valoración externa para actuar; y por otro lado actuarán en base a lo que sientan que los adultos quieren, para así contentarlos, y recibir su amor.

- Si cuando aprenden a erguirse, a caminar; forzamos o aceleramos esos procesos, estamos contribuyendo a que actúen en base a nuestro deseos y no a los suyos propios; estamos generando una situación de dependencia y desequilibrio al caminar, y de alguna manera, de forma muy sutil, esto se internalizará en la estructura vital de las criaturas, a lo largo de su vida.

Y así, podemos poner muchos ejemplos.

Así, poco a poco, iremos asistiendo al desarrollo de maravillosos y fascinantes seres humanos, que no solo no pierdan ciertas capacidades asombrosas que florecen en la tierna infancia, sino que además irán desarrollando otras tantas. Capacidades como las de ser creativa y artísticamente, la de estar en conexión con el universo y con el presente, la de guiarse por la propia esencia interior....

Cuidemos lo sutil, lo pequeño... Y descubriremos lo mágico de la vida, con todos sus milagros que nos envuelven. Y sirvámonos de a documentación como herramienta pedagógica. Para educarnos a nosotros mismos, como educadores y educadoras; para educar a las familias, y hacerlas partícipes de los procesos y descubrimientos que las criaturas desarrollan en la escuela; para concienciar y sensibilizar a profesionales, políticos, familiares, de la enorme capacidad y potencialidad de las criaturas, de sus derechos para ser por ellas mismas.