Que viene el lobo. Semanas del 10 al 21 de febrero en El rincón del zoo: Diario de reflexiones - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Que viene el lobo. Semanas del 10 al 21 de febrero

 

 

 


Hoy abrimos el diario de estas dos semanas con un animal que siempre se ha dibujado como un animal malévolo y peligroso. Comúnmente el lobo es el animal por excelencia para representar el papel de antagonista en los cuentos. Podemos recordar el gran cuento de Caperucita Roja y los quebraderos de cabeza que le dio el señor lobo en su trayectoria de camino a casa de su abuelita.

Siempre visto como un animal cruel, despiadado, malo y tenebroso, el lobo en educación puede tener un significado similar, es decir, la expresión que viene el lobo o verle las orejas al lobo puede valernos mucho en educación. Al fin y al cabo este temido animal nos puede ayudar a la hora de trabajar en educación. Digamos que quizás el lobo sería ese animal que nos pusiera las pilas, que nos diera un toque de atención y que nos despertara de ese letargo que es la incertidumbre a la hora de poner en marcha planes educativos.

Y esta idea de coger al lobo como animal protagonista de estas dos semanas me surgió en el taller de escritura de Laura Duschatzsky, profesora de universidad en Argentina y que cuyo taller me recordó mucho a lo que venía comentando. Su taller versaba sobre la importancia de la escritura, de tener un estilo propio, de la belleza de las palabras, de que estas representen nuestro alma y nuestra forma de haber vivido aquellas experiencias que a uno le pasan en su día a día.

La escritura nunca es fácil, de hecho, a medida que me hago más mayor me doy cuenta de que menos sé, de que es más difícil ponerme a escribir porque se me genera una gran incertidumbre en mi interior que me deja paralizado. No sé qué escribir, ni qué poner, ¿y si lo que pongo está mal? No sé. La duda me corroe, me conmueve y lo peor de todo: me hace perder tiempo y eso es lo grave.

Sí, sé que debo reflexionar y dejar a un lado el cúmulo de dudas que me ahoga en este mar de la escritura. También he de reconocer que no soy el mejor escritor, ni que puedo llegar a ser un Pérez Reverte o un Lorca moderno. Hay que asumir humildemente como es uno mismo y ponerse a escribir. Saber también que las limitaciones y los errores se pueden mejorar pues el aprendizaje no es limitado, todo lo contrario, uno puede aprender siempre más y más.

Ponerse, esa es la clave. Sentarse, mirar al teclado –o al papel- y empezar a teclear  -o a darle al boli-. De lo contrario el lobo vendrá y te comerá. Hay que escribir, hay que esforzarse por despejar todo aquel cúmulo de incertidumbres que le agobian a uno mismo. Aceptar la ignorancia y ponerse a escribir es lo más importante. Luego los errores podrán ser subsanados, e incluso se podrá mejorar la redacción y la fundamentación de lo que uno escribe.

Pero cuando uno escribe tiene que tener en cuenta que su voz, sus emociones, sus sensaciones y sus pensamientos han de ser comprendidos por los demás. Laura nos comentaba algo sobre la búsqueda de nuestra propia voz en el texto, hallar nuestro propio estilo, no perder la personalidad a la hora de escribir.

Todo esto me hace recordar a Paulo Freire y su forma de escribir y usar las palabras. Es para mí un claro ejemplo de tener un estilo propio e inconfundible. Esa forma de utilizar la palabra exterminar por ejemplo, siempre me llamó la atención. Exterminar el analfabetismo. ¿Cómo una frase tan corta puede ser tan intensa? ¿Cómo una frase puede transmitir tanto? ¿Cómo? Si Paulo Freire no hubiese tenido esa forma de escribir tan personal y profunda, dudo mucho que nos hubiese marcado a todos los docentes.

Ser uno mismo a la hora de escribir causa mucha incertidumbre. En ese momento de dudas e indecisiones es cuando debe entrar en juego el lobo. Que viene el lobo… o más bien, ponte a escribir. Lo que surja surgirá, pero ESCRIBE.

Y uno se siente así, solo frente a un abismo a la hora de escribir para el TFM. A pesar de haberme leído ya numerosos documentos, haberlos analizado y estudiado de fondo, haber extraído los aspectos más importantes según mi perspectiva, de haber leído a unos cuantos autores, de haber configurado todo para empezar… la verdad es que no encuentro el momento de escribir. Me pongo y no sé qué escribir, las dudas me comen y me aterra formar una simple frase. He hecho cosas ya, sí, pero a veces pienso si está todo eso bien, si le falta algo. Me pongo a buscar para completar y lo veo cada vez más y más complejo. Pienso que quiero dar lo mejor de mí pero que no estoy capacitado para esto y sufro, sufro por ponerlo todo correctamente

Honestamente, esto del TFM me está costando bastante. Al principio empecé con muy buen pie, puesto que solo tenía que leer y analizar todo aquello que iba leyendo. Era una tarea sencilla, fácil e incluso cómoda, a pesar de la gran densidad de datos que tenía que conocer. No me suponía ningún problema y aquello parecía como un río que fluía bien, que llevaba agua, e incluso era caudaloso. Pero ha llegado el momento de escribir y me he quedado estancado, perdido. Parece que el cúmulo de ideas que tengo en la cabeza no se pueden organizar fácilmente y eso conlleva perder a veces mucho tiempo delante de la pantalla sin saber qué poner.

No me desespero, en absoluto, aunque el lobo –fecha límite de entrega- está cada vez más cerca… He de confiar en mí mismo y salir adelante. Equivocarme no debe ser algo que deba temer sino que debe ser algo que me ayude a mejorar lo que estoy haciendo. En definitiva, espero que estas palabras las vaya cumpliendo poco a poco y me reactive nuevamente, que el fluir de la escritura se apodere de mí y pueda retomar ese ritmo que tenía unos meses atrás.

Ya casi finalizando, me gustaría hablar y reflexionar un poco sobre lo que hemos visto en el módulo de Santos Guerra.

Cada día este profesor te sorprende. No solo por los regalitos que nos hace al finalizar la clase sino también por su forma de hacer tan fácil la comprensión de la evaluación educativa. Estoy cansado de decirlo una y otra vez pero es que Santos Guerra tiene ese don de palabra, de decir algo y expresarlo de una manera que te engancha y te abstrae. Es único.

Por eso, en una de las sesiones de esta semana Santos Guerra nos habló un poco sobre los cuatro triángulos en los cuales se tendría que basar la evaluación educativa para ser una verdadera evaluación educativa. A continuación los voy a enumerar:

 

-       El triángulo de las estrategias: donde perfeccionamiento, innovación e indagación conforman los tres vértices del triángulo.

-       El triángulo de los contenidos: donde las concepciones, las actitudes y las prácticas conforman los tres vértices del triángulo.

-       El triángulo de los requisitos: donde las condiciones, los conocimientos y la voluntad conforman los tres vértices del triángulo.

-       El triángulo de los ámbitos: donde la escuela, la sociedad y la familia conforman los tres vértices del triángulo.

Creo que la racionalidad práctica y la fundamentación de la evaluación en base a los cuatro triángulos y los vértices que lo conforman es una idea muy interesante. ¿Acaso no es la evaluación un aspecto donde se interrelacionan muchos conceptos, sujetos y situaciones? ¿Acaso la evaluación y la educación no están ligadas a todos los factores externos que realmente la condicionan? ¿Acaso evaluar no es un proceso que está marcado por otros tantísimos aspectos?

Muchos se empeñan en hacer que la evaluación sea un pronceso simple, sencillo y cuantificable (R. House, 1986). Los informes de las evaluaciones externas, las reválidas o el resultadismo puro y duro de las políticas neoliberales pervierten a la educación y también a la evaluación. Evaluar no están sencillo y tan simple, ni nunca lo será. Lo social es así. En educación 1+1 quizás sean dos, quizás. No podemos afirmar con total rotundidad algo.  Igual que en la evaluación, no podemos evaluar con tal rotundidad porque puede afectar y condicionar el futuro de unos sujetos.

Estos triángulos llevan a la integración de esos factores que, a mi modo de ver, son básicos para practicar una buena evaluación.

El docente debe dominar una serie de estrategias que le permitan mejorar su práctica educativa y como no, mejorar la propia evaluación que realiza. Pero todo esto estará condicionado por lo que tiene que evaluar, los contenidos, teniendo en cuenta los tipos de contenidos y sabiendo evaluarlos correctamente. Asimismo, para evaluar hace falta requisitos que a mi modo de ver son requisitos éticos, que están muy ligados a la profesionalidad y la vocación del docente. Estos requisitos hacen que el docente tenga compromiso en mejorar sus técnicas de evaluación y de reflexionar continuamente sobre los contenidos que se van a evaluar. Por último, la evaluación se hace en un contexto determinado, donde la familia, institución e incluso los propios alumnos/as deben tener voz.

Para ir cerrando este módulo me gustaría recordar aquellos verbos para el aprendizaje. Personalmente con Santos Guerra suelo subrayar algunas cosas, otras las pongo en mayúsculas y otras las resalto aún más. Sí, porque con Santos Guerra también aprendo cosas personales; aspectos que me harán ser un buen docente y que nunca he de olvidar cuando esté en la práctica.

Seguramente, cuando esté en la práctica elaboraré una especie de mural donde ponga aquellas frases que me ayuden a recuperar el sentido de lo que estoy haciendo, evitando que me desprofesionalice. Porque a veces el ego, los nervios o las malas situaciones te pueden llevar a cometer errores fatales a la hora de tratar con el alumnado y eso hay que tratar de corregirlo, recordar que yo estoy ahí como docente por algo, porque es un deber y es una labor humana.

Estos verbos suponen para mí como un decálogo, unos diez mandamientos que no debo olvidar. Son las piezas básicas del engranaje del buen docente. Preguntarse sobre la práctica, compartir experiencias y el trabajo, investigar en nuestro método, comprender la práctica, decidir sobre lo comprendido, escribir la experiencia y difundirla, debatir sobre lo difundido, comprometerse y exigir perseverancia, creatividad y valentía cívica a uno mismo. Totalmente asombroso. Uno ve estos verbos como 10 acciones que debo tener colgada en mi clase cuando esté en la práctica. Se trata de no olvidar mi papel y mi compromiso, de no olvidar tampoco que soy profesional y también vocacional.

Se trata de no desprofesionalizarse pues el lobo, en forma de alienación, te puede comer y acabar siendo un docente quemado, sin ilusión y sin ganas de vivir lo que estás haciendo. Sumergirse en la rutina, en la desprofesionalización y en el poco compromiso hay que evitarlo a toda costa. Estos verbos son la armas para luchar contra ese lobo que es la alienación y sé que las debo tener siempre presente.

Finalmente, como hemos visto, el lobo puede ser un animal interesante para el docente. Nos ayuda a ponernos las pilas y a luchar por lo que uno cree y debe hacer. También lo podemos ver como un elemento que nos motive para luchar contra la alienación del docente. No podemos temer al lobo, tenemos que afrontarle. Ver sus orejas no tiene que hacernos temblar sino utilizar nuestras armas y amansar a ese magnífico mamífero de cuatro patas.

Poner un lobo en tu vida significa para mí afrontar los problemas, tratar de mejorar y actuar, que es lo más importante.

 

Es por eso que te agradezco tu intervención aquí, señor lobo.

 

¡Gracias!