El dinosaurio que dejó huella (Semanas del 25-29 noviembre y 2-6 diciembre) en El rincón del zoo: Diario de reflexiones - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

El dinosaurio que dejó huella (Semanas del 25-29 noviembre y 2-6 diciembre)

 

Para iniciar el diario me gustaría destacar que esta vez se trata de una excepción. Al fin y al cabo, la primera semana de diciembre estuvo marcada por el puente y solamente tuvimos una sesión, la de Metodología con Kiko y Miguel (la cual se prolongó en la tarde del miércoles, pero vaya, fue una sola sesión). Debido a esto, he considerado que lo mejor sería juntar el diario de la última semana de noviembre con la primera semana de diciembre, puesto que en esta última fue muy breve.

Bien y el animal de esta semana es… ¡El dinosaurio que dejó huella! ¡Efectivamente! Un dinosaurio.

 ¿Y por qué el dinosaurio? Pues porque los dinosaurios en general son grandes, fuertes, robustos, con una piel como el acero y sobre todo, porque allá por donde pisan dejan su gigantescas huellas. Y esto de dejar huellas tiene también otro significado.

Comúnmente cuando nos referimos a dejar huella hacemos alusión a que nosotros hemos marcado a las personas o que algo nos ha marcado para siempre. En la vida vivimos algunas experiencias que nos marca para la posteridad y que siempre las tenemos ahí presente en el recuerdo.

Esto es algo de los que nos habló Pepe Contreras durante los dos días que estuvo con nosotros. Los maestros en definitiva deben procurar hacer ese clic en el alumnado, marcarles de por vida con alguna experiencia que tenga especial relevancia para ellos y ellas.

Sé que eso de marcar un antes y un después en el alumnado es algo muy difícil, pero que se puede lograr si tu dedicación hacia el alumnado es tan significativa como para hacerles llegar claramente el cariño y amor que tú les da.

Y eso del cariño, el amor, la simpatía y la vocación quedó plasmada en las caricias que Maribel, la directora del CEIP Nuestra Señora de Gracia, le daba a una niña mientras explicaba cómo funcionaba su centro. La ternura con la que la niña cogía la mano de la docente y ésta la acariciaba lentamente reflejaba muy bien el compromiso y el amor hacia la educación de la maestra, y la admiración de la alumna hacia la misma.

Qué puedo decir del Nuestra Señora de Gracia que no se sepa ya. Allí hice las prácticas y aquello me ha dejado huella, me ha calado hondo. Ha sido una experiencia terriblemente significativa y que siempre la guardaré en el recuerdo.

Podríamos decir que efectivamente, ese centro es un “dinosaurio educativo”. Va dejando huella en los corazones de todos aquellos docentes que creen que otra educación es posible. Seguramente a todos mis compañeros y compañeras también les haya dejado huella aquel centro.

Y es que la forma en la que está gestionada el colegio es fabulosa. La implicación del equipo docente es total y eso denota la vocación y el amor que tienen hacia la educación. Ya lo dijo el tutor de sexto, aquello para él era lo que más le gustaba y lo que más amaba.

A raíz de esa implicación y ese amor hacia el alumnado, hay que añadir que Nuestra Señora de Gracia es un centro compensatorio, es decir, va el alumnado en situación de exclusión social y es ciertamente conflictivo.

Y lo que realmente me llama la atención de todo esto es que el equipo docente que hay allí es el más vocacional que he visto en mi vida. Sin duda alguna se establece una correlación paralela entre la vocación y la dificultad de una realidad educativa. Esto me lleva a pensar qué haría el magnífico grupo de docentes del Nuestra Señora de Gracia en centros algo más “normales”, posiblemente maravillas, no lo pongo en duda.

La implicación en la educación del alumnado, el esfuerzo por llevar a cabo el proyecto de “La ilusión de vivir y crecer juntos”, la vocación, el amor hacia los niños y las niñas y sobre todo el trabajo en equipo son las claves del éxito de un proyecto de innovación y que sin lugar a dudas también dejará huella en el alumnado. Bueno, de esto último puedo decir que sí que deja huella a los niños y niñas, puesto que el alumnado que abandona el centro siempre vuelve a visitar a sus antiguos maestros/as, algo que no suele suceder en otros centros educativos.

Y ya cambiando de tema, ahora hablemos un poco sobre el dinosaurio (en el buen sentido de la palabra) de Pepe Contreras.

Para empezar me gustaría comentar que a mí Pepe no llegó a calarme del todo. Él fue el que me dio la idea de utilizar el dinosaurio y las huellas para la reflexión de estas dos semanas. Sin embargo él no pudo dejarme huella. Quizás sería por sus pensamientos tan abstractos y difusos. Quizás sería porque yo me perdía entre esa marabunta de ideas tan etéreas y complicadas de pillar. No sé, la verdad es que nunca he sido muy partidario del pensamiento abstracto y de lo que yo llamo la pedagogía del cuento (investigación narrativa-literaria, según mi opinión y que no se malinterprete, por favor).

Que sí, que la pedagogía del cuento es preciosa. Que Max Van Manen y su texto que leyó Pepe fue precioso. No lo pongo en duda, pero yo soy más pragmático y eso es algo que no puedo remediar. Es más, a mí me parece más digerible de leer a Max Van Manen, Vivian Paley, etc. que a otros educadores de reconocido prestigio.

Ya lo dijo Pepe con la anécdota del alumno que no le caló, que le comentó que para qué le servía aquello. Quizás yo sería como ese alumno, o no, quién sabe.

Pero bueno, ¡no todo van a ser aspectos negativos! Él me ha aportado conceptos y aspectos muy curiosos que no voy a dudar en comentar y reflexionar.

Para empezar me gustaría destacar lo que dijo sobre el enseñar. Debemos asumir que enseñar es como irse a la aventuras, es decir, en mi lenguaje cotidiano: enseñar es como irse a verlas venir. ¿Y por qué a verlas venir? Esto siempre me lo he planteado yo muchas veces durante mi práctica como docente.

Recuerdo que algunas tareas me funcionaban de maravilla en un primero de Primaria pero que en otro era un auténtico desastre. La sensación de frustración era tremenda hasta que un día me di cuenta de que no había una fórmula perfecta para enseñar. Y esto es a lo que Pepe hacía referencia.

La aventura del enseñar. Quizás sea la frase más idónea que pueda definir esta maravillosa profesión. Nunca sabes lo que te espera el día de mañana, pero sí debes ser consciente de que tendrás que lidiar con tantísimas variables. Y esto puede que te desespere o veas la sensación de asombro como un elemento motivador.

Ya se dijo en clase, la enseñanza es como el amor. A veces hay temporadas muy buenas; otras en las que te planteas una y otra vez dejarlos y otras en el cual la motivación está por los suelos. Creo que esto definiría bien la magia y la esencia de la educación, porque para mí ésta es amor, amor hacia la profesión y así es como definiría yo la vocación.

Tener la sensación de incertidumbre casi todo el rato es algo que hace mantener viva la llama del docente y que no podemos perder puesto que le da magia a esto de la educación.

Pero claro, el docente no puede ir sin su mochila de tareas y recursos para abordar los problemas que se le vayan planteando en clase. Lo que pretenda enseñar debe tener un sentido y una lógica puesto que el alumnado no es tonto, sabe lo que está preparado y diseñado y lo que no. Así que en base a estas experiencias es como se puede desarrollar el aprendizaje que tanto necesitamos.

Pepe para el aprendizaje usaba dos términos que me gustaron mucho. Uno es conocer, que lo relacionó con lo que uno sabe de manera superficial, por así decirlo. Otro es saber que es mucho más profundo que el conocer, es una experiencia relevante y que deja huella en el alumnado.

Así, entre una vorágine de conceptos abstractos que Pepe nos aportó, surgió uno que me llamó mucho la atención: el hueco de la alteridad. Dicho concepto está íntimamente ligado a un aspecto que creo que es esencial a la hora de desempeñar la labor como docente y que es ni mas ni menos que la reflexión de la propia práctica. ¿Podría llamarse investigación-acción? Podría, aunque Pepe nunca lo quiso llamar así.

Retomando el concepto de hueco de la alteridad, Pepe lo definió como la relación que hay con otros, el misterio que eso conlleva y la propia reflexión sobre las relaciones con los demás, en este caso con el alumnado. Esto conlleva a una reflexión continua del docente sobre su práctica educativa. ¿Lo estaré haciendo mal? ¿Por qué aquel alumno no presta atención? ¿Por qué me dijo esto aquella alumna? ¿Qué estará pasando entre esas alumnas y esos alumnos?

Pues sí, la reflexión puede conllevar a la angustia y al estrés. Pero creo que la reflexión es una herramienta que debe ser empleada por el docente de manera permanente puesto que ayuda a profundizar y a mejorar la práctica de lo que uno hace.

No caer en la frustración y tomarse la enseñanza con filosofía sería algo muy a tener en cuenta, al menos desde mi propio punto de vista, pero dejar de lado la reflexión sobre la práctica educativa sería dejar de lado los problemas que van surgiendo en clase y por lo tanto, sería dejar de lado la parte más humana de la cual esta profesión presume y se sustenta.

Bueno, y ya cambiando de tema, hablemos sobre el módulo de Metodología. Bien, qué decir, tristemente estas dos semanas han sido las del cierre del módulo. Por desgracia se acabó el compartir buenos momentos y horas y horas con Miguel y Kiko. Atrás quedaron los momentos entre corchete y corchete, de exposiciones y críticas despiadadas y sin piedad (es broma, siempre fueron cariñosas), de trabajo en grupo y puestas en común, etc. Pero bueno, no me voy a centrar en reflexionar sobre el módulo y concluir puesto que eso no toca aquí. Ya lo haré cuando tenga que valorar el Máster de manera general.

Bien, en la sesión de la última semana de noviembre tocamos las categorías. Kiko y Miguel, como buenos profes, nos mandaron los deberes para casa: categorizar un texto denominado Pernambuco, o algo así, ya no me acuerdo.

La verdad que cuando me puse con el texto delante comprendí lo complejo y subjetivo que puede llegar a ser la categorización. Puñetas, no sabía por donde meterle mano a aquello. Es más, cuantas más veces leía el texto, más confuso, perdido y liado me encontraba. Solo sé que no sé nada, como diría Sócrates en la época helena. Pues sí, así me encontraba yo, perdidísimo.

Pero tras un largo periodo de búsqueda de categorías (acabé de la formación del profesorado hasta las narices… de eso iba el texto) y de descifrar aquello (pobre becario, tuvo que pasarlo mal a la hora de transcribir ese grupo focal. Mis agradecimientos a ese becario), pude realizar unas “categoriuchas” que me permitían salir del paso, aunque yo no estaba muy convencido.

Y llegó el momento de poner en común con el grupo de lo que habíamos diseñado individualmente. Yo la verdad es que fui al encuentro con mi grupo con unas sensaciones negativas. No sabía si lo que había hecho estaba bien o mal y me temía lo peor, es decir, que no hubiese dado ni una en condiciones. Pero la cosa no fue así. Casualmente todos los integrantes del grupo coincidimos en muchas categorías, o al menos tuvimos que matizarlas un poco.

Tras la puesta en común, el diseño de las categorías y la extracción de evidencias para cada categoría, llegó la hora del juicio final. Sí, así hay que llamar al momento en el que expones tu trabajo y los demás se te echan al cuello como voraces leones je, je, je.

Tras un proceso de crítica de nuestras categorías me di cuenta de que es MUY importante que la evidencia de la categoría defina la misma. La verdad es que esto fue lo que más me marcó. No se puede poner breves párrafos que apenas digan nada sino explayarse a la hora de seleccionar uno, es decir, que sea REPRESENTATIVO. Sí, esa podría ser la palabra y la clave para una buena categorización. Al fin y al cabo lo que tiene que hacer uno con las categorías es que el lector de las mismas VEA e IDENTIFIQUE la categoría, en otras palabras, que quede todo muy clarito y “mu” bonito.

Esa crítica constructiva que nos hicieron Kiko y Miguel con respecto a esto me ha marcado demasiado. Como anécdota relacionada con esto, ahora cuando leo un libro ya no solo subrayo lo que me llama la atención, sino que pongo un post-it en la página, luego en un folio aparte pongo las referencias de lo subrayado de cada capítulo, de qué habla, que si lo otro, que si patatán, que si patatín… ja, ja, ja, ja. Me miro a mí mismo y digo “¡coño! Cómo he cambiado”, no sé si a peor o a mejor pero más sistemático sí que estoy aprendiendo a ser.

Y el último día con Kiko y Miguel llegó, qué pena, pero todo lo bueno también tiene un final. Pues sí, cerramos el módulo hablando sobre las distintas modalidades de la investigación cualitativa.

La espiral llegó a su fin hablando sobre las modalidades e interrelacionando todo lo que habíamos dado a lo largo del módulo.

Lo que me gustaría destacar  de la última sesión es la investigación-acción. Aunque quiero ser breve, me gustaría hacer un poco de hincapié en lo que ha supuesto para mí este modo de investigación.

Realmente ha sido volver a encontrarme con algo que me hizo clic hace muuuucho tiempo. Se puede decir que la investigación-acción es una vieja amiga para mí y ella lo sabe muy bien. En ella vi la clave para la mejora de mi propia práctica como docente y ya con 20 años en mi periodo de prácticas trataba de emplearla (como un mero novato, claro está).

Sin embargo los tiempos han cambiado y ya no estoy inmerso en la realidad educativa, por lo que mi amiga y yo tendremos que volver a separarnos. Es una verdadera lástima que no la pueda emplear para el TFM, pero bueno, no estoy trabajando como docente, así que hay que aceptar las consecuencias de ello. Pero desde aquí me gustaría animar a todos los que trabajan en centros públicos, concertados o privados a que utilicen la investigación-acción para su TFM porque la experiencia va a resultar ser fenomenal.

Además quiero decir que no solo la utilicen de manera formal como es en el diseño del TFM, os animo a utilizarla desde una perspectiva como docente, una perspectiva práctica y simple puesto que esta práctica ayuda, y mucho, en la mejora de nuestra enseñanza y en la calidad del aprendizaje que deseemos por el alumnado.

Y volvemos nuevamente a cambiar de tema. Para el final he querido dejar la valoración del trabajo en equipo que estamos haciendo para la experiencia de Finlandia. Que conste, no es una valoración de la puesta en escena, ojo.

Sin duda alguna el proceso ha sido bastante agotador. Hemos quedado días y días y más días para tratar de apuntalar y dejar cerrado todo los aspectos relevantes del trabajo.

La verdad es que he visto tantísimos vídeos sobre el sistema educativo finés, he leído tanto (¡en inglés y todo!), hemos hablado tanto sobre ello que tengo la cabeza hecha un bombo. Las horas que le hemos dedicado ha sido la clave para que todo fuese quedando cada vez más y más cerrado.

Lo que más me ha hecho mucha gracia es que hemos estado muy pero que muy pendientes de dejar bien atado las preguntas que aparecían en el módulo de Encarna y Ángel. “Eh, eh, ¿las preguntas? Que no nos salgamos de ellas eh… Otra vez, ¿hemos contestado más o menos esta? Que quede claro eh… Oye, hay que hacer referencias a lo que hemos dado con Ángel, que no se nos olvide… Esto tiene que estar bien justificado. Que lo que hagamos esté siempre justificado eh”. Comentarios como los anteriores han sido la tónica en las horas de quedadas para diseñar el trabajo.

El planteamiento de las actividades, la decoración del contexto, el equilibrio de las intervenciones, la interrelación de todo, etc. todos estos aspectos nos dieron más de un quebradero de cabeza.

Pero si soy sincero, me gustaría destacar que lo más curioso de todo el diseño han sido dos cosas: el que no teníamos soporte de papel (comúnmente llamado un trabajo escrito) y que la exposición fuese de dos horas (daba miedo enfrentarse a aquello). Nunca en mi vida me había enfrentado a un reto de tal calibre y gracias al trabajo en equipo, junto a mis compañeras, no viví ningún episodio de desorientación o ansiedad provocada por lo mismo.

La verdad es que el trabajo en grupo que hemos hecho para llevar a cabo el diseño y planteamiento de la experiencia de Finlandia ha sido algo que me ha dejado huella. La predisposición de mis compañeras, el compartir y debatir ideas (y re-re-re-redebatirlas), la cooperación y las ganas de aportar creo que han sido la clave para ello.

En definitiva, todo lo que deja huella son experiencias que han sido enriquecedoras. Como hemos visto, desde el CEIP Nuestra Señora de Gracia hasta el trabajo de Finlandia la experiencia y el trabajo en equipo han sido los dos aspectos más significativos que a mí me han dejado huellas.

Esto me hace pensar que dejar huella en la educación pasa por trabajar en equipo, cooperar y demostrar al alumnado la piña que son los docentes. De esta manera podemos dejar huella también al alumnado.

Y bueno, ya para ir aclarando. La siguiente entrada del diario versará sobre la exposición de nuestra experiencia y la del resto de mis compañeros/as, el cierre de los módulos de Encarna y Ángel y también el inicio de los nuevos módulos.

¿Qué nuevos animales nos esperarán? Quien sabe, hay tantos para coger y hacer símiles que a ver en cuál me inspiro, ja,ja,ja.

 

¡Muchas gracias a ti también, señor dinosaurio!