Las hormiguitas trabajadoras (semana del 18 al 22 de noviembre) en El rincón del zoo: Diario de reflexiones - Portafolio docente de Campus Virtual UMA

Las hormiguitas trabajadoras (semana del 18 al 22 de noviembre)

 

Esos insectos se dedican todo el día a construir el hormiguero, a recolectar comida de toda índole, a cavar miles y miles de túneles en sus profundos hormigueros. Cuando se te cae un trocito de bocata al suelo no es raro ver al rato una hormiga tratando de llevárselo. Con todo el esfuerzo del mundo tira y tira sin cesar hasta que aparece otra hormiguita que acude en su ayuda. Así, junto a otras cuantas hormiguitas, consiguen llevarse ese trocito de pan a la madriguera para luego poder degustarlo todas juntas.

Pues sí, el animal (o mejor dicho el insecto) de esta semana es…. ¡las hormiguitas! Y… ¿por qué las hormiguitas? Una pregunta muy sencilla de responder. Si te das cuenta ellas siempre trabajan en equipo. Resulta muy gracioso ver cómo van en fila india de un lado para otro, todas se guían, todas se ayudan entre ellas, socorren a las que están en peligro, etc. reflejan perfectamente el trabajo cooperativo que nosotros, los humanos, deberíamos tener en cuenta para poder funcionar eficazmente.

Y es que las hormiguitas son así, pequeñas pero con gran corazón y conciencia de colectivo. Saben perfectamente que la clave para construir un precioso y maravilloso hormiguero es la cooperación. Dedicar todo su esfuerzo a la comunidad es el significado de la vida de estos entrañables insectos.

Sin duda alguna yo pienso que la escuela del Martinet fue creada por hormiguitas maestras, Sí, sí, tal y como lo digo. Eran solo 7 y vaya grupo. Ahí todos los docentes remaron hacia una misma dirección, con ilusión y plena consciencia de que el proyecto tendrá sus buenos y malos momentos. La verdad es que resulta impresionante lo que puede hacer la cooperación de un pequeño grupo de docentes. Creo que ahí está la clave del éxito en la educación: la unión de toda la comunidad educativa, especialmente de los docentes.

Personalmente me fascinó la experiencia del Martinet. No solo por el carácter del trabajo en equipo sino que también por el enfoque que le daban a la educación en su escuela. Nunca antes había visto un proceso así.

Pero lo que más me llamó la atención es que compartía muchos aspectos de los que habíamos tratado con Ángel en su módulo. Al alumnado se le deja una gran autonomía para desarrollar su propio proyecto de vida, también convive con el resto de compañeros y compañeras trabajando en equipo y solidarizándose con ellos (la imagen del niño ayudando a la niña me encantó) y es que trabajan contenidos significativos que parten de una realidad.

Aquello era totalmente opuesto a la escuela tradicional y esto hacía preguntarme que por qué no se desarrollan proyectos como este en otros centros públicos. La respuesta me la dio alguien, que presupongo que era docente, al marcharse del seminario. Carencia de implicación, el mal endémico que azota nuestras aulas y que encadena las buenas ideas que pueden llevar a cabo el desarrollo de la escuela del siglo XXI.

En educación resulta que siempre vemos utópico el desarrollo de nuevos proyectos que podrían ser mucho más enriquecedores para el alumnado, pero que sin embargo, y no sé por qué, siempre desechamos llevarlos a cabo. Yo creo que la cultura del docente español tiene mucho que ver en esto. Se trata de la cultura de las islitas. Muchas veces ejercer la docencia es como estar tú solo ante el peligro. Y yo me pregunto, ¿por qué estar solo? ¿No es mejor colaborar con otras personas? Efectivamente, y esto es un aspecto que estamos viendo mucho en el Máster: la clave del éxito educativo reside en la cooperación.

Yo sé que esto es un aspecto difícil y más en la docencia, donde muchos maestros y maestras no están ahí por vocación sino por un sueldo vitalicio. A raíz de esto se me viene a la cabeza una frase que dijo uno de los mejores profesores que he tenido en la facultad y en mi vida personal: tú dame a un maestro/a con pocas aptitudes pero con actitud y lo llevaré a la mejora de su práctica de docente; dame un docente con aptitudes pero con poca actitud y nunca podré hacer nada con él. Efectivamente, ahí radica el problema (y que hace que me desencante muchísimo con la docencia) en la falta de compromiso que tiene un buen número de docentes. Sin embargo no quiero criticar mucho al colectivo al que pertenezco porque vaya que se malinterpreten mis palabras, así que mejor dejo el tema.

A medida que pasan los días y aprendo más y más cosas en el Máster, me voy dando cuenta de algo muy agradable, y es que estoy rodeado de hormiguitas maestras y maestros; sí, estos mis compañeros y compañeras. Uno se siente como en el hormiguero, ¡uy!, como en casa. La forma en la cual nos estamos integrando a la hora de trabajar es un ejemplo de la implicación que tenemos todos mis compañeros y compañeras. Y esa ilusión, esa implicación, ese cambio de ideas e incluso discusión (sobre todo en el análisis interno), todos estos aspectos hacen que tenga muy claro que lo que hay en mi clase son maestros con ganas de hacer cosas. Solamente puedo desear que sigan manteniendo esa ilusión porque es lo que la educación necesita.

Dicha ilusión y formación también es necesaria para crear contextos de aprendizaje. Cuando veíamos el vídeo sobre el Pesta en clase de Ángel me entraba una sensación de angustia al sentirme impotente o falto de ideas para construir un contexto como ese. Sinceramente no creo que esté capacitado por ahora, pero tampoco hay que ahogarse en el mar del pesimismo sino salir a flote en equipo, exacto, trabajar de manera cooperativa con el resto de docentes. Estoy totalmente seguro que de esta manera sí que podré crear un contexto tan enriquecedor como el Pesta, siempre y cuando las limitaciones de la realidad lo permitan.

Por otro lado yo sé que un contexto de aprendizaje no se configura de la noche a la mañana, ni que siempre será así, tendrá que ser susceptibles de modificación, como el que diseñaron en el Martinet, que lo cambiaron en muchos aspectos; incluso hubo actividades que las desecharon y añadieron otras nuevas que resultaban ser mucho más enriquecedoras para el alumnado.

La creación de contextos y el diseño de nuevas tareas van ligadas al error, al equivocarse. No debemos tener miedo a equivocarnos juntos, sí, juntos, puesto que dentro del aprendizaje el error es un factor elemental que nos permite mejorar. Vivimos con el miedo a equivocarnos puesto que tradicionalmente esto ha sido siempre muy castigado. Con el miedo no se emprende, no se lleva a cabo nuevos e interesantes proyectos. Afrontemos los errores y afrontaremos el cambio.

Además, gracias al error es como el docente se forma. Efectivamente, gracias a equivocarnos y a la mejora en base a los errores el docente adquiere y perfecciona sus habilidades. Debemos ser conscientes de que para adquirir las competencias del docente del siglo XXI hay que pasar por el error, por equivocarnos. Es por eso que un maestro/a no debe tener miedo, ha de tirar para delante con lo que tenga y a equivocarse, pero cuando se equivoque, que haya otros compañeros y compañeras que le ayuden a salir del bache porque la cooperación es la clave.

Así son las hormiguitas, siempre trabajan en equipo por el bien del hormiguero. Ellas saben que se pueden equivocar, que un día una se puede perder, pero lo más importante es que esa hormiguita perdida sabe que el resto de sus compañeras le ayudarán a retomar el camino, a mantener intacto esa ilusión por trabajar y vivir con alegría y felicidad.

Sin duda alguna las hormigas también nos pueden enseñar muchas cosas. Así que cuando veas alguna recuerda su magnífico trabajo en equipo y que nosotros, los humanos, tenemos que tomar ejemplo si queremos una sociedad mejor.

 

Así que nada, ¡muchísimas gracias hormigas!