Las reformas que se llevaron a cabo en la II República, en el primer bienio como apunta el que fue mi profesor Antonio Molero Pintado, representan en buena medida muchas de las metas que deseo para la Educación: laicismo, triunfo de la razón por encima del dogmatismo, la consideración de la actividad como eje del proceso de enseñanza- aprendizaje, la solidaridad humana como fuente de inspiración...

Esta etapa de la Historia de la Educación ha sido, y es, un referente para mí.

¿Por qué será que encuentro tantos paralelismos entre los conceptos que hemos trabajado en clase con los ideales de este periodo? ¿Por qué me encuentro en muchas ocasiones recordando a la ILE?

Será, porque también tenían como bandera que la Educación es fundamental para instaurar la Democracia real, es la base para comenzar a revolucionar conciencias...

¿Cómo conseguirlo sin insuflar de espíritu crítico, de capacidad reflexiva, de capacidad para plantearse y replantease las cosas?

¿Puede llamarse democracia a una sociedad donde las personas no son capaces de respetarse, de valorar la diversidad, de respetar la diversidad de opiniones?

¿Podrá ser real si no existe en los ciudadanos una conciencia ética que guíe los comportamientos individuales y colectivos?

¿Podrá la democracia serlo sin ciudadanos capaces de dirigir y gestionar su vida, de ser autónomos?

 

 ¿No es esa la verdadera labor de la Educación?