Día tercero: ¡Menudo día, Principito!

Ya volví al aula de sexto de Primaria del Nuestra Señora de Gracia. La semana pasada estuve en un congreso y no pude asistir durante tres días. Todo estaba como lo dejé: la distribución del alumnado de 5 en 5, los materiales en las estanterías, los portátiles funcionando correctamente, etc. no había pasado nada interesante durante mi ausencia, todo estaba igual.

Hoy me planteé intentar averiguar más sobre la metodología del docente, por qué la hace así y si motiva al alumnado. También quise saber más sobre las relaciones sociales del alumnado de mi clase en el recreo. Por último, me centré en conocer más la problemática del alumno con falta de higiene (Manel).

En el plano social, es decir, en cuanto a las relaciones sociales, me gustaría destacar el problema de Manel. Hoy percibí que persistía su falta de higiene. El muchacho llegó nuevamente con las manos muy sucias, oliendo y con la ropa algo más limpia que la última vez. El tutor de clase me contó que la semana pasada no asistió ningún día a clase, ¿sería por lo que le dijo el lunes pasado? No sé, pero le pregunté al chico por ello y me dijo que estuvo malo.

Durante la hora de matemáticas tuve que darle apoyo y la verdad es que me sentí un poco mal durante el rato que estuve con él. Personalmente no me acerqué mucho porque olía bastante mal y le cogía la libreta para ver si tenía bien los ejercicios. De esta manera no tenía la necesidad de estar muy próximo a él porque el olor era bastante desagradable. No es que tenga un fuerte prejuicio hacia el niño, pues mi trato con él es el mismo que con el resto de compañeros y compañeras de su clase, sin embargo el olor es un problema muy grave y muy desagradable.

Tan grave es el problema que el profesor a primera hora de la mañana al niño sacó de la clase y habló con él el privado. “Yo siempre trato de mantener la intimidad de cada niño/a, por eso hablo en privado con ellos/as. Pero el problema es bastante grave, la verdad”, me comentó el profesor.

Pero no solo nosotros, los docentes que pasábamos horas y horas en clase lo notábamos, sino que también todo aquel docente que entraba en clase hacía un comentario sobre el mal olor. Por ejemplo una tutora de otra clase lo comentó de la siguiente manera: “Uyy, aquí huele demasiado a humanidad. En exceso más bien. Veo que pasa algo grave”, todo ello lo dijo en un tono irónico, pero que mostraba vehementemente su preocupación hacia el problema.

Con respecto al recreo, hoy me llevé una pequeña desilusión. Quise acercarme al grupo de sexto, pues estaban jugando al baloncesto la mayoría de ellos. Fue un error. Los niños y niñas apenas no me dejaban. A pesar de que quería participar en el partido, ellos y ellas solamente estaban obsesionados en decirme cosas, la mayoría tonterías, y en hacer el pamplina delante de mí. La cosa se agravó más por parte de las niñas, las cuales observé que están casi en plena adolescencia y vaya si se nota. Cada dos por tres surgía un conflicto con ellas por culpa de mi presencia a la hora de jugar al baloncesto. “¡Dejadnos en paz!, nosotras jugamos con el profe y vosotros os vais por ahí”, comentó una. Yo me lo tomé un poco mal porque es que ni se podía jugar en otra canasta, ni tampoco se podía estar en la pista. Aquello era una locura si estaba presente, los niños y niñas de mi clase se volvían locos y a mí también me volvían loco, así que decidí no permanecer mucho tiempo en la pista polideportiva.

Atendiendo al ámbito metodológico, hoy el docente introdujo una nueva tarea que me pareció muy interesante. Primeramente el tutor les leyó un capítulo del libro de El Principito, luego explicó las raíces cuadradas y posteriormente el alumnado se puso al lío con ellas. Me llamó mucho la atención este tiempo de clase porque la profesora de Pedagogía Terapéutica estaba dentro del aula con nosotros. Esto quiere decir que ella observaba al alumnado con mayores dificultades de aprendizaje y trataba de analizar su conducta en clase.

 Me gustó bastante la idea puesto que la profesora de Pedagogía normalmente los docentes de PT tienen una clase aparte donde asiste el alumnado con dificultades de aprendizaje, pero en este centro parece ser que no es así. Pienso que para la docente es mucho más enriquecedor actuar dentro del aula con el alumnado con dificultades y que viene mejor para ver en vivo los problemas que presentan el alumnado. Fue una sorpresa muy llamativa y muy positiva.

Durante el apoyo que ofrecí a diversos alumnos y alumnas en los ejercicios de las raíces cuadradas me di cuenta que no hacen un razonamiento matemático bueno, sino que se basan en la aplicación de un patrón mecánico. Esto me llamó la atención porque quise que razonaran el porqué se solucionaba el problema de esa manera y no de otra. Las respuestas que obtenía cuando les preguntaba por qué lo habían hecho así eran muy diversas, pero no me causaron muy buena impresión. Casi todos me decían, por ejemplo, que porque 64 su raíz cuadrada es 8. Nadie me argumentaba en base a los datos del problema. ¿Puede ser que este sea uno de los problemas que tenemos a la hora de enseñar y aprender las matemáticas?

Por otro lado, tras el recreo el tutor decidió que la clase leyera por parejas dos capítulos del libro de El Principito. Entonces cada práctico seleccionamos dos alumnos para sacarlos fuera del aula y realizar la lectura correspondiente, incidiendo en la acentuación, tono, velocidad de lectura, vocabulario y comprensión escrita.

Los primeros dos alumnos que seleccioné fueron Manel (sí, soy así de atrevido, lo sé) y Liza (nombre ficticio). Me los llevé al patio para leer y me equivoqué al haber hecho esto. Rápidamente Manel se volvió loco al ver el patio, aunque luego traté de calmarlo y más o menos pude. Su actitud durante la lectura fue malísima. Tuvo un comportamiento díscolo en todo momento.

La verdad es que me entró cierta impotencia porque el niño tenía una actitud bastante arrogante y burlesca hacia mi persona. Se ponía a realizar beatbox mientras la compañera leía, apenas seguía la lectura y cuando le preguntaba sobre alguna palabra él soltaba alguna tontería. No se tomaba en serio aquello, pero esto no era lo peor. Lo más grave fue que presentaba muchos problemas de lectura: se saltaba líneas, mala entonación en la mayoría de frases, no respetaba pausas, etc. Aparte de lo mal que iba, el niño no mostraba interés.

La conducta de Liza era totalmente distinta. A pesar de ser un poco revoltosa, siempre me guardaba respeto en todo momento y si le mostraba interés hacia su aprendizaje, ella siempre respondía. También tenía ciertos problemas de lectura, aunque algo menores que Manel, pero se esforzaba en corregirlos y en aprender. Liza siempre respondía gratamente a todo el refuerzo positivo que le daba y me respetaba en todo momento. Lo que es más, se motivaba y quería seguir para poder mejorar más.

Tras subir a los dos alumnos en clase, procedí a dar la información al tutor sobre el progreso de la lectura de ambos; Liza la verdad es que mejoraba progresivamente y Manel apenas tenía interés, y eso que ya había repetido una vez sexto. No sé por qué se comporta así en clase, no está en absoluto motivado y encima tiene muchos problemas de aprendizaje. ¿Qué será de Manel el día de mañana? Eso me pregunté muchas veces.

Posteriormente bajé al recreo a Marc (nombre ficticio) y a Marlene (nombre ficticio), los cuales eran alumnos sin ningún problema de aprendizaje. Ambos realizaron la tarea muy bien y me di cuenta de que tenían una buena comprensión lectora. Por otra parte, a Marc le dejé que se tumbara y reposara su cabeza en mi brazo mientras leía. Yo soy una persona que no suelo regañar o pegar gritos al alumnado y cuando me demuestran que trabajan, no me suelo meter con el método de trabajo que ellos emplean.

Esto último fue algo que me hizo reflexionar bastante. ¿Debería ser más estricto? ¿No debería ser tan “permisivo”? ¿Tengo que establecer bien claro unos límites de relación con el alumnado? Bien es cierto que en clase soy serio en muchos momentos, pero por ejemplo, mi compañera de prácticas cuando ve a un alumno distraído, rápidamente le llama la atención. Yo suelo ser más paciente y no usar tanto la amenaza, pero esto me preocupa un poco porque creo que debería ser más “poli malo” para procurar que no se produzca ningún libertinaje o un exceso de confianza. De esta manera Manel no se me hubiese subido por las ramas (aunque creo que hubiese pasado lo mismo).

Al finalizar la clase el tutor comentó que mañana regresará una alumna. “Estuvo aquí hace dos o tres años pero se fue”, me comentó un alumno al preguntarle sobre ella. Posiblemente mañana tenga un día movidito en todos sus aspectos, ¡una alumna nueva nos espera!