Reflexión... ¿final?

por Irene Rincon García
Etiquetas: Ángel Pérez, Encarna Soto, Miguel ángel Santos Guerra, Pilar Sepúlveda, Reflexión

Siempre me he considerado bastante afortunada por la experiencia pedagógica, tanto como alumna como como profesional de la enseñanza, que he tenido a lo largo de mi vida.

Hasta hace sólo unos meses me consideraba alguien, no diré innovadora, pero sí inquieta y comprometida con el cambio en educación, pues desde siempre he considerado que es ésta el mayor motor de cambio de nuestra sociedad.

Como ya he dicho, en mi trayectoria como alumna fui afortunada y conté con profesores y maestros que se salían de la norma y se preocupaban de que nuestra formación fuera algo más que académica. Maestros comprometidos con la formación en valores éticos y morales, comprometidos con alimentar en nosotros el placer por aprender, ocupados en  ayudarnos a despertar nuestro espíritu crítico y nuestra capacidad de argumentar nuestras opiniones, maestros que hoy día seguirán siendo innovadores… “no quiero que seáis flores de invernadero, que al salir al mundo se marchitan”, nos decía Felisa Carretero, mi maestra de EGB.

También lo he sido, en términos generales, en mi experiencia como docente, pues desde el principio, hace ya algunos años, encontré en mi camino personas inquietas, comprometidas con la idea de que otra Educación es posible, y empeñadas en lograr que lo fuera.

En mi centro de los últimos 7 años esta era una idea compartida por la mayoría. Tras muchos años de ser una escuela tradicional, la llegada de un equipo directivo comprometido y de profesorado nuevo, que compartíamos una misma idea de Escuela nos pusimos manos a la obra a romper desde dentro las estructuras tradicionales de la escuela: familias que son invitadas a entrar y participar en la vida del centro y que encuentran su lugar en el colegio, alumnos que se encuentran que las clases no se dan siempre sentados en su pupitre, que salen del cole para buscar nuevas formas de aprender, y maestros que empiezan a plantearse que lo que hay no les sirve, que no se adapta a su realidad y no les une. Creo que esa era realmente nuestra obsesión: estar unidos.

Así comenzó un proyecto que, ya sin mí, sigue evolucionando y que comenzó lentamente (todo cambio, y más el cambio en la escuela, genera resistencia, pues una de las características de un sistema educativo es su capacidad de continuidad y estabilidad, tal como señala Rudduck), pero que cada día avanza a pasos más grandes hacia el ideal de escuela que todos los que participan en ella soñaron y sueñan juntos.

Pero en ningún momento fui consciente de estar viviendo una realidad tan diferente a la que se vive en muchos colegios: un equipo que trabaja unido y que sueñan juntos su colegio.

Hoy soy consciente de que apenas he empezado a andar, y que lo más valioso que puedo sacar de la experiencia en mi centro anterior es que las cosas se pueden cambiar si las soñamos juntos. Pero también lo soy, a raíz de mis nuevas experiencias de que no todos los centros son así. Que lo que para mí eran pilares básicos: coordinación, trabajo en equipo, proyecto común… por eso, cuando Pilar nos pidió que seleccionáramos  el aspecto más desestabilizante de mi historia profesional, no tuve dudas, era mi encuentro frente a frente con la penosa realidad de muchos centros.

Dentro de este movimiento, yo me he dedicado durante años a formarme en Proyectos, Constructivismo, he formado parte de Movimientos de Renovación Pedagógica, he participado en grupos de trabajo… vamos que pensaba que este Master iba a ser la continuidad a una línea personal y profesional, que me conocer nuevas experiencias que me ayudaran a seguir evolucionando y, por qué no decirlo, iba a ser la “refrenda” a todo lo que yo ya había vivido en mis carnes, y me iba a servir para, en palabras de Miguel Ángel Santos Guerra “aumentar el ángulo de mi brazo poniendo más títulos bajo él”.

 

Si bien es cierto que el concepto de innovación no me era del todo lejano, y que muchos de los conceptos tratados en las clases con Ángel Pérez Gómez, ya se los había leído antes a él o a otros autores, durante este curso he sido consciente de muchas de mis carencias.

A lo largo de las diferentes clases he ido tomando conciencia de las lagunas, incoherencias, y desajustes que existen en mí..., lo cual ha supuesto en ocasiones un auténtico terremoto en mis cimientos tanto como maestra como como persona.

Por ejemplo, un gran conflicto surgió en mí cuando tras el Practicum, al realizar el contraste interno y posteriormente el externo fui, al fin, consciente que esa reflexión que tantos años llevaba haciendo para cambiar la estructura de centro, que era un hábito a nivel institucional, y que me ha llevado durante años a ir replanteando situaciones y propuestas de mejora de ciclo, de centro… me cuesta horrores hacerla sobre mi práctica diaria. Algunos compañeros me dijeron al leer mi relato que soy demasiado crítica conmigo misma. Yo creo que es mi obligación como docente serlo, y que tengo que aprender a serlo mucho más. Y, sobre todo, mucho antes.

El termino competencia tenía, para mí, unas connotaciones muy negativas. Eran eso que sólo da más trabajo pero que sólo significa hacer lo mismo que antes. Vamos, que el planteamiento de las Competencias me hacía recordar a Mairena diciendo “Uno de los medios más eficaces para que las cosas no cambien nunca por dentro es renovarlas o removerlas constantemente por fuera”.

Sin embargo, leer a Ángel y escucharle en clase (más bien escucharle, porque no me había leído el capítulo correspondiente, he de admitir), me rebeló que las competencias, tal como él las ha planteado, no son más que aquello a lo que yo no sabía poner nombre pero pensaba que debía ser la finalidad de la Educación:

Formar ciudadanos de pleno derecho con capacidad para vivir en sociedad y capaces de adaptarse a los continuos cambios que se reproducen a su alrededor, gestionándolos utilizando la información a nuestro alcance para formar nuestra propia opinión informada, creativa y crítica sobre el mundo que nos rodea, para actuar en él de acuerdo con nuestro propio código ético.

 

Los ponentes en los diferentes seminarios han continuado ahondando en la misma línea.

Gimeno Sacristán en su seminario plasmó ideas tan potentes como la Educación como medio de mejorar el mundo, el papel del educador como delegado de la sociedad para procurar a los niños lo que los padres no pueden dar… “La escuela es el instrumento de crear ciudadanos cultos, críticos, que ven”.

Jurjo Torres, haciendo brotar a flor de piel ideas tan arraigadas en mí como que “la institución escolar si quiere ser coherente con las transformaciones que se producen en nuestra sociedad, ha de estar preparada para afrontar esos cambios y capacitar al alumno como ciudadano crítico en la selección de información, conocimientos interdisciplinares”.

Puede que para algunos no haya sido más que una redundancia de lo que ya veníamos tratando durante el curso, o que no hayan supuesto un click en su vida,  pero para mí, estas dos grandes figuras representan en gran medida todo lo que defiendo de la educación.

Alfredo Hoyuelos, ha supuesto un enorme descubrimiento. Su seminario sobre documentación supuso un antes y un después, una nueva percepción de la manera de contar lo que ocurre en el aula, de hacer visible el día a día, el uso de la imagen como medio de reflexión y evaluación.

Sánchez Enciso, cercano y real, nos narró su experiencia como “extraterrestre”, que entiende la innovación como conflicto, al educador como mediador y el aula como un espacio para trabajar no para escuchar. “Este oficio no tiene futuro si no se pone el alma”.

Mayor Zaragoza, clamando, como lo hace la Carta por los Derechos Humanos, por ciudadanos libres y responsables, capaces de crear su propio futuro. Tan unido esto al concepto de la personalidad elegida, de la reconstrucción de la propia historia.

Todas y cada una de las experiencias que hemos conocido en los módulos de Ángel, Encarna y Mª José el plantarse ante un sistema educativo, que por diferentes razones no les satisfacía,  para reconstruirlo y generar situaciones educativas realmente relevantes.

Obviamente hemos conocido muy diferentes versiones de la innovación, unas me son más cercanas, otras se alejan más de mi ideal de escuela. Pero sin duda todas han sido valiosas. La actividad, con sentido, como motor del aprendizaje; el ir de las vivencias a la formulación teórica; la autorregulación de niño en su proceso educativo; la autonarración como elemento de reflexión personal y conjunta; el amor y la confianza; el compromiso; la comunidad educativa como motor de cambio; el compromiso personal de todos los agentes implicados en la puesta en práctica y desarrollo del proyecto…

O lo que es lo mismo: Pezta y su contacto con la Naturaleza, Pukllasunkis y el compromiso de la comunidad, Finlandia como ejemplo de un país que cree en la Educación como motor de avance de la sociedad, Ross School y el aprendizaje en espiral, TRABENCO como ejemplo de escuela democrática y participativa, La escuela de la Señorita Olga o como aprender con sentido marca una vida, el Martinet y la importancia de unir arquitectura y educación y de vivir los tiempos educativos más lentamente…  

No cabe duda de que Reggio, por ser la experiencia que investigué en mayor profundidad, y por tratar de la etapa escolar en la que desarrollo mi docencia es la que más me ha marcado… El concepto de escuela amable, el que la escuela se “salte el muro” y se haga visible al pueblo son conceptos tan cercanos a mí que casi me duele su falta… Pero también los ambientes, la libertad, la pareja pedagógica, los 100 lenguajes…

 

Desde luego conseguir este cambio educativo desde el libro de texto y las prácticas tradicionales  es imposible, porque la educación queda distorsionada por el producto medible y cuantificable a golpe de nota de examen.

Es por ello que un cambio en la concepción de la evaluación, no como instrumento de control y sometimiento, sino como estrategia para la mejora y el aprendizaje, es indispensable para conseguir el cambio en Educación, pues mientras continuemos midiendo productos, en lugar de preocupándonos por los procesos seguiremos perpetuando el mismo paradigma técnico de la enseñanza, y por tanto cualquier cambio hecho en los elementos del currículo, la legislación e incluso las prácticas metodológicas será en vano pues el mensaje que continuaremos enviando a nuestros alumnos y al resto de la sociedad es que lo que, finalmente, importa es la nota.

Si, además, a esta evaluación de procesos le añadimos unos condimentos más como son la reflexión encaminada a la mejora de la práctica, la implicación del alumno en su propia evaluación y la autoevaluación del proceso, tendremos, ya sí, una Evaluación para el Aprendizaje, pero no simplemente del alumno, sino de todos los agentes implicados.

 

Pero ¿Estamos los maestros preparados para asumir este cambio? ¿Estamos acostumbrados a reflexionar?

Es necesario afrontar un cambio radical en la formación inicial de los maestros. Esta debe suponer el primer paso en la reconstrucción de la Educación, de la escuela como lugar de encuentro de diálogo y de cambio…

Hay un aspecto recurrente al respecto de la formación, y que en algunas clases con Pilar Sepúlveda he planteado: la Formación Profesional, tal como la venimos conociendo, está ligada al aprendizaje de un oficio, vinculada a la práctica y la experiencia de manera unívoca. Sin embargo, al hablar de la Formación de un Maestro lo que nos encontramos es mucha teoría y muy poca experiencia en contexto real. ¿Acaso no queremos tener docentes altamente profesionales?

El periodo de Prácticas que realizan los estudiantes de Grado de Magisterio debe ser un momento en el que absorber todo lo posible sobre buenas prácticas.
En mi opinión, el papel del tutor profesional es esencial en la formación, pues es de ellos de los que los maestros en formación obtendrán modelos, que repercutirán de forma muy acusada en su trabajo posterior. Ese es un aspecto que creo encarecidamente que debe cuidarse. Tutor no debe ser cualquiera, sino aquel que tiene un contrastado valor. Es difícil, lo sé.

Por otro lado, la llegada a un nuevo centro, a una nueva realidad, sobre todo cuando se trata de la primera vez que se accede al ejercicio de la profesión, debería estar especialmente cuidada, pues esta experiencia marcará las relaciones, actitudes, que el docente desempeñará en su “vida en ese centro”. En mi experiencia personal, cuando un maestro llega a un centro y se encuentra arropado, acompañado, estará mucho más predispuesto a acometer innovaciones, a sucumbir a lo nuevo, a contagiarse de la vida del centro y participar en ella implicándose, aunque sepa que tan sólo va a ser su centro por unos meses.

Pero la formación de maestro no debe quedar ahí. El maestro tiene la obligación moral de estar en permanente formación, de estar abierto a los cambios y a las innovaciones, de ser guía y modelo en el ejercicio de la reflexión y la autoevaluación. Pues sólo así llegará a mejorar su práctica y por tanto el aprendizaje de sus alumnos.

Pero si hay algo realmente importante en la formación del docente es que tomemos conciencia de la necesidad de atrevernos a salir de nuestra zona de confort, de nuestras arraigadas costumbres y tradiciones para poder llegar a volar alto y alcanzar nuestro sueño: que la Educación sea el vehículo para formar ciudadanos libres y críticos.

 

Sintetizar todos estos meses en sólo unas líneas es complicado, pero creo que hay una serie de conceptos que han sido clave a lo largo del curso:

Reflexión…

Esa ha sido una de las palabras más repetidas a lo largo de este curso…

Reflexión como herramienta de transformación de la propia práctica, de la Escuela, del Sistema, de la Sociedad…

Coherencia…

Coherencia entre el discurso, la acción y la evaluación. Un ejemplo vivido de todo lo que se nos contaba, lo que pasaba.

Emoción…

No podía dejar de mencionar en este relato a la emoción, pues obviar algo tan esencial en las relaciones humanas, que es finalmente de lo que trata la Educación, sería, parafraseando a Malaguzzi, pedirnos actuar sin cabeza, escuchar sin hablar, entender sin alegría, amar sin maravillarse…

La pasión, el amor por la profesión, el compromiso y la empatía, elementos constantemente presentes en las clases, que  han dotado de significado a cada uno de los aspectos tratados…

Ha sido un curso enriquecedor por muchos aspectos, pero sobre todo porque para la mayoría de nosotros ha supuesto un antes y un después, tanto a nivel profesional como a nivel personal.

 

Sin duda:

Me quedo con las personas.

Valoro las nuevas iniciativas que han surgido.

Es un estímulo para continuar soñando que otra Escuela, otro mundo es posible, y que sólo está en nuestras manos lograrlo.

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You may say I'm a dreamer


But I'm not the only one


I hope someday you will join us


And the world will be as one

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